José Bucete
05 de octubre de 2017
En toda lucha, batalla o guerra, los escenarios son cambiantes, dinámicos y muchas veces impredecibles.
En Venezuela, sin duda alguna se está librando un gran lucha con dos visiones: unos quieren mantener el control institucional del país y mantener el poder a toda costa. No importa si eso conlleva la violación de la Constitución nacional o leyes generales. No importa si trae consigo sanciones internacionales contra funcionarios del Gobierno. No importa si más del 80% del país vive en el umbral de la pobreza más extrema. No importa si más de dos millones de connacionales han tenido que salir huyendo de las fronteras del territorio patrio. No importa si se vive con una de las inflaciones más altas del mundo, repercutiendo directamente sobre la calidad de vida de los venezolanos.
Otros quieren tomar el poder, tratan de cambiar el drama que viven los ciudadanos y hacer una reforma profunda de un modelo clientelar que quebró a la nación entera. Para lograrlo se han puesto como meta el encausamiento del país por el rumbo constitucional e institucional, cosa que hasta los momentos no ha sido alcanzada. La Asamblea Nacional de Venezuela sigue siendo desconocida por una Asamblea Nacional “Constituyente” que cada vez pierde más fuerza y resonancia en el país. Por si fuera poco, no gana absolutamente ningún aliado internacional.
El Gobierno ha decidido seguir su avanzada profundizando su poder mediático para enrollar a los partidos de oposición y generar las suficientes intrigas sobre los ciudadanos venezolanos, trayendo como consecuencia un gigante sentimiento de frustración, rabia y desmotivación. Ellos, el Gobierno, de todos los objetivos que se plantearon lograron dos: avanzar y conseguir a una sociedad desmotivada y desmovilizada, cosa que no representa para el Gobierno ningún tipo de obstáculo.
Los otros, la oposición, han decidido cambiar el libreto que se venía aplicando desde hace cuatro meses. Con sus razones o sinrazones, la estrategia cambia porque el escenario cambia, por eso la oposición decide tácticamente convocar al país a la organización ciudadana para movilizarse ahora para las urnas electorales y así elegir a los que serán, a partir del próximo 15 de octubre, los nuevos gobernadores de las entidades federales del país.
Esos cuatro meses de lucha activa en las calles de las diferentes ciudades, pidiendo que el país volviera a la constitucionalidad, no fueron en vano. Luego de tanta presión, interna y externamente, al Gobierno revolucionario no le quedó otra alternativa que decidirse a perder unos espacios tan importantes de poder como son las gobernaciones de estado, porque el Gobierno sabe muy bien lo que los estudios de opinión dicen sobre la posibilidad de que la oposición venezolana gane la mayoría.
Ahora bien, frente a la posibilidad de que una nueva debacle electoral le ocurra al Gobierno existen teorías que llaman al abstencionismo, pero que curiosamente no ofrecen otra alternativa. Hace días escuchaba a una dirigente decir: “a la dictadura se le enfrenta, se le combate, no se convive con ella”, cosa con la que estoy completamente de acuerdo. Cuando seguí escuchando el discurso para ver cuál iba a ser la propuesta para combatir al régimen observé que nunca llegó una propuesta alternativa, ni cómo, ni cuándo, ni dónde.
Hoy la sociedad venezolana se debate entre votar o no. Cuando los niveles de participación han ido en crecimiento, el Gobierno ha sacado como un as bajo la manga la posibilidad de un diálogo con la oposición. Más allá de los objetivos que tengan estos encuentros, buscan sembrar la duda en la psique del ciudadano, volver a desmotivarlo y desmovilizarlo, para aumentar la posibilidad de tener un control de pérdida en los próximos comicios.
Lo que se debe tener presente con este encuentro entre Gobierno y oposición es que es completamente distinto al anterior. Sin saber, por supuesto, los resultados que pueda tener, hay que empezar por ver que quien anuncia el encuentro es el canciller de Francia. Además hizo el anuncio bajo una advertencia: “Si el Gobierno no se sienta y cumple, se expone a serias sanciones de la Unión Europea”. Por otra parte, si bien es cierto que el señor Zapatero sigue siendo un impulsor del diálogo entre Gobierno y oposición, no es menos cierto que ahora la oposición trajo a sus garantes y los sentó en la mesa. Las sanciones y presiones al Gobierno no han cesado, a pesar del esfuerzo que hace con lobbys para evitarlas. La oposición sigue en su camino de ejercer presión. Hoy el Gobierno tiene dos ollas de presión pitando muy fuerte, una es la comunidad internacional dispuesta a seguir adelante, a no sacar a Venezuela de su agenda, a seguir imponiendo sanciones a funcionarios del gobierno y cada vez son más los países que lo hacen. La otra olla es la elección. Al venezolano, por naturaleza, le gusta votar porque es la forma más sencilla para castigar al que lo ha hecho mal, con lo que logra sortear los distintos mecanismos de control social que ejercen sobre él y porque es la forma con la que la mayoría tiene la oportunidad de expresarse y ser escuchado.
Sin duda alguna, el Gobierno nacional y la revolución socialista del señor Maduro están en un momento bien difícil para mantener el férreo poder que ostentan. A pesar de que voceros del oficialismo digan constantemente que no les importan las sanciones que el mundo les han impuesto, sí les importan, y mucho. Son muchos intereses políticos, económicos y hasta familiares.
Por razones como esta es que votar no puede ser un derecho simple, sino una obligación ciudadana. El voto es el poder del ciudadano.
Mientras haya un régimen que quiere coartar los derechos ciudadanos, cada espacio que se tenga para ejercerlos hay que usarlo: en la calle, en las oficinas, en el trabajo, en las universidades, en los gremios, y en las urnas electorales también.
Decía Aristóteles en su lógica: “El hecho de no implica que”, el hecho de un posible diálogo o de cualquier otro escenario, jamás será limitativo para ejercer el derecho al voto, porque si eso llegase a ocurrir Venezuela habrá perdido cualquier expectativa de cambio, pues todos serán iguales al Gobierno, quien huye de las elecciones. Votar no significa renunciar a la calle y a la protesta pacífica. Votar es tan sólo un escalón más de lucha, es otra forma de luchar y de protestar.
Dios bendiga a Venezuela.
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