Entrevistas

Angélica Machado: “Dimos por sentado que la democracia no se perdía y la perdimos”

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Foto: Reuters

Elvia Gómez
02 de mayo de 2018
Para Angélica Machado el compromiso con el ejercicio de la política, entendido desde el activismo social de base, no le fue ajeno nunca. Su tío abuelo, Gustavo Machado, se hizo a pulso su nicho en la historia nacional como una de las figuras clave en la construcción de la democracia por su lucha contra Pérez Jiménez. Ella practica el activismo ciudadano desde el primer movimiento que se organizó y expresó en las calles su rechazo al gobierno de Hugo Chávez. Ahora, es coordinadora de Creemos Alianza Ciudadana, una iniciativa que patrocina y promueve el Centro de Estudios Políticos de la UCAB que en tres meses completó su primera gira por once capitales de Venezuela y aspira proporcionar las herramientas para que la sociedad civil se fortalezca y consolide.
Los talleres “Se buscan ciudadanos” han sido dictados en Maracay, Barquisimeto, Valencia, Mérida, San Cristóbal, Puerto La Cruz, Maturín, Puerto Ordaz, Maracaibo, Distrito Metropolitano (Caracas) y Miranda (Chacao), entre enero y abril. Luego del 20 de mayo retomarán las giras para seguir armando las redes del movimiento.
“Esto que estamos haciendo es para generar la suficiente fuerza en la sociedad para que podamos construir una democracia”, dice Machado, coordinadora de un equipo que ha instalado comités en once estados, incluyendo Caracas (Libertador) y Miranda (Chacao) y que están operativos y en contacto virtual con los grupos de enlace y el comité estratégico. En total, mil personas que han recibido un entrenamiento completo para que sean multiplicadores y enlaces entre organizaciones civiles que ya existen.
–¿Cómo surgieron los talleres “Se buscan ciudadanos”?
–Cuando estábamos en medio de las protestas en 2017 se empezó a pensar en una manera de que las protestas bajaran su nivel de violencia y fueran más organizadas, porque nosotros sentíamos que estaban perdiendo fuerza…
–¿Quiénes son “nosotros”?
–En este grupo empezamos varios, entre ellos Benigno (Alarcón, director del CEP-UCAB). Nos pusimos a pensar entre muchos cómo le dábamos un vuelco a las protestas para que tuvieran más impacto y menos violencia. Cuando eso tuvo un bajón nos pusimos a pensar y nos dijimos: ¿por qué no llevamos esto al resto del país? Vivíamos y sufríamos que estábamos todos desarticulados. Pensamos: “llevemos esto un poco más allá”, y empezamos a articular a la sociedad civil para que en el momento en que tengamos que actuar concertadamente podamos hacerlo de manera eficiente, efectiva, organizada, con un mismo propósito y una misma visión de país.
–En su caso concreto, usted viene de la experiencia de la Coordinadora Democrática. ¿Del aprendizaje de ese período qué cosas no deberían repetirse?
–No debe volverse a actuar de forma reactiva. La sociedad civil debe mantenerse muy fiel a sus principios. Si nosotros pensamos que hay que ser inclusivos, amplios, claros en nuestros propósitos a toda costa –no porque nos convenga en un momento cambiamos una cosa u otra– no podemos actuar de otra forma ni poner nuestro esfuerzo en una estrategia que tenga que ser postergada porque tenemos que resolver la coyuntura del día a día. En la Coordinadora Democrática el día a día, lo urgente, se comía lo importante, que termina no siéndolo porque no se le da el tiempo que necesita.
–Por lo que se observa, la tarea que adelanta Creemos Alianza Ciudadana no se plantea la solución de lo inmediato sino que está concebida para el largo plazo.
–Sí, no está planteada para resolver el ya, sino para fortalecer esa capa de la sociedad civil que está totalmente perdida, desarticulada, sin fuerza, que siente que lo ha entregado todo, que siente que ha hecho muchas cosas que no han tenido el impacto necesario. Nuestra idea es fortalecer a esa capa de la sociedad. En mi visión de país hay un gobierno que debe ejecutar las políticas del Estado, una oposición que permanentemente confronta al poder y una sociedad civil que es la que genera las nuevas ideas, las propuestas, las visiones más ciudadanas. En eso hemos perdido fuerza. Hemos estado en esta polarización entre los partidos y el Gobierno y eso nos absorbió, no nos ha dejado trabajar. Las organizaciones de DDHH o de la salud están trabajando en función de lo que hace o deja de hacer el Gobierno, en lugar de empezar a generar nuevas ideas.
