Espacio plural

Transición a la democracia

Foto: AFP

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Isaac Casado –  21 de julio de 2017

Nuestro país atraviesa hoy la crisis política, económica y social más compleja de nuestra historia Republicana. Salta a la vista el alto índice de desempleo y pobreza, se siente en el ambiente y escuchan a diario anécdotas vinculadas a los altos índices delictivos. Se ve en mercados y farmacias no solo la ausencia de alimentos y medicamentos, sino la desesperanza de quien acude a buscarlos probando suerte. Es casi un acuerdo nacional que la situación es dantesca.

Llegamos aquí por razones ya conocidas. Demagogia, corrupción, indolencia, abuso de poder, ineficiencia e intolerancia son algunas de ellas, pero profundizar en dichos temas sin que sea para construir un mejor futuro a estas alturas del partido, carece de sentido, por ello debemos mirar hacia adelante.

¿Cómo resolver este conflicto? ¿Cómo superar esta situación y avanzar?

En la calle se escuchan alternativas. “Que bajen los cerros”, “que ocurra un golpe de Estado”, “que vengan los gringos” son algunas de ellas, ¿pero realmente son una respuesta?

En nuestra historia contemporánea, y en la historia universal reciente, podemos observar situaciones similares a las allí mencionadas y conocer su desenlace para tratar de entender si eso es lo que realmente estamos buscando.

Antes de recordar El Caracazo, quisiera hacer referencia a que aquí los sectores populares ya están en la calle. Caricuao, La Vega, El valle, Coche, Catia, Petare y muchos otros han sido protagonistas en la actualidad de algunos de los episodios más oscuro de la represión precisamente por eso. El estallido social ya ocurrió, pero el Gobierno ha estudiado la historia y por eso se ha esforzado especialmente en apagar tempranamente los focos de protesta en dicho sectores. Su sistema de espionaje y persecución es especialmente agudo en los barrios precisamente para tratar de controlarlos.

Foto: Andrés Galindo

Pero supongamos que una vez más en la historia se les va de las manos, que ocurran nuevamente saqueos descontrolados y desproporcionadas alteraciones al orden público, no en algunas localidades específicas como ya ha ocurrido, sino en cada rincón del país. Allí es donde miramos atrás y recordamos la historia. El Caracazo ocurre en el marco de una situación social y económica similar, perseguía -desorganizadamente- el mismo objetivo, un cambio del sistema, un cambio de gobierno. Su resultado final, siendo mezquinamente pragmáticos, fue un saldo de más de 270 muertos, numerosos heridos y según algunos reportes extraoficiales, más 3000 desaparecidos. Sin bien esto debilito fuertemente al gobierno de CAP, no significo su final.

Durante el mismo gobierno tenemos un ejemplo de la segunda alternativa, un golpe militar liderado por el entonces comandante Hugo Chávez. Otro fracaso en lo que respecta al objetivo antes mencionado, sin mencionar las nefastas consecuencias a la institucionalidad y a la democracia que hoy conocemos.

Podemos buscar ejemplos en otros países, como la primavera Árabe -que seguramente le vino a la mente-, donde naciones del norte Africano y del Medio Oriente se alzaron en protestas por sus derechos. Algunas de estos países lograron inclusive cambios de gobierno, pero ninguno de ellos consigue hasta la fecha la estabilidad deseada desde el punto de vista político, económico y social.

¿Qué hacer entonces?

Martin Luther King Jr., en uno de sus celebres discursos habló sobre que la conciencia nos invita a hacer lo correcto, por encima de aquello que pudiese ser oportuno, seguro o popular… Pero definir que es “lo correcto” es abstracto y subjetivo. Quizás se podría visualizar con mayor claridad si miramos hacia el futuro, hacia ese país que soñamos construir.

Soñamos con una democracia solida, una donde las diferencias coexisten. Donde los grupos más grande no anulan a los pequeños sino que interactúan, se reconocen y se respetan.

Queremos superar la confrontación, dando paso a una sociedad donde prevalezca la justicia sobre la venganza.

Aspiramos progresar, aprovechando el talento y la entrega de todos los venezolanos, los que están y los que volverán, sin importar sus ideas y posturas políticas.

Como esas, hay muchas otras cosas que pareciera que para lograrlas tenemos que trabajar todos juntos. Tender la mano a quién hoy sentimos que es nuestro enemigo y sumar esfuerzos para acelerar ese proceso de cambio. Esto exime a quienes delinquieron de comparecer ante la ley, pero inhibe a aquellos que apoyaron un proyecto político de ser excluidos y perseguidos.

Chile pudiera ser una guía, refiriéndonos a lo acontecido a partir de 1988 en ese país, cuando hubo un plebiscito contra la dictadura del general Augusto Pinochet que concluyo con su salida de la presidencia, pero no del poder, el cual mantuvo en cierta medida, por casi una década más.

Fue un proceso escabroso, para muchos fue injusto y difícil te tolerar, pero fue la única fórmula para poder avanzar con el proceso hacia la democracia sin que una de las fuerzas políticas fungiera como una pieza de tranca para la otra.

El gobierno venezolano esta débil en votos, se ha quedado sin apoyo local e internacional por su ineficiencia y mezquindad, pero eso no lo inhabilita en su capacidad de generar caos y mantenerse en el poder -o luchando por el-, un tiempo más. Grupos armados, milicias y recursos económicos -que posiblemente hayan salido de las arcas del estado-, son solo algunos de los elementos con los que cuentan…

Confrontarlos en una lucha “inquisidora” puede resultar en una tragedia que devore generaciones. Por eso puede que valga la pena que empecemos a aceptar como individuos que hay alternativas -dolorosas-, que pueden resultar mejor como sociedad.

La transición política ofrece una alternativa para que muy pronto pasemos la página y comencemos a construir esa Venezuela que soñamos. Recordemos que la crisis no termina con la salida de esta administración, eso es solo un hito.

Foto: Dirigentes Digital.

En un gobierno de unión nacional, quizás algunos de los personeros del gobierno sigan presentes en espacios poder para controlar y neutralizar a sus radicales; puede algunos -no todos- les sean “perdonados sus crímenes”, pero aunque duela aceptarlo no llegar a este acuerdo puede inclusive ser más trágico.

Nos tocó vivir este oscuro capítulo, nos toca tomar decisiones incomodas y saborear muchos tragos amargos, por decir lo menos, pero al mismo tiempo estamos haciendo historia y cuando esto pase vendrá para nuestro país un periodo de paz y prosperidad que nos llevará tan lejos como aspiremos como nación. No porque vengan mejores políticos después de esto, sino porque hemos madurado como sociedad.

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