Pedro González Caro – 7 de abril de 2017
“Ser valiente no requiere cualidades excepcionales. Es oportunidad que a todos se ofrece. A los políticos especialmente”.
John Kennedy
En los últimos días, en Venezuela se han producido algunos eventos que dan cuenta de un gran valor por parte de quienes han sido sus protagonistas, muchos de ellos políticos que enfrentan decididamente el autoritarismo desbocado con el que el régimen que actualmente gobierna Venezuela pretende imponer su voluntad a los ciudadanos.
La valentía está asociada al heroísmo, la gallardía. Cuando una persona es valiente, logra vencer sus temores o dudas y actúa con decisión y firmeza. El valor entonces es una virtud, que ha sido entendida como el hábito que se hace posible por haber previamente en ella una potencialidad, una capacidad de ser de un modo determinado, éticamente aceptado.
Puede decirse que la valentía es una virtud del ser humano para llevar adelante una iniciativa a pesar de las dificultades y los impedimentos. Estas trabas generan miedos que son superados gracias a la valentía y el coraje.
San Agustín dice que la virtud es una buena cualidad de la mente mediante la cual vivimos derechamente y que Dios produce, a veces, en nosotros sin intervención nuestra.
El Estado venezolano ha sido diseñado y consagrado en nuestra constitución como un Estado Federal que se define como descentralizado, para así expresar la voluntad de transformar el anterior Estado centralizado en un verdadero modelo federal con las especificidades que requiere nuestra realidad. En todo caso, el régimen federal venezolano se rige por los principios de integridad territorial, cooperación, solidaridad, concurrencia y corresponsabilidad que son característicos de un modelo federal cooperativo, en el que las comunidades y autoridades de los distintos niveles político-territoriales participan en la formación de las políticas públicas comunes a la Nación, integrándose en una esfera de gobierno compartida para el ejercicio de las competencias en que concurren. De esta manera, la acción de gobierno de los municipios, de los estados y del Poder Nacional se armoniza y coordina, para garantizar los fines del Estado venezolano al servicio de la sociedad.
En este sentido en la constitución, en primer lugar, se consagra la conocida distribución vertical del Poder Público: Poder Municipal, Estadal y Nacional; colocados en este orden según su cercanía con el ciudadano, sujeto protagónico de este modelo de democracia participativa. Por otro lado en lo referente a la distribución horizontal del Poder Público Nacional en Venezuela se han incorporado, además de los tres poderes tradicionales, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, los denominados Poder Electoral y Poder Ciudadano.
A fin de garantizar el correcto funcionamiento del Estado, el texto de nuestra constitución ha establecido el principio restrictivo de la competencia, según el cual los órganos que ejercen el Poder Público sólo pueden realizar aquellas atribuciones que les son expresamente consagradas por la Constitución y la ley. Todas las personas y los órganos que ejercen el Poder Público están sujetos a la Constitución con lo cual queda establecida la responsabilidad única y personalísima del ejercicio del poder, quedando entendida la responsabilidad individual como consecuencia del ejercicio del Poder Público, que abarca tanto el abuso de poder, la desviación de poder, así como la violación de la Constitución y la Ley.
Justamente aquí quiero detenerme para enlazar la realidad venezolana de hoy con la máxima de JFK. La Fiscal General de la República, Dra. Luisa Ortega Díaz, se pronunció recientemente en contra de las sentencias 155 y 156 emitidas por el Tribunal Supremo de Justicia, las cuales no solo despojaron de sus funciones a la Asamblea Nacional sino que le otorgaron “poderes especiales” al presidente Nicolás Maduro, “Se evidencian varias violaciones del orden constitucional y desconocimiento del modelo de Estado consagrado en nuestra Constitución”, señalo la funcionaria.
“Ser valiente no requiere cualidades excepcionales. Es oportunidad que a todos se ofrece. A los políticos especialmente”. Kennedy nos advierte que la valentía no es una característica especialmente diferenciadora en los ciudadanos y menos para aquellos que en el ejercicio de la función pública tienen la responsabilidad de velar por el fiel cumplimiento de la constitución y la ley. Sin embargo en su máxima subyace el valor de la virtud y el honor que deben ser faros que señalan el camino recto y seguro en el mar de la democracia.
Entonces, siendo que la Fiscal General de la República, ha demostrado valentía al vencer sus temores o dudas y actuó con decisión y firmeza para denunciar públicamente un hecho claro, según su propia apreciación, de violación de los preceptos constitucionales por parte de diversos entes y personas responsables del ejercicio del poder público, no me queda más que preguntarme: ¿Qué debe ocurrir para que su valentía se convierta en virtuosismo y proceda a ordenar y dirigir la investigación penal de la perpetración de los hechos punibles para hacer constar su comisión con todas las circunstancias que puedan influir en la calificación y responsabilidad de los autores?
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