Oscar Grossmann Zamora – 23 de noviembre de 2015
La Metodología de Desarrollo de Escenarios, según la plantea Schwartz (1991)[1], podría ser una herramienta de conexión útil y práctica, un “eslabón” para facilitar discusiones que reúnan a ciudadanos y representantes de Partidos Políticos, para tratar de resolver “problemas difíciles por su complejidad”[2] que regularmente se plantean en toda comunidad, combinando así, Participación con Representación.
La obra de Schwartz proporciona conceptos, metodología y experiencias prácticas que permiten entender como describir escenarios futuros, y como esa actividad ha sido utilizada extensamente por militares, actores corporativos, activistas cívicos y actores políticos para generar “conversaciones estratégicas” que faciliten proyectos de cambio. La premisa fundamental de la metodología es la tolerancia entre los participantes de la discusión, y el reconocimiento de la incertidumbre como una motivación para el aprendizaje conjunto sobre los factores que podrían generar mayor impacto en los futuros posibles.
Acaso sea oportuno proponer que esa herramienta de discusión sea utilizada por los Partidos Políticos venezolanos para cumplir con una de sus funciones fundamentales en “Educación y Democracia”, en el sentido que indicado por Pérez Esclarín (El Universal, Nov 3, 2015) cuando señala : “Sin Tolerancia no hay Democracia” y “Educar para la Democracia implica Educar para la Incertidumbre”.
Pensar conjuntamente, hablar y escuchar, discutir, argumentar y describir escenarios futuros posibles, aplicando la metodología mencionada, puede ser un ejercicio útil para que los políticos de profesión que aspiran a ser Representantes interactúen con sus futuros mandantes y construyan legitimidad. Lo esencial es entender que una discusión estructurada, respetuosa de la diversidad de opiniones, pero recia en la argumentación, no solo facilita el aprendizaje conjunto, sino también el respeto y la confianza entre los participantes, y eso permite prepararse mejor para futuros posibles que, deseables o indeseables, son relevantes para todos.
Las narrativas asociadas a Escenarios Futuros Posibles son un poderoso vehículo para el aprendizaje en cualquier comunidad[3], y generan una especie de moderna “paidea activa… democrática”[4] mediante la cual se puede anticipar las consecuencias futuras de las decisiones y cursos de acción que se tomen en el presente. Intuir esa conexión entre la decisión y su consecuencia es esencial para desarrollar una Ética de Responsabilidad en los políticos, y fortalece los procesos de rendición de cuentas imprescindibles para una Democracia Representativa (DR), que constituyen el argumento fundamental en la valoración superior de la DR frente a la pretensión de mayor legitimidad de la Democracia Participativa (DP).
La utopía democrática idealizada por la DP otorga mayor legitimidad a las decisiones en las cuales todos los ciudadanos deliberan para lograr un acuerdo en el cual la mayoría impone su opinión. El paradigma de “participación directa de todos los ciudadanos” esgrimido por la DP, es muy poderoso frente a cualquier pretensión de lograr legitimidad por otra vía, y eso ha debilitado a los defensores de la DR a través de la historia. La defensa de la DR se ha fundamentado en los resultados perversos que han producido numerosas experiencias de DP en las cuales la “tiranía de la mayoría” [5] ha irrespetado Derechos Humanos individuales, y en las cuales prácticas demagógicas[6] y populistas[7], han sido utilizados hábilmente en procura de poder por individuos carismáticos irresponsables u oligarquías organizadas para su beneficio propio.
“La ley férrea de la oligarquía”[8] se ha ejemplificado en innumerables experiencias de una vanagloriada DP, en las cuales la convocatoria a una participación directa de todos ha sido manipulada por círculos de poder organizados que evitan la Rendición de Cuentas, “el control de la actividad de los gobernantes que fundamenta y legitima la DR”[9] , y esa “prueba de ácido” es casi imposible para la DP en la cual, generalmente, se diluyen las responsabilidades, se privilegia lo local y lo inmediato, y no hay como evaluar los resultados del desempeño, pues se ha denigrado, tanto de los políticos de profesión como de la “burocracia profesional”, el funcionariado experto sin el cual “gravitaría sobre nosotros el peligro de una terrible corrupción o de una mediocridad vulgar” como señaló Weber en su obra cumbre Economía y Sociedad.[10]
Debemos reconocer que los partidos políticos han diluido su capacidad de intermediar con los electores, han descuidado sus mecanismos de aprendizaje, relación con y entendimiento del entorno y necesitan recuperar su rol en la ”paidea democrática”; sus vasos comunicantes con la sociedad se degeneraron y padecen de un “problema de comunicación, de “nervios” como lo entendió Deutsch[11], y el aislamiento consecuente ha provocado una pérdida de legitimidad en sus representantes.
