Guido Revete – 5 de mayo de 2017
En la Venezuela actual, no existe tal cosa parecida al socialismo. Podemos hablar de un maltrecho capitalismo de Estado, de claros rasgos estatistas, lo que se traduce en la generación de una notoria burguesía estatal. Sin embargo, y a pesar de lo observable en la práctica concreta, el gobierno sigue contando con un importante apoyo tanto de la izquierda internacional como de los partidos de la izquierda nacional.
Este fenómeno, en apariencia contradictorio, encuentra su razón de ser en distintos elementos: El primero de ellos radica en que el proceso histórico del chavismo, si bien nunca llegó a ser propiamente poscapitalista, sí planteó una notoria postura política contra el neoliberalismo, teniendo como máxima victoria el hundimiento del ALCA en Mar de Plata en el año 2005. Asimismo, ha mantenido un discurso antiimperialista a lo largo de los últimos 18 años de manera continua. Ambos elementos permitieron, en parte, abrir la puerta de acceso al resto de los proyectos progresistas, nacional-populares y de nueva izquierda en la región.
Un segundo punto viene dado, porque si bien en la actualidad las prácticas políticas del gobierno no son de izquierda, esto no significa que nunca lo hayan sido, además, una parte importante de la izquierda encuentra en el discurso del gobierno su posibilidad de militancia y existencia, así como las probabilidades reales de tener acceso a posiciones de poder que permitan ejecutar en mayor o en menor medida sus propios procesos de transformación. Este factor resulta clave, puesto que en ningún posible gobierno de lo que hoy representa la oposición venezolana, la militancia de los partidos de izquierda nacionales identificados abiertamente con el proceso de la Revolución Bolivariana se ven teniendo acceso, o al menos tendrían un acceso netamente marginal, al campo político de acción. Sin mencionar, que algunos de estos partidos y movimientos, se ven reflejados en los dolorosos casos de transiciones políticas de América Latina donde se planteó el exterminio directo de sectores populares identificados con el marxismo-leninismo.
Así, la izquierda que ha apoyado el proceso chavista, en la actualidad se ve envuelta en una cruel paradoja: Por una parte, de seguir apoyando abiertamente las prácticas del gobierno, se arriesgan a la desaparición de las posibilidades de concreción del proyecto en sentido histórico, en el mediano y largo plazo, por la condena social de asociar a la izquierda con las prácticas del gobierno en la actualidad. Por la otra, de fijar una postura abierta en contra de las prácticas del mismo, dada la situación de conflicto existencial de dos proyectos políticos encontrados entre el gobierno y la oposición venezolana, que la polarización política ha posicionado claramente, aunque en la práctica existan diversos matices, de una disputa entre la izquierda y la derecha nacional, perderían cualquier posibilidad de participación en el campo político en el corto y mediano plazo, sin poder saber si estén en la capacidad de una recuperación real para la participación activa en el largo plazo.
Esto, sumado al hecho que de quebrar lo que hasta ahora ha sido una fuerte unión indivisible a pesar de las diferencias, pone en riesgo la existencia del chavismo como corriente política aglutinadora de diversos factores sociales, que históricamente habían sido excluidos, y que son el sujeto histórico de estos componentes de la izquierda nacional.
En este escenario parece muy difícil, al menos por ahora, que exista una ruptura abierta entre el gobierno y los partidos y movimientos sociales de izquierda que se han identificado con el proceso chavista, lo que en apariencia parece una contradicción de la praxis, se trata realmente de un pragmatismo existencial.
Sin embargo, de no tomar una decisión pronta, que se refleje en la defensa de los postulados políticos, sociales y económicos de la cosmovisión de la izquierda, que sin duda irían en detrimento de las prácticas del gobierno en la actualidad, no sólo se arriesgan a su desaparición o exclusión de la participación política como propuesta de izquierda en el tiempo, sino que además, las demandas sociales de los sectores históricamente excluidos, que habían sido siempre representadas a través de estos partidos y movimientos sociales, al no quedar con una expresión clara, pueden terminar siendo abarcadas por sectores políticos que representen un signo completamente opuesto, pudiendo ver en cualquier expresión de “cambio radical”, su identificación política sin importar el signo ideológico y programático de esa propuesta como ha ocurrido recientemente en países como EE.UU, Inglaterra o Francia.
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