
José G Castrillo M (*).
Podemos catalogar el año 2022 como un punto de inflexión, en el que explícitamente las rivalidades geopolíticas, que se vienen gestando en la última década, explotaron en una primera instancia. Luego del predominio geopolítico de Estados Unidos, desde la caída del Muro de Berlín en 1991, nuevos y viejos actores geopolíticos, están dispuestos a desafiar y confrontar a la potencia dominante, en función de hacer reconocer sus intereses nacionales en el contexto internacional, el cual viene experimentando un cambio profundo o disruptivo: la transición de un orden unipolar hacia uno pluripolar.
Tres eventos han marcado ese punto de inflexión: la invasión rusa a Ucrania, la tensión Estados Unidos –China y la búsqueda de autonomía estratégica frente a los grandes rivales geopolíticos (EUA, Rusia, China).
La invasión rusa a Ucrania: el 24 de febrero de 2022, después de varios meses de tensiones militares en la frontera rusa-ucraniana, el presidente Putin, luego de hacer un conjunto de exigencias a Estados Unidos, la OTAN y Ucrania, entre las que destacan la garantía que este último país no ingresara a la OTAN, invade dicha nación, alegando que su objetivo era “desnazificar, desarmar y proteger los rusosparlantes” ubicados en la región ucraniana del Donbás.
En esta guerra, están involucrados rivales geopolíticos tradicionales EE.UU-OTAN vs Rusia, por Ucrania, país clave para cada uno de esos actores confrontados. Ucrania es un Estado pivote y bisagra entre Europa y Rusia. Para Moscú, la independencia de Ucrania, su acercamiento a la Europa Occidental y se incorporación a su organización militar colectiva (OTAN), es una amenaza a su seguridad nacional.
Este país, al igual que otros que formaban parte de la extinta URSS, logra su independencia en 1991, mediante un referéndum popular donde el 90% de los votantes apoyó el SI.
Con la invasión rusa, la independencia de Ucrania está amenazada y su viabilidad como Estado en peligro. Las críticas rusas a la expansión de la OTAN son legítimas, pero su decisión de invadir, ha aumentado el miedo al coloso ruso por parte de sus vecinos, antiguos miembros de la extinta Unión Soviética, acrecentando la posibilidad de una nueva confrontación entre Europa y la Federación de Rusia. De relaciones de complementariedad energética entre Europa y Rusia pasamos a rivales geopolíticos confrontados, indirectamente, en suelo ucraniano.
Vuelve la guerra a Europa y no sabemos cómo podrá terminar y cómo se reestablecerá la seguridad colectiva en ese espacio geopolítico.
La tensión Estados Unidos-China:
Desde la normalización de las relaciones políticas, diplomáticas y comerciales entre Estados Unidos y China en 1972, durante la administración de Richard Nixon, las tensiones se habían reducido. El imponente desarrollo económico de China con su política de reforma y apertura, es legado de esa decisión política de reestablecer relaciones. Ambas naciones consolidaron una intensa relación económica-comercial, que ha sido de mutuo beneficio y, por la cual, las tensiones geopolíticas quedaron relegadas, especialmente el asunto de Taiwán. Hasta entrada la década del 2000, los lazos económicos binacionales estaban por encima de las diferencias políticas y geopolíticas. Estados Unidos propició el ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio.
A medida que China se convirtió en una gran potencia económica, se hizo más asertiva en términos geopolíticos, chocando con los intereses geopolíticos de Estados Unidos en el Asia-Pacífico.
En el año que culminó, Estados Unidos declaró a China como la única nación con la intención de remodelar el orden internacional, contando con el poder económico, diplomático y militar para avanzar en ese objetivo.
Del otro lado, China percibe como un riesgo a su seguridad nacional la presencia militar de Estados Unidos en su periferia marítima en el estrecho de Taiwán.
Las relaciones chino-estadounidense basadas en la complementariedad económica, se transforman en rivalidades tecnológicas y geopolíticas a nivel regional y global.
La búsqueda de autonomía estratégica frente a los grandes rivales geopolíticos:
En 2022, hemos sido testigos de acciones por parte de algunos Estados que procuran deslastrarse de sus alianzas tradicionales e históricas con una potencia determinada. Ello como necesidad de ampliar sus relaciones políticas y económicas, en función de sus propios intereses nacionales. En tal sentido, cabe destacar la decisión de la OPEP de reducir la producción de petróleo en 2 millones de barriles, acordada con Rusia, en el marco de la crisis energética generada por la guerra en Ucrania. La mayoría de los miembros de la OPEP, encabezada por Arabia Saudita, son aliados históricos de los Estados Unidos, potencia que les ha garantizado protección militar a cambio de la regulación del mercado petrolero. Estados Unidos criticó la medida.
Hoy muchos países desean tener más autonomía estratégica frente a los designios de las grandes potencias, lo que supone el establecimiento de alianzas y acuerdos con rivales de sus aliados naturales. Entre estas naciones destacan Arabia Saudí, India, Turquía, Irán, Sudáfrica, Israel y Brasil, que buscarán hacer prevalecer sus intereses nacionales en el marco de las rivalidades sistémicas de los grandes jugadores geopolíticos como Estados Unidos, China y Rusia.
El 2022 fue un año muy intenso en el contexto geopolítico global.
(*) Politólogo /Magister en Planificación del Desarrollo Global.
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