–La tensión entre la sociedad civil y los partidos políticos en Venezuela viene dada porque se supone que unos se organizan para acceder al poder político y los otros no, pero hay quienes se han disfrazado de sociedad civil para ganarle terreno y competir de forma desleal con  los partidos. ¿Cómo evitar que ese vicio se siga produciendo?
–Guao…sí, sí. Creo que esa es una de las razones más fuertes por la cual los partidos le tienen tanta desconfianza a la sociedad civil, aunque la desconfianza es mutua. La sociedad civil le tiene desconfianza a los partidos porque considera que todo está supeditado al interés del partido, pero los partidos desconfían de la sociedad civil porque sienten que son unos lobos disfrazados de oveja. ¿Cómo evitar esto? En la medida en que cada quien tenga unos roles claros desde el principio y no se generen esas estructuras donde algunos buscan cómo lucirse y sacar provecho y luego convertirse en candidato a lo que sea. En la medida en que el trabajo sea en equipo y articulado es más difícil que se dé eso. Está el caso de María Corina (Machado), parte de la molestia que causa en muchos partidos es que ella se disfrazó de sociedad civil –o se sintió sociedad civil y luego se montó en el barco de la política– pero usó a la sociedad civil de trampolín. También Primero Justicia salió de una ONG. Y la sociedad civil desconfía de los partidos porque éstos la minan, le roban a su gente. Por ejemplo, el movimiento de las Manos Blancas duró hasta la siguiente elección, porque de inmediato los partidos políticos le cayeron a todos los muchachos y los reclutaron y de ahí en adelante al movimiento estudiantil le ha costado mucho rehacerse.
–Esa es una visión, pero también habría que analizar si se recluta como importantes voceros de la sociedad civil a gente que no tiene muy claras sus convicciones ni qué es lo necesario para trabajar para el largo plazo en lugar de precipitarse a luchar por el poder político.
–Ciertamente, se recluta a veces a gente que no debe ser reclutada y eso ha sido obvio. Por otra parte, uno no tiene la capacidad de ver los corazones, pero en la medida en que se haga la estructura más plana, sin jefe, que se trate de uno entre muchos, hay menos posibilidad de apalancarse individualmente. Yo misma tengo resistencia con esas ONG que son de una cabeza porque son demasiado parecidos a un partido, por eso estuve muy conforme cuando Ciudadanía Activa planteó que allí no hay un coordinador general sino un grupo de cinco personas que forman el comité coordinador y eso diluye un poco el deseo de las personas de utilizar a la sociedad como una palanca propia.
–La primera vez que la sociedad civil le plantó cara al chavismo fue con el Movimiento 1.011 y surgió de una articulación de padres, representantes y docentes porque el Gobierno asomó la ideologización de los niños y surgió aquel lema: “Con mis hijos no te metas”. ¿Qué se podría rescatar de eso que se pudiera aplicar hoy?
–El Movimiento 1.011 fue una maravilla, yo empecé como activista con ese movimiento. Yo siento que hay cosas muy similares con el presente. Primero, había una motivación muy clara: la gente sabía porqué se estaba metiendo en eso. Hubo mucho entrenamiento de las personas. Recuerdo que cuando empezamos yo ni siquiera sabía qué era un amparo constitucional, que se estaba metiendo en el TSJ. Eso no nos había interesado para nada. Ahí empezamos a saber cómo se hacía un amparo, cómo se reclutaba a la gente, cómo podíamos hablar en público, cómo podíamos involucrar a más personas y enseñarles a estar seguras cuando iban a una protesta. Nosotros buscamos apoyo y lo recibimos. Cuando empezamos con las protestas de 1.011 e hicimos las primeras marchas, como aquella del 23 de enero (año 2000), una de las primeras cosas que hicimos fue pedirle ayuda a Bandera Roja para que nos explicara cómo nos protegíamos, porque nunca habíamos marchado formalmente. Ellos nos enseñaron toda una táctica. Eso era articulación. Hoy también es rescatable ese sentimiento de que no había una cabeza. En el 1.011 había una cabeza visible que era Elías Santana, pero él tiene esa cualidad de entrenar y uno encuentra en todo el país a gente que entrenó Elías. Fue muy fácil crecer porque el mensaje estaba muy claro, había una necesidad en la gente de involucrarse y nos prepararon y organizaron y no nos dejaron a la deriva y teníamos una estrategia bastante definida.
