Carlos Carrasco – 30 de septiembre de 2016
Desde el año 2013, con la muerte de Hugo Chávez, inició un proceso de transición, que se extiende hasta la actualidad, cuyo centro del debate es la sostenibilidad de un sistema rentista-socialista, apoyado por el gobierno de Nicolás Maduro, versus un cambio democrático o de progreso, representado por la Mesa de la Unidad Democrática.
Más allá de evaluar las inconsistencias teóricas de ambos bandos respecto a ese debate o analizar la incapacidad de sus líderes para generar un proyecto nacional, resulta interesante observar cuál ha sido la respuesta de los jóvenes líderes ante esta transición, percibida más como una especie de estancamiento.
La primera respuesta, la gran mayoría de nosotros la conocemos: la diáspora. Emigrar de Venezuela es una opción que cientos de jóvenes toman cada mes, pensando en tener un mejor futuro y consolidar un proyecto de vida. Cuando hablas con aquellos jóvenes que se van, la frustración es la principal causa, no fueron venezolanos que ante la primera oportunidad se fueron. Por el contrario, la gran mayoría son ciudadanos que lucharon por tener un mejor país desde sus casas de estudios, trabajos, partidos políticos o votando por una opción que garantizara un mayor grado de bienestar. Pero al vivir un deterioro de la calidad de vida y una impotencia política por parte de aquellos líderes que prometieron un cambio positivo, la opción de irse se asoma como una segunda oportunidad, donde -tal y cómo le enseñaron a esa generación- a través del trabajo y la dedicación todo se puede lograr.
Esta primera respuesta no es buena ni mala. Criminalizar o vanagloriar la diáspora no contribuye al desarrollo del país. No obstante, es una realidad y es la materialización de una irresponsabilidad a nivel político por parte de los líderes de ambos bandos.
La segunda respuesta se debe dividir en dos etapas. Una etapa se vivió durante 2013-2014, donde los jóvenes que adversaban al gobierno de Nicolás Maduro y la crisis general salieron a las calles con un deseo profundo de cambio. Lamentablemente, no existió articulación social ni conducción política ante el reclamo juvenil. Esto se tradujo en frustración por parte de muchos jóvenes, cuya respuesta fue la que mencionamos en párrafos anteriores.
Sin embargo, otro grupo de jóvenes empezó a generar una reflexión crítica sobre las vivencias en las protestas, el entorno nacional, los partidos políticos y las necesidades sociales. Esto abrió otra etapa sobre cómo adversar al status quo imperante. Se empezaron a crear organizaciones de emprendimiento y de participación ciudadana al margen del trabajo de los partidos políticos. Se empezó a generar un nuevo tejido social, cuyo último fin es generar una sociedad más democrática de abajo hacia arriba.
Organizaciones creadas en los últimos años como MoviVargas, Red Joven Venezuela, Caracas Mi Convive, 1001 Ideas para Mi País, Caricuao Propone, Entre Política, Los Jóvenes Proponemos y Juventud Debate son algunos ejemplos de esta respuesta por parte de los jóvenes.
Quizás esta respuesta sea una indirecta a la clase política, ya que la creación de estas organizaciones es un semillero auto gestionado para una próxima generación de líderes. Esta respuesta al estancamiento tampoco es buena o mala, pero sí genera una garantía en el medio de un clima de incertidumbre, sobre todo para aquellos jóvenes que deciden quedarse en Venezuela.
La transición sigue en marcha. Cuando este período incierto llegue a su fin, el futuro de Venezuela dependerá de la respuesta de sus jóvenes, solo espero que el liderazgo político y social del país nos acompañe en esta tarea de reconstrucción.
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