Citando a Castro Leiva (1999),”La nación tiene su conciencia escindida entre la mengua de su sistema político y el escepticismo sobre las posibilidades morales de la política como medio para regenerarlo”[12]. Los ciudadanos le han retirado su confianza a los partidos políticos, perdieron Fides, la confianza en quienes elegimos como nuestros representantes reconociendo su dignitas, cediendo en nuestra libertas y reconociendo su auctoritas, como describe Adcock (1959)[13] en referencia a quienes los romanos confiaban la dirección de los intereses públicos.
Para desarrollar legitimidad los partidos políticos deberían privilegiar las oportunidades de interactuar directamente en las comunidades, para entender su problemática, los factores que inciden en ella y las incertidumbres críticas que pueden afectar sensiblemente los escenarios futuros posibles. El dirigente político virtuoso deberá ser capaz de proponer y lograr la aceptación de cursos de acción que fortalezcan las capacidades para enfrentar esos futuros posibles, y estar dispuesto a rendir cuentas sobre sus decisiones presentes.
La vocación del Político requiere como indicó Maquiavelo en El Príncipe, de “intuición lúcida y resolución incansable”[14], la cual Weber[15] comparó con “horadar lenta y profundamente unas tablas duras “, y persistir, “dennoch (no obstante)” a lo largo de la vida de quien tenga “vocación para la Política”, sostenido fundamentalmente por una Ética de Responsabilidad por las consecuencias de su acción.
Para los Ciudadanos no “idiotas”, que si se preocupan por los asuntos públicos y se interesan en participar, y para los Partidos Políticos que pretenden representarlos con legitimidad, y para la salud de la Democracia Constitucional con base en un Estado de Derecho, hacen falta mecanismos de aprendizaje conjunto, de discusión tolerante que convoque a todos los interesados con sus diferentes perspectivas ante “situaciones problemáticas” en las cuales siempre se presentan opiniones distintas sobre cómo podríamos mejorar. La Metodología de Desarrollo de Escenarios es una opción práctica, que podría ser muy útil para propiciar esa Discusión Tolerante y Democrática.
[1] (Schwartz, 1991)
[2] (Kahane, 2004, pp. 1-2)
[3] Véanse experiencias en ese sentido en Suráfrica, “Los Escenarios de Mount Fleur”, o la experiencia de Colombia con “Destino Colombia”; www.generonconsulting.com, ( visitada 4 Nov,2015).
[4] (Castoriadis, 1966, p. tercero)
[5] (Tocqueville, 1966, pp. 250-253)
[6] (Bobbio, Matteucci, & Pasquino, 2000 Duodecima edicion;1981 Primera Edicion en espanol., p. 439)
[7] (Bobbio, Matteucci, & Pasquino, 2000 Duodecima edicion;1981 Primera Edicion en espanol., p. 1253)
[8] (Michels) (Bobbio, Matteucci, & Pasquino, 2000 Duodecima edicion;1981 Primera Edicion en espanol., pp. pp 1067-1068)
[9] (Bobbio & Viroli, 2002, p. 102)
[10] (Weber M. , Economia y Sociedad, 1922; Decimotercera reimpresion en 1999 de la Segunda edicion en espanol de la cuarta en aleman 1964, p. 1068)
[11] (Deutsch, 1980 Segunda reimpresion, p. 32)
[12] (Castro Leiva, 1999, p. 8)
[13] (Adcock, 1959,First edition as paperback 1964,Fifth printing 1972)
[14] (Giner,Salvador, 1975, novena edicion, p. 182)
[15] (Weber M. , La Ciencia como profesion-La Politica como Profesion, 2001,segunda edicion, p. 164)
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