Espacio plural

Pienso luego… existo

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Pedro González Caro / 22 de enero de 2015

Cuando el hombre comenzó a dejar huella sobre la faz de la tierra, se dio cuenta que en su entorno habían hechos que debían explicarse, por ejemplo: el rayo, el trueno, la lluvia entre otros fenómenos naturales, fue así como surgieron los dogmas como único medio intuitivo para explicarlos. Esa era entonces, la razón conocida.

«La razón es lo único que nos hace hombres y nos diferencia de las bestias pero no basta con poseer la razón es preciso aplicarla bien”, con este planteamiento es como René Descartes comienza su Discurso del Método. Fue en La Haya, provincia de Turena en Francia, que este destacado filosofo, matemático, astrónomo y físico vio la luz por primera vez en el año 1596, dedicó sus primeros años de adolescente a la vida militar, durante los cuales sirvió en los ejércitos de Maurice Nassau pero abandonó su carrera militar movido por su pasión por el estudio y la investigación. Desde el principio René Descartes destacó por ser un filósofo innovador, de aquí que sus pensamientos dominaran al mundo aún dos siglos después de su muerte que ocurrió en Estocolmo en el año 1650.

En la medida que fueron aumentando sus conocimientos fue llenándose de dudas que le hicieron convencerse cada vez más de su ignorancia, porque esos conocimientos no estaban sustentados por un criterio que le permitiera diferenciar inmediatamente lo verdadero de lo falso ¿Para qué servía entonces todo aquel conocimiento, acaso sería mejor abandonarlo todo en lugar de revisarlos uno por uno o mejor aún tratar de descubrir algún método que en lo sucesivo le permitiera no admitir ningún conocimiento que no fuese verdadero en toda su esencia? Fue entonces que comprendió que debía establecer un criterio de la verdad, un método de investigación científica que le permitiera llegar a la verdad del conocimiento.

Es indudable que en algunas ocasiones nuestros sentidos nos engañan, es así como vemos agua donde no hay u oímos ruidos que no existen. Es indudable también que hasta los hombres más sabios se  equivocan al razonar y que todos nuestros pensamientos podríamos tenerlos durante el sueño, de modo que no podríamos saber cuando son realidad o cuando son ilusiones. Pero será posible que todo sea falso, que todo pueda ser puesto en duda; fue así que él mismo que pensaba en la falsedad de sus pensamientos se dio cuenta de que eso era indudablemente cierto, “estaba pensando¨ y por lo tanto existía, de esta profunda reflexión concluyó: «pienso, luego existo.” Esa es la verdad que no podía ser destruida pues, es posible dudar de todo lo que se vea, se oiga, o se sienta pero es materialmente imposible dudar que quien está pensando, no exista. Ahora bien la importancia real de esta reflexión de René Descartes no radica en el hecho sencillo de la existencia misma del individuo pensante, sino en la metodología usada para llegar a esa conclusión, estamos hablando de la metodología científica del pensamiento como único medio para llegar a la verdad del conocimiento, de allí que este pensamiento haya perdurado vigente hasta nuestros días

Desde la academia, que ha asumido la responsabilidad de desarrollar el registro histórico del pensamiento de nuestra patria y a la vez se ha hecho responsable de la difusión de ese pensamiento entre los ciudadanos y noveles lideres que con orgullo ocupan y ocuparan un puesto en sus aulas, convertidos en una fuerza renovadora, se impulsa la materialización de nuevas concepciones de libertad orientadas hacia la búsqueda de  la verdad, bajo la premisa institucional de que nadie es dueño de ella.

De este modo a quienes les corresponda asumir la responsabilidad de la conducción del destino de nuestro país deberán dedicarse con especial esmero a cultivar el pensamiento como fuente inagotable de recursos, para aproximarse a la verdad del conocimiento y en consecuencia ganar la identidad derivada del concepto mismo de patria, arraigada en lo más profundo, entre el aspecto espiritual y el material de la cultura que construye al venezolano: sus valores, creencias, su gentilicio pero muy por encima de ello “la libertad”; y en segundo lugar navegar lo más profundamente en el mar del conocimiento sin abandonar nunca la ética, la moral y la excelencia en todos los actos, como fin último de su vida profesional y privada. De este modo vemos cómo aún a tres siglos y medio de la desaparición física de René Descartes su pensamiento sigue vigente, porque el hombre que es en esencia mente y alma nunca dejará de dudar para buscar la verdad del conocimiento y aplicarla bien.

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