–¿Cuál es el mensaje central que ustedes comunican y cuál es la necesidad que identifican que une a la gente hoy?
–El mensaje es la articulación, la necesidad de la gente de pertenecer a algo mayor donde sienta que puede hacer algo. El mensaje es: si nosotros estamos unidos, nuestro impacto y lo que estamos solicitando va a ser muchísimo mayor. Estamos haciendo el entrenamiento, estamos ayudando a la gente, les estamos dando la oportunidad a los ciudadanos de prepararse mejor en todo esto y una visión clara: organizarnos de una manera tal que tengamos impacto en las políticas del país.
–Desde el año 2000 las protestas contra el Gobierno han tenido éxitos pasajeros y costos elevados. ¿Encuentran temor en los ciudadanos?
–La gente, cuando se acerca a Creemos Alianza Ciudadana y uno les habla de los talleres, es como si se les prende el bombillo cuando les entregamos las herramientas para que se desarrollen. Lo que hemos percibido de las preguntas que hacen los participantes es que las herramientas para organizarse les están funcionando para seguir creciendo.
–¿Cuál es el propósito principal de invitar a la gente a organizarse para el largo plazo?
–Estos talleres son para generar la suficiente fuerza en la sociedad de modo que podamos construir una democracia plena sustentable, para que la gente aprenda ciudadanía y, una vez que cambiemos al sistema de Gobierno, cambiemos también nuestra actitud hacia cómo involucrarnos y permanezcamos involucrados. Si una vez que cambiemos el Gobierno nos entregamos de nuevo a la pasividad se pierde el trabajo. Si cambiamos de sistema de gobierno tenemos que mantenernos involucrados y generar una estructura que permita a la sociedad darse cuenta de que la única vía es la participación. Nosotros los venezolanos dimos por sentado que la democracia no se perdía, pensamos que era una conquista permanente y la perdimos.
–El compromiso con ese pacto social que se construyó en 1961 no se renovó en las siguientes generaciones.
–Nadie se los recordó y a las siguientes generaciones se les olvidó. Lo que se le enseñó a las nuevas generaciones fue: “para qué te vas a meter ahí (activismo social y político), hay que ocuparse de otras cosas”. ¡Ojo! Creo que hubo gente que hizo que este país creciera, desarrolló riqueza, pero la gente estaba dedicada a producir pero no a garantizar que se preservara el ambiente para seguir produciendo.
–En Alemania, después de lo ocurrido con Hitler, el Estado ha sido vigilante para mantener viva la llama de la democracia. Cambiando lo cambiable, cuando Venezuela recupere la democracia, ¿debería instaurarse un sistema educativo vigilante en esa materia?
–Sí, yo le tengo muchísima fe a eso. Este es un país donde se ha preparado un liderazgo de base impresionantemente, por ejemplo, el Diplomado de Gobernabilidad, Gerencia Política y Gestión Pública y el Diplomado en Liderazgo para la Transformación que dicta el CEP-UCAB. Es impresionante la cantidad de gente que yo me encuentro en el interior del país que ha cursado ambos diplomados. Participar en los asuntos sociales yo no lo veo como una cosa coyuntural sino como una manera de vivir y por eso hay que cambiar la forma de participar. Por ejemplo, mi mamá trabajó mucho luego de la caída de Pérez Jiménez y todas mis hermanas apoyan y participan. Mis hijos son iguales, eso se enseña. Si uno ve a una generación haciéndolo eso se replica, pero hay que mantenerlo como un valor y nosotros no lo mantuvimos así, lo dejamos perder.
–¿Qué tipo de organizaciones se acercan a participar en los talleres “Se buscan ciudadanos”? ¿Qué es lo que Creemos Alianza Ciudadana no es o no quiere ser?
–No somos un partido político y no queremos ser una asociación que vaya a apalancar a un partido político. No somos eso. No somos una macroorganización que vamos a absorber a las otras, no aspiramos a eso. Nosotros somos una plataforma donde abrimos el espacio para la articulación de organizaciones ya existentes. Estamos generando los espacios y generando las condiciones para que crezcan. Esto es como una incubadora de sociedad civil donde estamos generando ese espacio para la participación, permitiendo que las organizaciones y la gente crezcan, para eso les damos ayuda y entrenamiento.
–¿Ustedes son como un capital social semilla? 
