
José G Castrillo M (*)
En los últimos tres décadas hemos sido testigo de los procesos de democratización de las mayorías de las sociedades en todos los continentes, procesos que no han estado exentos de retrocesos o tropiezos en ese largo camino de evolución de sistemas políticos dictatoriales /autocráticos a democráticos o plurales.
Las sociedades actuales son complejas, diversas y plurales, en términos generales, y han venido batallando mediante distintas formas de lucha política contra el poder despótico del Estado. Aquellas sociedades que han consolidado formas de lucha contra el abuso del Estado y de sus élites de poder, lograron mantener el equilibrio dinámico entre la sociedad y el Estado, permitiendo democratizar sus sistemas políticos.
La sociedad organizada en gremios profesionales, asociaciones de productores/empresarios, sindicatos, asociaciones de mujeres, planteaban problemas, demandas y necesidades al Estado, que los procesaba y resolvía a través de un conjunto de acciones o políticas públicas. El Estado es la entidad jurídico-política que procesa las demandas sectoriales de la sociedad, reconociéndolas como legítimas para mantener el orden político, sumando sus intereses al sistema político, mediante un proceso de agregación de esos intereses, en forma progresiva.
Desde la sociedad, se reconocía la legitimidad del Estado como encarnación del poder público que, ejerce el monopolio de la violencia política para garantizar la paz social, legisla en función del bienestar colectivo y ofrece servicios públicos, que facilitan la vida en común.
Los partidos políticos son las instancias legítimas que median entre la sociedad y el Estado para construir un orden político, económico y social plural y democrático, donde la competencia por el poder estaba regulada para evitar la violencia política. Los medios de comunicación formaban parte de los guardianes del orden político y filtraban a los grupos y facciones radicales que podían amenazar la gobernabilidad democrática.
Había una especie de acuerdo tácito entre las institucionales sociales y las políticas para evitar las ideas extremas o radicales que pusieran en tensión el orden político dominante.
La política y democracia se dieron la mano en un contexto de progreso económico, equilibrio y movilidad social ascendente, donde el respeto y la tolerancia política fueron una fórmula de éxito. El Estado, los partidos políticos, los medios de comunicación, la sociedad y sus organizaciones sociales, lograron construir un sistema político plural y de democratización creciente. La democracia como el régimen político se impuso y mantuvo el orden, reconociendo la pluralidad y diversidad social: el consenso político fue crucial.
Los líderes políticos y sus partidos asumieron, responsablemente, la conducción de la política y el poder público, apelando a la moderación. Pero como todo orden o sistema sufre presiones internas y externas que lo inducen a transformarse para adaptarse a las nuevas demandas y necesidades a los fines de mantenerse en tiempo y espacio. En tal sentido, la revolución de las comunicaciones, la internet y las redes sociales ha tenido un impacto en la política, como el ejercicio del poder para conducir la POLIS (la vida en comunidad), y sobre la democracia, como el régimen de gobierno, donde se reconocen los intereses de las mayorías y de las minorías.
El ejercicio de la política y la forma de crear y modelar la opinión pública, dejó de ser monopolio de los políticos profesionales y de los medios de comunicación, gracias a la revolución de las comunicaciones. Las redes sociales se erigieron como el espacio para la discusión y democratización de la información. Con las redes, las ideas y opiniones se aceleraron y millones se conectaron.
Los políticos viendo el potencial de las redes sociales como caja de resonancia de sus ideas y propuestas, se lanzaron a conquistarlas para ampliar sus bases de apoyo. Unos las han utilizados responsablemente. Otros, las han usado en forma irresponsable, presentando visiones políticas de cómo abordar los problemas del complejo mundo de hoy, con ideas simplistas y peligrosas: los populistas de todo el espectro ideológico las usan para polarizar, estigmatizar, confrontar y dividir a la gente, para sacar provecho político, dejando a un lado el sentido político del bien común, de la tolerancia al diferente, del respeto a las minorías.
Hoy el reto político más relevante es que saquemos lo mejor de la democratización tecnológica de la comunicación y la información, expresada en las redes sociales. Los políticos responsables deben ser agentes pedagógicos de socialización, manteniendo un discurso, en medio de la turbulencia, incertidumbre, conflicto y complejidad, que convoque a la unidad, a la tolerancia, al respeto a las ideas de los otros. En fin, deben trabajar para que los ciudadanos entiendan la necesidad de la tolerancia y el respeto a la pluralidad política como las bases fundamentales para que una sociedad sea realmente democrática.
El derecho a la información seria y responsable es una necesidad política estratégica en un mundo de inmediatez y de circulación de ideas tribales, simplificadoras y polarizantes que atentan contra la democracia y la idea de comunidad política. Los actores políticos y los líderes de opinión deben aportar su grano de arena para alcanzar ese objetivo, evitando así las terribles simplificaciones de los populistas que surfean las olas del malestar a través de las redes sociales.
(*) Politólogo / Magister en Planificación del Desarrollo Global.
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