
Foto: EFE
Marcos Tarre Briceño
1 de diciembre de 2017
«No hay nada seguro alrededor del sexo. Jamás lo habrá»
Norman Mailer[1]
En su proceso de conversión a un partido político legal en Colombia, la legendaria y temible FARC cambió de nombre y de género, aunque mantiene, por cuestiones de marketing, sus conocidas iniciales. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, antes una organización armada revolucionaria, marxista, leninista y femenina, aunque estructuralmente machista; ahora son un partido político, legal y masculino, que se llama Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.
Esta mutación de las FARC guerrera y femenina a un partido político pacífico y masculino obedece a los acuerdos de Paz de La Habana, firmados hace un año y su incorporación a la vida política democrática y fórmula electoral como medio para acceder al poder. Sin embargo, la transformación de las FARC genera dudas y ruido, tanto en Colombia como en Venezuela.
Desde los tiempos épicos del pequeño enclave comunista de Marquetalia –un pequeño territorio del corregimiento de Gaitania en el departamento del Tolima, cuando en los años 60 del siglo pasado Pedro Antonio Marín, alias «Manuel Marulanda Vélez” y también alias «Tirofijo» crea las FARC– hasta la firma de los Acuerdos de Paz, en el 2016, mucha sangre corrió en Colombia. El pequeño grupo guerrillero se convirtió en una poderosa organización armada con más de 25.000 hombres, mujeres y menores de edad en sus filas. También sus objetivos y razón de ser se transformaron de acuerdo a las circunstancias y conveniencias. Nacidos para “proteger” a los campesinos de los abusos de los terratenientes y de las autoridades, al crecer pensaron en poder derrotar militarmente al gobierno colombiano. El afán de recursos, tanto para mantener el conflicto como para otros usos y destinos, los llevó de combatir inicialmente al narcotráfico a convertirse en protectores y operadores de los principales alijos de cocaína, contando a partir del año 2000 con el libre tránsito por Venezuela, para que desde puertos y aeropuertos salieran a sus destinos finales en los Estados Unidos, vía Centroamérica, o hacia Europa, vía África. Mucho de contenido “ideológico” también se perdió en el camino recorrido.
Para el año 2010 se estimaba que las FARC estaban presentes y ejercían su influencia en 24 de los 32 departamentos de Colombia, especialmente en Putumayo, Tolima, Nariño, Cauca y Valle del Cauca, e incursionaban en actividades criminales de secuestro, extorsión, asesinato, minería ilegal, atentados, destrucción de oleoductos e infraestructura, siembra de minas antipersonales, abigeato y reclutamiento forzado de menores; pero su principal fuente de ingresos pasa a ser, de lejos, el tráfico de cocaína. Luego de los fracasados intentos del presidente Andrés Pastrana por negociar y llegar a acuerdos de paz con la organización guerrillera, el péndulo osciló en el siguiente gobierno de Álvaro Uribe y por primera vez Bogotá actuó con firmeza y voluntad política para enfrentarla militarmente, contando con el apoyo de Estados Unidos en logística, tecnología y recursos para también emprender el reforzamiento institucional necesario para solucionar el problema. Golpeado en operaciones militares y de inteligencia exitosas, con sus jefes históricos muertos o caídos en combate, la FARC se vio obligada a sentarse en una mesa de negociación secreta, para finalmente, luego de cuatro años, en el 2016, firmar los acuerdos de Paz.
Recién comenzando su primer mandato en 1999, el fallecido presidente Hugo Chávez declaró que Venezuela sería “neutral” en relación al conflicto colombiano. A partir de ese momento y durante tres diferentes administraciones colombianas –la de Andrés Pastrana, la de Álvaro Uribe y la de Juan Manuel Santos– la relación entre Venezuela y Colombia pasó por altibajos, ruptura de relaciones, amenazas y acusaciones, muchas veces generadas por la presencia de campamentos o de dirigentes de la organización terrorista FARC en territorio venezolano.
En diciembre de 2004 ocurrió un grave incidente cuando una operación de inteligencia colombiana logró sobornar o convencer a funcionarios policiales venezolanos para capturar a Rodrigo Granda en Caracas, conocido como el “Canciller de las FARC”, y entregarlo en la ciudad fronteriza de Cúcuta, en dónde fue formalmente detenido. El incidente desató una crisis que llevó a Caracas a cerrar la frontera con Colombia y romper relaciones comerciales a mediados de enero de 2015. Un mes después la situación se normalizaría con la mediación de Cuba, Brasil y Perú.
En marzo de 2008 otro grave incidente se desencadena a raíz de la muerte –tras ataque aéreo y de grupos especiales colombianos en territorio ecuatoriano– de Raúl Reyes, el segundo en la jerarquía de las FARC. En esta oportunidad, en apoyo a Ecuador, el presidente Chávez ordenó el cierre de la embajada de Venezuela en Bogotá y movilizar tropas a la frontera. Ya casi por terminar el período presidencial de Álvaro Uribe, en el año 2010, Colombia formula una serie de denuncias, acompañadas de fotografías y precisas coordenadas geográficas, de la existencia de 87 campos de las FARC en territorio venezolano[2].