–Exactamente, eso somos. ¿Quiénes están en la red? Hay muchas organizaciones vecinales que quieren participar en lo que sucede en el país, esa es la vía más natural. Hay otras que tienen visiones específicas como la defensa de los derechos humanos, como Médicos Unidos por Venezuela, que han encontrado que en este espacio pueden crecer, apalancar a sus organizaciones y ponerse en contacto con más gente. Tenemos organizaciones de estudiantes, hay algunos gremios profesionales en el interior del país, pero muchas veces esas organizaciones no pueden incorporarse como tales en una alianza porque requieren de aprobación, pero los miembros de esas organizaciones gremiales participan como ciudadanos. Así, también tenemos algunos miembros de partidos que participan en los talleres.
–En el caso de las organizaciones vecinales lo que más les une son los reclamos por las fallas de servicios públicos, en eso no debería interferir la concepción ideológica política. ¿Han tenido problemas con la polarización política?
–(Silencio) Hasta ahora casi toda la gente que participa es opositora al Gobierno o no alineada con el oficialismo. Eso no significa que si se acercaran los oficialistas les diríamos que no.
–¿En los contenidos que ustedes enseñan en los talleres hay cosas que le harían ruido a alguien que sea simpatizante del chavismo?
–El contenido que mostramos en  los talleres muchas veces evidencia la divergencia que hay en el seno del Gobierno entre su discurso y su acción, mostramos sus inconsistencias. El Gobierno dice que apoya al pueblo o que defiende los derechos y no permite protestar, por ejemplo. Cuando nosotros les hablamos de una narrativa se evidencian esas incoherencias del Gobierno, eso quizás les generaría ruido, pero eso es útil para alimentar el debate. También tenemos ese problema con los que están en la oposición: ¿votar o no votar el 20 de mayo? ¿Participamos o no participamos? Ese debate está en marcha, pero cada organización que participa en nuestros talleres toma sus propias decisiones, nosotros en ese sentido no les indicamos nada, esa no es tarea nuestra, pero sí les brindamos el espacio para debatir y conversar y les damos herramientas y elementos para que debatan mejor, si eso es lo que quieren hacer.
–¿Una vez cumplido con el entrenamiento en el taller están los participantes en capacidad de reclutar activistas?
–Sí, quedan capacitados. Una vez que damos el taller de narrativa y el de “Se buscan ciudadanos”, también damos un micro taller de reclutamiento para que la gente empiece a identificar dónde están las personas que pueden hacer crecer a su propia organización. Lo basamos en el libro de Malcolm Gladwell “El Punto Clave” (The tipping point) y ahí se ve cómo crecen las ideas y cómo se diseminan como si fueran una epidemia. De ahí sacamos unos tips que les damos a la gente para que salgan identificando cuáles de las personas que están junto a ellos los pueden ayudar a crecer como organización. Nuestro interés principal no es que las organizaciones crezcan en gente sino en fuerza, así más fuerte será la alianza. Luego les damos el resto del entrenamiento en la nueva narrativa que nos puede llevar a la transición.
–¿En qué consiste esa narrativa?
–Si nosotros queremos llevar al país a una transición democrática, a un cambio de modelo o de sistema, debemos hacerlo utilizando nuevos elementos. Si seguimos usando la narrativa existente, esas mismas frases y palabras que usa el Gobierno continuaremos con una polarización en la cual se está a favor o en contra de algo o alguien. Nosotros lo que buscamos es abrir un espacio para permitir darnos cuenta de que todos cabemos en otro país, en uno normal y que la posibilidad de crecer como ciudadanos nos dará la posibilidad de que nuestros hijos se queden y crezcan aquí. Para eso les mostramos el país que es posible y que todos queremos. Ese no es un país donde yo estoy “en contra de” sino “a favor”.

Angélica Machado

–¿Cuáles frases o palabras deberían quedar desterradas del vocabulario de un ciudadano que asista a sus talleres?
–Para mí debe quedar desterrada la palabra “pueblo”, todos somos “ciudadanos”. Cuando yo apelo a la ciudadanía es algo más que “estar” allí, para muchas personas ser “pueblo” es estar ahí, esperando por algo. Nosotros hablamos de que cada ciudadano debe estar activado para moverse y construir el país que quiere.
–Ser ciudadano implica derechos y deberes.
