

Félix Arellano
El proceso electoral en puertas solo presagia una agudización de la crisis compleja que estamos enfrentando, el mundo democrático reclama por unas elecciones, pero lo que está planteado podría ser la antítesis, en consecuencia, las perspectivas solo plantean deterioro, aislamiento, inestabilidad, mayor miseria. La comunidad democrática internacional rechaza las condiciones establecidas, de no haber cambios, que es lo más seguro, ya conocemos las consecuencias, se mantendrán e incrementarán las sanciones.
Las sanciones afectan al bloque al poder, pero para ser más efectivas se requiere que sean parte de una estrategia, recordemos, son un medio, no el fin. La hoja de ruta es importante y, en ese contexto, la coordinación con los esfuerzos internos y con otros actores internacionales, que operan en distintos planos, es decisiva. Teniendo en cuenta que no hay soluciones rápidas, ni quirúrgicas, ni fáciles; toda vez que no existen factores dispuestos, queda el camino, cuestionado, de la negociación. El Reino de Noruega ya conoce la complejidad del problema, tiene experiencia y tiene disposición, empero, pareciera que no existe voluntad en las partes.
Noruega debe estar atenta a la situación, y debería estar evaluando que un nuevo esfuerzo exigirá de algunos cambios. Se requiere trabajar un poco más la creciente fragmentación política interna, nuevos grupos en la escena, ¿habrá propuestas novedosas o solo juegos de poder? Por otra parte, se presenta como prioritario impulsar consultas, de bajo perfil, con los actores del escenario geopolítico mundial, como mínimo, contar con el respaldo activo de los principales aliados de la lucha democrática venezolana, también conviene establecer canales con los aliados de la revolución..
Estados Unidos ha sido un actor decisivo, pero complejo, varios voceros, diversas declaraciones, algunas contradicciones. Los halcones radicales de los primeros días del Presidente Trump en la Casa Blanca, generaron falsas expectativas y paralizaron otros esfuerzos. Inicialmente, la labor de mediación de Noruega fue menospreciada. Ya no parece ser el caso, tanto republicanos como demócratas comparten, que las sanciones son un medio para presionar a favor de una negociación para la transición democrática.
Para el proceso bolivariano la negociación ha representado ganar tiempo, manipular y dividir a la oposición democrática, que en algunas oportunidades no ha asumido responsablemente el reto y, en estos momentos, de gran fragmentación, no se aprecia unidad en torno a la posibilidad de retomar la mesa, no para un diálogo de sordos, sino para una negociación efectiva. La palabra negociación genera resistencias en el país; empero, no se aprecian otras alternativas y la realidad avanza en constante deterioro.
El sector oficial no está ganando al pasar el tiempo. La elección ampliamente rechazada no ofrecerá legitimidad, por el contrario, la mayoría de los gobiernos democráticos se inclinarán por una mayor presión. Sus aliados más relevantes manejan el tema venezolano como parte de su portafolio geopolítico, Venezuela resulta una ficha en sus juegos y, por cierto, no es la más relevante. Los aliados geopolíticos están apoyando, pero no son incondicionales, tienen otras prioridades que pueden desplazar el apoyo al proceso bolivariano.
Las posibilidades de encontrar salvavidas económicos, como han sido en diversas oportunidades India, Turquía, ahora Irán, se están agotando. Está resultando dramático encontrar abastecedores de gasolina. Rusia hace ruido, pero no tiene mayor fuerza financiera. China está enfrentando serios problemas económicos y políticos y su prioridad son las negociaciones con el norte.
Para Miraflores negociar no es una opción despreciable, ni descabellada. Además, es una negociación, no una capitulación. Negociación implica concesiones, realidad que no agrada a las perspectivas maniqueístas. Los grupos más duros no toleran las concesiones, pero en toda negociación se presenta la metáfora de “tragarse un sapo”, a los fines de lograr objetivos superiores de paz y convivencia.
Para algunos sectores de la oposición democrática la negociación está vetada, representa jugar al ritmo del proceso bolivariano y consolidar su poder. Todo pareciera indicar que no existe real voluntad en las partes, al menos es el discurso. Ahora bien, con el correr del tiempo todos estamos perdiendo, principalmente la población que se empobrece de forma acelerada, como lo ha demostrado la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovid).
En este contexto, puede ser conveniente destacar en el país, algunos elementos de la interesante información que presenta el estudio “Negociaciones de paz 2019: análisis de tendencias y escenarios”, elaborado por la Ecola de Cultura de Pau, de la Universidad de Barcelona, que registra como la negociación en sus diversas modalidades, con mediación, facilitación, acompañamientos, directas; se están presentando como la opción efectiva, en un gran número de conflictos locales o internacionales.
El estudio en referencia registra 50 procesos de negociaciones en el 2019, 19 de ellos en África, 12 en Asia, 7 en Europa, 7 en el Oriente Medio y 5 en América (incluye a Venezuela por la mediación del Reino de Noruega). De los 50 casos que registra el estudio, 22 se desarrollan bajo la mediación de las Naciones Unidas.
La negociación constituye un camino difícil, lleno de obstáculos, pero ha sido la opción más eficiente en la mayoría de los conflictos. La grave situación venezolana exige de todas las partes un mínimo de reflexión y prudencia para permitir que Noruega pueda realizar un nuevo esfuerzo que requiere del apoyo activo a nivel nacional e internacional.
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