Juan Manuel Trak – 28 de julio de 2017
La finalidad de todo orden político es la construcción de un consenso mínimo sobre la forma de gobierno que rige una comunidad política determinada. En la mayoría de los casos, dicha comunidad política posee ciertos elementos culturales comunes, una historia compartida y un sentido de pertenencia que se expresa a través de mitos fundacionales, héroes o símbolos; los cuales son asumidos por una proporción importante de sus miembros como parte de su identidad personal.
Toda comunidad política es una construcción social, variable y flexible que muta según el paso de los años. La misma no es en ningún momento homogénea y en su seno existen conflictos entre diversos grupos. Algunos de estos conflictos son de identidad y otros de intereses; bien sea por acceso a recursos económicos o por mayor participación en el proceso de político. En cualquier caso, los miembros de la comunidad política asumen que el Estado, como institución garante del orden político, es el agente legítimo para imponer mandatos autoritativos sobre todos los miembros, y establecer las regulaciones que norman la distribución de recursos económicos o políticos en dicha comunidad. Sin legitimidad, es decir, la creencia de que el sistema político que rige la comunidad política es el mejor para garantizar la convivencia entre sus miembros; no es posible que haya gobernabilidad por lo que la única manera de mantener el orden es la fuerza de la represión.
Dicho esto, la Asamblea Nacional Constituyente impuesta por Nicolás Maduro, el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral puede ser considerada como la amenaza más importante a la existencia de Venezuela como comunidad política desde la Guerra Federal. El afán de un oligarquía “revolucionaria” mantener el poder sin control, sin restricciones y de manera indefinida nos está conduciendo a un severo cuestionamiento sobre lo que somos como sociedad. Mientras Chávez vivía, los conflictos fueron apaciguados gracias a los altos precios del petróleo, pero en fondo el difunto presidente profundizó las contradicciones de nuestra sociedad, tratando de imponer un modelo que no era reconocido por la mitad de los venezolanos. Ahora, cuando los precios del petróleo se han moderado y el liderazgo post Chávez se ve imposibilitado de generar soluciones eficaces a los graves problemas que vive el país, se nos quiere imponer un cambio en el orden político. De avanzar este proceso constituyente, tal como parece que ocurrirá, Venezuela corre el riesgo de fracturarse para siempre. Esta fractura empieza a observarse en la emigración de venezolanos hacia Colombia durante esta semana, así como los datos en otros países de la región durante 2017.
Pero más grave aún, esta fractura se expresa en la disposición de muchos venezolanos de confrontar de cualquier manera posible esta imposición antidemocrática a la que Maduro ha arrastrado el país. Al momento de escribir estas línea no parece haber esperanza para evitar el fin de la República. Peor aún, este puede ser el inicio de la disolución de Venezuela como nación.
Categorías:Opinión y análisis
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