Pedro González Caro – 28 de julio de 2017
Hoy he querido compartir el pensamiento, no de un gran guerrero, ni a un gran filósofo; he traído para analizar junto a ustedes el pensamiento de un hombre cuya historia el mundo no conoce y muy probablemente seguirá ignorando. Nació en Suecia en el año 1933 y dedicó gran parte de su vida al arte que sería su razón de vivir: El equilibrio sobre la cuerda floja. La carroza de la muerte lo alcanzó trágicamente, al extinguirse la luz que lo guiaba, en San Juan de Puerto Rico en 1978 precipitándose al vacío desde una altura de 25 metros.
Durante una entrevista que realizó, estando en el cenit de su carrera, Karl Wallenda dejo ver claramente su pasión por el equilibrio sobre las cuerdas en la siguiente frase
“…Estar en la cuerda es vivir, todo lo demás es esperar…”. Lo importante y trascendente de esta frase no es la frase misma, sino el contenido profundamente sublime que le atribuye Wallenda a la actividad que desarrolla como eje de su vida y es aquí donde quiero detenerme para iniciar mi análisis.
Estar en la cuerda es vivir… Vida, según el diccionario es una fuerza o sustancia mediante la cual obra el ser que la posee. De esta definición quisiera rescatar la palabra substancia, vocablo derivado del latín substantia que significa estar debajo de, lo cual supone que la substancia esta debajo, es decir subyace a lo visible, a las cualidades y a los accidentes sirviendo de soporte a todo cuanto la vida misma es, de modo que las cualidades pueden cambiar pero la substancia permanece. En este pensamiento Aristóteles fundamentó su idea de la substancia prima porque para él lo primero es el ser individual, así la substancia prima es algo individual, irreductible y único que no puede estar en otro elemento sino en uno mismo.
Los cadetes navales, desde hace muchos años, diariamente se encomiendan al padre Todopoderoso dominador de tempestades y le piden en la oración del cadete naval:
“Que mi uniforme diariamente me recuerde las tradiciones de gloria y honor de la Armada de la cual yo formo parte. Si me asalta la duda sostén mi fe y en la tentación dame fortaleza para resistir”.
El Uniforme es la representación material del compromiso ineludible con el honor y las tradiciones de la Fuerza Armada Nacional, es la sustancia subyacente y la esencia fundamental sobre la cual se forjan los principios y las bases del comportamiento de sus integrantes, respeto inquebrantable a los superiores pero sobre todo el compromiso con la defensa de los valores fundamentales de nuestra democracia expresados en la Constitución.
También destaca en la máxima de Wallenda, la negación absoluta al fracaso, a la posibilidad de cometer error y la afirmación intrínseca de que más allá de la existencia misma hay una fuerza que impulsa al hombre a ser creador e innovador en la forma de asumir los retos y enfrentar la realidad, esa fuerza está en el espíritu que de algún modo trasciende a lo vital.
Esto significa que el espíritu puede convertirse en una especie de motor y su potencia dependerá directamente del deseo racional de lograr un objetivo. El espíritu es todo, o mejor dicho la verdad de todo. Pero antes de serlo comienza por ser una verdad parcial que necesita complementarse, de modo que se manifiesta como objeto y sujeto de la conciencia de sí mismo.
El Militar es un ser fundamentalmente obediente, a su superior en quien confía plenamente. En la oración del cadete naval esta relación se evidencia en la plegaria “Mantén en mi corazón la verdad para que mis propósitos y actos sean honestos y no tenga así de que avergonzarme en presencia de mis compañeros, mis seres queridos y de ti”.
En los hombres de mar, ese espíritu tiene especial significancia y está especialmente vinculado al mar, es decir que la esencia vital del hombre de mar está ahí en reconocer y tomar conciencia absoluta de esa necesidad y saber que si el fuego de ese espíritu se apaga, tal como le ocurrió a Wallenda, irremediablemente estará navegando hacia los arrecifes donde quedará varado por el resto de la eternidad o hundido en el más profundo mar del fracaso y la deshonra.
…todo lo demás es esperar… deja ver que Walenda no da cabida a otra forma distinta de enfrentar la realidad sino desde la perspectiva del hombre emprendedor y proactivo que ha dominado al mundo desde su aparición sobre la faz de la tierra y que nunca doblegará su voluntad mientras viva.
Con estas reflexiones deseo crear una atmósfera de meditación sobre un elemento fundamental como es el espíritu de lucha y de compromiso con los principios y valores más sublimes de la democracia que cada uno lleva consigo y que nos han permitido llegar a los más alejados parajes de la conciencia, y de este modo incentivar a los ciudadanos a dedicarse con especial esmero, a cultivar el pensamiento, como único medio de reconocer la esencia vital que les subyace, que impedirá que el fuego de esa esencia se extinga y que a la vez servirá de faro para que quienes siguen sus pasos en la búsqueda incesante de la fuente inagotable de recursos, para aproximarse a la verdad y ganar la identidad orientada por valores de Justicia, Integridad y Libertad, que garanticen los mas sagrados derechos ciudadanos y la preservación de los fundamentos de la Republica.
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