Al asumir la presidencia de Colombia Juan Manuel Santos, las relaciones entre ambos países tienden a mejorar y a estabilizarse, pero las dudas sobre la presencia de las FARC en Venezuela persisten.
En octubre de 2016, el portal web de investigación sobre delincuencia organizada en Latinoamérica, InsightCrime[3], señaló:
“Venezuela es una base de operaciones fundamental para las FARC…Tres de los siete bloques de las FARC tienen presencia en Venezuela: el Caribe, el Magdalena Medio y el Oriental. Las rutas de cocaína de las FARC que llegan a Venezuela están controladas principalmente por el Bloque Oriental y por el Magdalena Medio, los cuales operan en departamentos colombianos ubicados frente a los estados de Apure, Táchira y Zulia. Apure es uno de los principales puntos de tránsito para la cocaína transportada por Venezuela que tiene como destino final los mercados de Europa y el Caribe, y las FARC controlan varios de los cargamentos que se mueven por el estado. Además de sus operaciones de narcotráfico, se cree que la guerrilla participa activamente en las operaciones mineras ilegales de Venezuela. El Frente 16 de las FARC, que opera en los departamentos colombianos de Vichada y Guainía, extorsiona a los mineros de oro en Venezuela y hay indicios de que estaría incursionando en la explotación de las reservas de coltán en ese país”.
Más recientemente, denuncias de presencia de grupos de las FARC por parte de dirigentes de oposición venezolanos son tomados en Colombia para señalar que, de ser eso cierto, la organización en vías de pacificación estaría incumpliendo lo establecido en el acuerdo de Paz firmado en La Habana.
“Frente a estas graves revelaciones[4], el gobierno nacional está en la obligación de dirigirse al mecanismo de verificación de las Naciones Unidas, solicitando investigue y confirme si las denuncias hechas por el propio gobernador del Estado de Amazonas, son o no ciertas, pues de serlo, las FARC estarían incumpliendo los acuerdos de paz y engañando a los colombianos, al gobierno y a la comunidad internacional, al decirnos que solo están compuestas por los 7.000 hombres concentrados en las “zonas veredales transitorias de normalización” y que no tienen armas fuera del territorio nacional.”
Por otra parte, un artilugio legal construido en Colombia para deslindar el “negocio” del narcotráfico del proceso político, incluido en los acuerdos de paz firmados, le habría permitido a las FARC –o al ahora partido político FARC– quedarse, según la prestigiosa revista The Economist[5], con una fortuna que rondaría los 10,5 billones de dólares, lo que le permitiría un margen de maniobra y una base financiera incomparable para emprender o apoyar sus proyectos políticos abiertos o encubiertos. El último jefe de las FARC combatiente, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, es ahora candidato presidencial del partido FARC y ha declarado públicamente su afinidad ideológica con el Socialismo del Siglo XXI de Hugo Chávez, quizás sin medir demasiado la situación catastrófica en la que ese proyecto político sumió a Venezuela y en la terrible crisis de los miles de emigrantes que ingresan a diario a Colombia por los pasos fronterizos, generando un complejo y desbordante problema en Cúcuta y otras poblaciones colombianas.

Foto: Reuters
Un partido de extrema izquierda de oposición y multimillonario es algo novedoso en el espectro político latinoamericano. El FARC ya está haciendo uso de sus cuantiosos recursos, no sólo con una costosa campaña pre electoral diseñada por las más prestigiosas agencias publicitarias; sino que también intenta activarse fuera de las fronteras colombianas. Y por supuesto, Venezuela continúa siendo el primer objetivo. En días pasados se celebró en Maracay el “Primer Encuentro Nacional Preparatorio” como paso inicial para crear la estructura organizativa del Partido FARC venezolano.
En Colombia el partido FARC sigue causando indignación entre la mayoría silenciosa que rechazó en referéndum nacional los términos iniciales propuestos en los acuerdos de Paz y no acepta “…potabilizar hasta el grado de ciudadano presidenciable a un caballero imputado decenas de veces por asesinato, secuestro, tráfico de drogas, lavado de dinero y quién sabe si hasta por aparcar en doble fila sobre un paso de cebra[6]…”
En definitiva, la futura presencia del partido FARC y la existencia de destacamentos de la organización armada FARC en Venezuela, conforman un binomio de inquietud y fuente de potenciales problemas. Los contingentes armados parecen ser una reserva operativa que la FARC, con la anuencia del Gobierno venezolano, ha decidido mantener, violando los Acuerdos del Proceso de Paz. Estos grupos armados en Venezuela ya están controlando territorios e imponiendo su autoridad en extensas zonas del estado Apure, en dónde se ha disparado el índice de homicidios. Si bien aún están en una actitud latente, sin llamar demasiado la atención, parecieran en espera de la evolución de la situación política tanto en Colombia como en Venezuela, pero prestos para actuar en ambos escenarios.
[1] Norman Mailer fue un escritor, novelista, periodista, ensayista, dramaturgo, cineasta, actor y activista político estadounidense (1923 – 2007).
[4] “¿Hay 4.000 miembros de las FARC en Venezuela?” Miguel Ceballos Arévalo, Revista Semana. 15 de abril de 2017.
[6] Timochenko, candidato. Ibsen Martínez. El País. 15 de noviembre de 2017.
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