Guillermo Ramos Flamerich – 25 de noviembre de 2016
En el barrio Motocross, al oeste de Maracaibo, los vecinos recibieron la mañana del miércoles 23 de noviembre con el llanto de una bebé prematura que era devorada por un perro. La madre la había dejado en una bolsa repleta de pellejos de pollo. El animal, al olfatear lo que podría ser su desayuno, la mató con sus colmillos en el acto. Casos así, terribles, deshumanizados, se repiten todos los días en esta Venezuela de la revolución. Se multiplican en la falta de alimentos y medicinas, en la violencia ya absurda, en la determinación de los que hoy abusan del poder de seguir allí, de imponerse entre las ruinas y nada más.
También nos ahoga el desamparo. Así como esa bebé echada a la basura, la gente común no se explica por qué quienes dicen representarla pasan del agite de las masas al silencio y olvido. No nos hablan claro, las explicaciones nos enredan más y lo que debería ser una jugada inteligente de combinar diálogo, presión popular y organización, solo ha funcionado como tregua para quienes cada día en Miraflores resulta una nueva victoria. Los que queremos construir una alternativa de país, diferente, mejor a esta realidad, sentimos que en el último mes la dirigencia de la Unidad nos ha echado a los dominios de una tribu caníbal. La misma que sigue devorándose no solo nuestros recursos, también nuestras expectativas y sueños.
La gente se está refugiando en vivir el día a día con lo que tenga, así no lo tenga. Sería injusto en estas líneas descalificar sin más a todos los políticos de la Unidad. No dudo de las buenas intenciones de la mayoría de los miembros de la oposición sentados en la mesa de diálogo. Pero escuchen, salgan y vean el país que se frustra, que es más cínico, a esa juventud que a pesar de la corta edad se está cansando de luchar, de seguir…
Los problemas son reales, estructurales y se requieren, empezando por el discurso, respuestas empáticas y directas. Necesitamos fortaleza con responsabilidad. Es muy fácil esperar para quien tiene la vida medianamente resuelta, para otros, el momento de hacer algo es ya.
Allí entra la organización. No se trata de hacer nuevamente un ultimátum poco creíble, de entramparse con promesas imposibles de cumplir. Se trata de hacer política de resistencia y avance, de tener una estrategia más allá de eso que a veces se dice: “lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo”. El cálculo es superior a un partido, a algunos cargos, a una suicida convivencia… Es asumir la responsabilidad histórica de esta hora, de invocarla tanto como sociedad, como individuos.
El 6 de diciembre de 2016 recordará al de 2015 con algo de nostalgia y mucha tristeza. El gobierno seguirá tratando de imponer nuevamente con el título de “excesivamente normal” en estas navidades. Ya vemos las coronas que han colocado por la Avenida Lecuna del centro de Caracas. Rodeadas de afiches que dicen: “Lo nuestro es la Navidad” y “Dale un parao al fraude”, parecen más coronas fúnebres que navideñas.
A muchos de nosotros nos toca seguir creyendo que todo esto es apenas un mientras tanto. Quizás coreando la canción Tin Marín de Alí Primera, cuando nos decía sobre la tragedia del Grupo Madera: “Solo se mojaron/Y en la orilla están/Secándose al sol/Pronto sonarán”: ¡El mejor momento de Venezuela tiene que estar próximo a llegar!
Categorías:Opinión y análisis
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