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Todos nosotros vs. el fraude electoral

Foto de José Altuvez / Oficina de Prensa de María Corina Machado / AFP

Aunque la esperanza del cambio político sigue firme a dos meses de la elección presidencial, es mucha la incertidumbre sobre un proceso en el que la única certidumbre hoy es que el gobierno tiene perdida la elección, pero, como ya los conocemos, nadie está seguro de lo que pasará

Benigno Alarcón Deza

En la calle se respira optimismo en torno a la posibilidad de una transición a partir del 28 de julio, pero no se puede ocultar que también hay mucha incertidumbre en torno a lo que puede pasar en los próximos 70 días, durante el día de la elección, y entre el día siguiente y el 10 de enero, día en el cual debe iniciar funciones el nuevo gobierno.

Todo el mundo está a la expectativa de lo que puede hacer un gobierno que sabe que no está en su mejor momento, que no cuenta con el apoyo popular y que no está ganado a entregar el poder. Y en ese sentido, es indispensable que la dirigencia política esté preparada para enfrentar cualquiera de los escenarios, entre los cuales destaca la posibilidad de un fraude electoral.

Y aunque muchos criticarán que se escriba de manera abierta sobre esta posibilidad, porque supuestamente eso puede hacer que la gente no vote, no es verdad que la gente vote porque confía en el proceso, en la buena fe del gobierno, o en el Consejo Nacional Electoral (CNE). La gente vota, a pesar de su desconfianza, cuando confía en el liderazgo porque sabe que sobreponerse al ventajismo y a las trampas depende de nosotros mismos.

Pero para derrotar un posible fraude, es necesario saber cómo se produce el fraude. Es necesario estar consciente de que la elección no solo es lo que ocurra el 28 de julio, sino también tiene que ver con lo que pasa antes, el mismo día de la elección, y después de que cierran las mesas de votación.

Antes de la votación

En un principio el gobierno apostó a desanimar y desmovilizar a la población, mediante la inhabilitación política de María Corina Machado, y tratando de sabotear una Primaria muy exitosa, gracias al esfuerzo y la buena voluntad de la gente, en la que María Corina Machado fue elegida, a pesar de su supuesta inhabilitación, por un amplísimo margen para representar a la oposición en la elección presidencial. Posteriormente, se intentó anular la Primaria a través del Tribunal Supremo de Justicia, pero la sentencia nunca se publicó, y hacerlo hoy no tendría ningún efecto político.

Otra táctica para intentar dividir a los votantes ha sido la fabricación de candidaturas alternativas de “oposición”, echando mano de figuras políticas fracasadas pero cooptadas a las que se les facilitan espacios en medios de comunicación y recursos para sus campañas, así como el control sobre las tarjetas de partidos intervenidos judicialmente.

Luego, durante el lapso de postulaciones de candidatos para las presidenciales fue el gobierno –a través del CNE- el que decidió quién podía postularse, no permitió la inscripción de María Corina Machado ni de quien había sido designada para representar su propuesta, Corina Yoris, en un intento por hacer que la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) implosionara, y que eso llevara a un llamado a la abstención o al surgimiento de varias candidaturas, como la de Rosales que solo contaba con el apoyo de tres partidos (Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática y Movimiento por Venezuela), con lo que el voto se dispersaría. Afortunadamente, la sensatez se impuso y se logró un acuerdo entre los diez partidos de la Unidad para inscribir a Edmundo González Urrutia como el candidato unitario.

También forman parte del fraude antes de la elección, todo lo que ya se ha hecho para reducir la competitividad de la oposición, las irregularidades ocurridas con el Registro Electoral, dentro y fuera del país. La cifra oficial refiere que solo pudieron inscribirse unos 650 mil nuevos votantes dentro de Venezuela; mientras que en el exterior fueron apenas 6.500 personas adicionales, lo cual resulta ridículo si se le compara con las 300 mil que logró inscribir la Comisión Nacional de Primaria, sin recursos ni oficinas, en octubre de 2023 y, más aún, si se toma en cuenta que hay alrededor de 4,5 millones de migrantes en edad de votar.

Hay que añadir, como parte de esta estrategia para intentar minar a la oposición, el efecto de las detenciones de dirigentes clave del comando de campaña de Vente Venezuela, y de otros que hoy continúan trabajando con la moral alta, pero con las limitaciones que impone el estar asilados en la embajada argentina; así como las acciones de censura que se imponen mediante el cierre de medios, y las prohibiciones de entrevistas en televisión y radio a líderes opositores, entre ellos la líder principal de movimiento: María Corina Machado.

Como se puede ver, estamos ante una campaña electoral presidencial atípica, en la que el candidato oficialista luce solo, intentando mostrarse acompañado en manifestaciones masivas que, gracias a la travesura de alguien que ha sido llevado obligado o mira desde la distancia, se registran videos, que luego se hacen virales, en donde se aprecia el montaje de tomas en las que no participan más que un puñado de personas que ponen en evidencia la soledad de quien ocupa Miraflores. Mientras, en la acera de la oposición, María Corina Machado –que no es la candidata, pero lidera el proceso- arrastra multitudes por donde pasa, como ocurrió recientemente en los estados Portuguesa, Zulia, Trujillo y Aragua, siempre llamando a votar por el candidato Edmundo González.

