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El golpismo en Latinoamérica y el secuestro del lenguaje

José Ignacio Guédez Yépez

Presidente de la Asociación Causa Democrática Iberoamericana

Desde el primer momento en que se conoció la invasión de los manifestantes bolsonaristas a varios edificios públicos en Brasilia, incluyendo el Congreso de Brasil, los medios de comunicación internacionales calificaron el hecho como un “golpe” durante su cobertura estelar. Pero estos sucesos, que sin duda merecen todo el rechazo por tratarse del desconocimiento al sistema democrático de un país, también ponen en evidencia la manipulación comunicacional de una élite que solo condena abusos y delitos cuando provienen de la derecha, invisibilizando y hasta legitimando los mismos hechos cuando provienen de la izquierda.

Llamar “golpe de Estado” a una manifestación pública que actúa de forma vandálica sin contar con un apoyo militar, es de por sí debatible. En todo caso, se trataría de un llamado popular a un golpe de Estado. Un llamado que no ha surtido efecto gracias a la institucionalidad de las Fuerzas Armadas de Brasil, así como tampoco generó ningún efecto en Estados Unidos, cuando pasó algo similar. De hecho, tanto en Brasil como en Estados Unidos gobiernan Lula y Biden, respectivamente, y sus mandatos no se han interrumpido ni un segundo. Tanto Trump como Bolsonaro entregaron el poder y se fueron, más allá de las responsabilidades que puedan tener como alentadores de esas revueltas populares tan dañinas para la convivencia democrática.

Sin embargo, los medios de todo el mundo no dudaron en calificar lo sucedido en Brasil como un  “golpe de Estado”, con una contundencia que no se vio con el decreto de Castillo para abolir el Congreso en Perú, o cuando Maduro ordenó a sus turbas invadir la Asamblea Nacional de Venezuela, secuestrando y agrediendo a los diputados, sucesos estos que sí fueron perpetrados desde la oficialidad con abuso de poder. Y es que parece que solo es “golpe” si es contra la izquierda, en caso contrario se llama rebelión o revolución. Pero golpista fue Hugo Chávez, quien lideró una sublevación militar sangrienta en Venezuela, con el fin de derrocar y hasta matar al presidente electo democráticamente Carlos Andrés Pérez. Aún así eso no le impidió convertirse en una referencia mundial para deleite de esos mismos medios que hoy se indignan.

Para la élite cultural occidental, ni Hugo Chávez fue golpista, ni Fidel Castro fue dictador, ni el Che Guevara fue terrorista. Todos esos calificativos están reservados exclusivamente para la derecha, de la misma forma que se condena solo el genocidio fascista y nunca el genocidio comunista. Incluso los términos “totalitarismo” y “populismo” han sido secuestrados por esta dictadura del lenguaje para encasquetárselos a un solo bando. Nos parece bien que se caracterice y condene el extremismo de derechas, el problema está en que el uso interesado y selectivo de los términos, invisibiliza el sufrimiento de millones de personas que no son consideradas ni siquiera víctimas, al no tener nombres los crímenes de sus verdugos. Por eso es que importa mucho más los disturbios en Brasil, donde Lula seguirá siendo presidente y prevalecerá la democracia, que los ajusticiamientos en Irán o la persecución atroz y falta absoluta de Estado de derecho en Cuba, Nicaragua y Venezuela.

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