Guillermo Ramos Flamerich – 20 de mayo de 2016
Todo indica que la etapa culminante está en pleno desarrollo. Estamos cruzando ese tortuoso y desesperado puente que no sabemos realmente a donde nos lleva. El desenlace se acerca, se aleja, somos incapaces de prever lo que pasará en una semana y lo peor de todo, no sabemos a ciencia cierta si podremos comer mañana. Porque la incertidumbre se ha regado a cada cosa que el venezolano haga, piense o diga. Eso sí, no podemos perder la fe en el futuro y eso solo se logra conquistando y doblegando este apocalíptico presente. La pregunta, otra vez, la eterna interrogante, ¿Cómo lo hacemos?
Lo de Nicolás Maduro son patadas de ahogado, pero no por estar ahogándose son menos patadas. No mide las consecuencias y si en 2013 decía “¡¿Qué pasaría si me vuelvo loco?!”, en 2016 ya no queda la menor duda de que cada vez que se dirige a la nación, lo hace como el principal enemigo de los venezolanos. Ni por un segundo existe en su discurso el más mínimo acto de contrición, de asumir fallas y de pensar no en un gobierno fallido, sino en un Estado y un sistema que no es capaz de salvaguardar ni respetar los derechos y deberes contraídos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999.
Maduro sigue denunciando conspiraciones y arremetidas en su contra. Busca que lo tumben. Busca la justificación para intentar quedar como un mártir, víctima de la reacción y del “golpe continental”. Pero Maduro nunca ha sido víctima, ha sido siempre el victimario. Mientras tanto sigue en conflicto contra una ficticia “Guerra económica”, la cual no ha podido vencer ni en una batalla. En el mundo de la ficción y la locura, su gobierno también se hunde.
La estrategia del PSUV-Estado es vender la idea de que la MUD fracasó, de que la Asamblea Nacional elegida el 6 de diciembre de 2015 naufragó por la incoherencia de su dirigencia. Pero, ¿Quiénes son los responsables de la Crisis Energética, de la violencia desatada, las empresas confiscadas, la escasez de productos básicos, la falta de insumos para hospitales, escuelas, universidades, de todas esas muertes diarias que se podrían evitar si se consiguiesen los medicamentos para tratarlas? ¿Quiénes son los corruptos y qué hicieron con tanto dinero público?
Estamos viviendo lo más parecido a un genocidio, silencioso, sin paredones de fusilamiento pero con “Zonas de Paz” y Pranes, sin campos de concentración pero con colas kilométricas para conseguir algo con lo cual no morirnos de hambre. Con una amenaza diaria desde las más altas esferas del poder, una burla, una humillación, un desprecio hasta el punto de querer eliminarte por el solo hecho de pensar diferente, mejor dicho, por pensar libremente.
El rol histórico del liderazgo de la Unidad en estos momentos es eso, demostrar que son líderes y que pueden dar lo mejor de ellos en conjunto con lo mejor de nosotros, los ciudadanos. Dejar por un momento cualquier ambición particular, dejar el miedo a un lado y cometer esa tarea, podríamos decir heroica, de conducir a toda esta crisis a una desembocadura pacífica y democrática. Si a Maduro lo resguarda la fuerza bruta, a los venezolanos, a nuestra dirigencia democrática, debe cubrirnos la astucia, la inteligencia y el objetivo de llevar a esta consumada autocracia al campo electoral. Un rol fundamental de la MUD hoy en día es no dejarse chantajear. Este tortuoso y desesperado puente nos debe conducir a la libertad.
Es difícil por estos días escribir con un tono optimista para Venezuela. Deseos no preñan, bien dice el refrán. Pero si esos deseos se convierten en el primer paso para vencer la desesperanza y convertir la frustración en lucha, bien valdrá la pena soñar y trabajar por Venezuela.
Hoy más que nunca es momento de demostrar nuestro compromiso y capacidad cívica para vencer este horror.
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