Durante y después de las votaciones

En la dinámica de la movilización y organización de la Unidad para el día de la elección, hay que recordar que el coordinador electoral en el comando de campaña, Humberto Villalobos, permanece asilado en la embajada argentina y eso le resta cierta operatividad. Se ha planteado como meta contar con 600 mil miembros de mesa, un número difícil, pero no imposible de lograr, aunque unas 160 mil personas bien distribuidas son suficiente para cubrir las 60 mil mesas de votación con al menos un principal y un suplente.

Por su parte, es de esperarse que el régimen movilice un número importante de votantes al final del día de la elección, recurriendo a la demora en el cierre de determinados centros para ir a la denominada “operación remate”, llevando obligada a gente que hasta entrada la tarde no ha asistido a su centro para votar, como han hecho con procesos previos, aunque lo que no pueden controlar es por quién se vota, y sabemos que mientras más personas voten, más amplia será la ventaja y mayor la probabilidad de que la oposición pueda imponerse con un número incuestionable.

Asimismo, es importante revisar qué pasa antes y después de apretar el botón de envío de las actas. La reducción final de votos puede darse cuando aún no se ha apretado el botón que envía los resultados a la Sala de Totalización del Consejo Nacional Electoral, si hay máquinas que fallan y se dan de baja. Allí la presencia de la mayor cantidad de gente en el cierre de las mesas, la trasmisión de la data y las auditorías son la clave para evitar un fraude, porque después de que se aprieta el botón es difícil cambiar el resultado.

Otras amenazas

Quizás, la mayor amenaza está representada por una eventual eliminación de la tarjeta de la Unidad, lo que implicaría una de las más graves violaciones a los acuerdos de Barbados y a la integridad electoral del proceso, que no podría ya considerarse sino como el robo de la elección.

La gravedad del asunto radica, además de lo que implica en términos de impedir la participación de la oposición, en que ya no se podrían hacer cambios en lo que refleje la pantalla que visualizará el elector. Si se elimina la tarjeta de la Unidad, esta seguirá apareciendo, lo que puede causar equivocaciones y/o confusión. En ese caso, los votos por la Unidad serían nulos, lo que implicaría una pérdida sustancial de electores sino somos capaces de informar a todos, por todos los medios disponibles, sobre cómo votar. Esto podría provocar una elección en la que los votos nulos sean mayoría, lo que arrastraría consigo la validez y legitimidad del proceso, en este caso la lógica impondría, en condiciones democráticas, la necesidad de repetir la elección.

Asimismo, la eliminación de la tarjeta de la Unidad podría producir un aumento significativo de la abstención entre quienes conocen de su eliminación y se niegan a votar en otra tarjeta, o consideran que votar ya no tendría sentido.

De allí cobra cada vez mayor importancia la observación electoral nacional e internacional, y es por ello por lo que el gobierno ha venido poniendo trabas para que este proceso de supervisión exista, como acaba de ocurrir con la decisión de la Asamblea Nacional de solicitar al CNE que desestime la presencia de la Unión Europea como institución observadora.

TODOS NOSOTROS VS. EL FRAUDE ELECTORAL

En medio de una situación donde lo único seguro es la incertidumbre, es necesario que los partidos de la Unidad y todos nosotros estemos unidos y preparados para dar respuestas a cada uno de estos posibles escenarios.

Uno de los aspectos cruciales en cada rincón del país es la formación de testigos de mesa, la conformación y reforzamiento de los comanditos y el 600K, así como la movilización que se requiere para garantizar la defensa del voto. Es importante que TODOS nos involucremos, nos sumemos a los equipos que se están organizando en cada rincón del país y exijamos a quienes coordinan estos procesos que agilicemos la marcha. Estamos a dos meses de un proceso que puede cambiar el futuro del país. Todos tenemos un rol y quienes entorpezcan y no ayuden deben abrir paso a quienes quieren y pueden trabajar.

Otro tema clave es reforzar la estrategia comunicacional, cada uno de nosotros debe convertirse en portavoz de los mensajes para tratar de convencer a quien tenga dudas de que vale la pena votar, debemos generar expectativas positivas sobre la factibilidad del cambio político si TODOS participamos y nos involucramos. Hay que derrotar la estrategia comunicacional del gobierno que busca sembrar la desesperanza e incrementar las dudas y la abstención de quienes demandan un cambio político.

Asimismo, es crucial advertir y proyectar hacia la comunidad internacional democrática lo que está en juego en esta elección y los posibles escenarios que podrían presentarse para alterar los resultados electorales. En ese sentido, debe exigirse la presencia de observación internacional plena, mediante la participación de la Misión de Observación Electoral de la UE, así como de Naciones Unidas y el Centro Carter. Así mismo, debe garantizarse la presencia de Brasil, Colombia, y otros países que parecieran estar conscientes de lo que aquí está en juego. Cuando algunos países de la comunidad internacional se debaten, lamentablemente, entre normalizar relaciones con el gobierno o apoyar la democracia Venezuela, les recordamos que no les pedimos más que lo que el mundo hizo por muchos de sus países para que hoy pudieran vivir en democracia.

Como decía Samuel Huntington: “Un régimen democrático es instalado, no por tendencias, sino por personas. Las democracias son creadas, no por causas, sino por causantes.” Hoy, más que nunca, el cambio político es posible, hagámoslo realidad con el esfuerzo y compromiso de TODOS NOSOTROS.

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