–Así es, implica responsabilidades, participación, implica decir a dónde quiero ir y cómo quiero ir y hacerlo de una manera en que seamos inclusivos y estemos todos aquí. Otra palabra que creo que es importante es hablar de “demócratas” y no de “opositores”. Yo desterraría las frases “guerra económica”, “patria o muerte” o “tenemos patria” y acabaría con el uso burlesco que se hace de ellas y del discurso del Gobierno en general. Tenemos que hacer propuestas propias, no que vengan de hacer ironía del discurso del Gobierno, partir de propuestas nuevas y no elaborar un discurso en contraposición al existente. Yo quiero un discurso que no sea reactivo y que involucre, que nos permita iniciar un debate constructivo. Hay que hablar de incluir a todos y hablar de “país” y de “nación”.
–Laureano Márquez ha escrito varias veces que lo más difícil que a su juicio habrá que hacer cuando esto pase es sacar al chavismo del corazón de la gente. ¿Cree que esa nueva narrativa ayude en ese sentido?
–Sí, ayuda a sacar al chavecito que todos tenemos adentro. Primero, esto lleva a evaluar qué es lo que se quiere hacer de verdad, dónde están tus propuestas para construir esa democracia plena que queremos todos. No es que yo quiero acabar con toda esta gama de sistema represivo en el que vivimos, sino hablar de nuestras propuestas, construir esto de una manera más amplia, ser más incluyentes, cambiar con base en propuestas y si decimos que no nos gusta algo, decir entonces cómo lo queremos.
–El miedo está presente en toda la sociedad, ¿se han encontrado ustedes con gente que manifieste tener miedo de incorporarse a esta red?
–La gente tiene miedo a la represión, le da miedo salir a la calle, pero no ve la participación en esto como algo reprimible, lo ven como una vía de hacer lazos de protección social, como una manera de actuar concertadamente en la lucha. Es, más bien, una manera de estar unidos y protegidos. La gente sigue viendo la protesta de calle con mucha reserva porque lo que pasó en 2017 nos dejó muy golpeados. Las personas necesitan buscar alternativas para expresar su protesta, pero de forma efectiva y segura.
–¿Cuál es el promedio de edad de ese millar de personas que han entrenado como multiplicadores?
–Ese es un tema un poco triste, hay dos grupos: tenemos un promedio como de 50 años en el grupo de los canosos y está el grupo de los estudiantes, que son muy jóvenes. Hay un nivel intermedio de edad entre los 30 y los 40 años que no están presentes porque, o tienen mucho trabajo, o lo están buscando o no están en el país. Los que estamos en edad de jubilación tenemos un poco más de disposición.
–Los que están en la edad de jubilación son parte de la generación que nació y creció bajo el Pacto de Puntofijo, fue en manos de esa generación que se perdió la democracia, porque los más jóvenes no saben cómo era.
–Ese grupo de la generación Puntofijo tiene algo muy interesante: muchos son superactivistas, están en todo, en el consejo comunal, en la escuela como padres, están en el condominio y se están reagrupando y canalizándose.
–¿Hay alguna experiencia que le haya resultado conmovedora en esas giras?
–Una fue una persona que nos dijo: “esto ha debido empezar hace diez años”; pero entonces no estábamos listos y las cosas empiezan cuando se está listo. En dos lugares nos ha pasado algo coincidente: dos personas nos han dicho que estaban para vender sus casas e irse del país y dijeron que luego de haber participado en estos talleres se van a dar otra oportunidad. Eso es muy conmovedor,  que uno vaya a hablar con la gente y eso los haga reconsiderar irse del país.
–¿La receptividad con los talleres ha sido la prevista?
–Estamos en la primera etapa, pero en las regiones hemos sobrepasado nuestras expectativas. La gente quiere participar, han traído propuestas. De las pocas cosas que yo le agradezco al “proceso” desde el año 2000 es que me ha hecho enamorarme de este país. Yo me sorprendo con tanta gente valiosa y no las habría descubierto si hubiera hecho otras cosas. A mí, el interior del país me tiene impresionada. En Caracas es más complicado, la dinámica es más fuerte, la distancia es mucho más grande…
–¿La distancia emocional o física?
–No la había visto como emocional, pero también hay distancia allí. Me refiero a que Caracas es muy grande y no la podemos ver como una desde Caricuao a Petare. Por eso estamos separando la gran Caracas, para que Miranda y el Distrito Capital tengan sus propios espacios de crecimiento. Aquí en Caracas el encierro, la distancia emocional es muy grande.
–¿Cómo ha sido su relación con el CEP y cómo percibe la gente el patrocinio de la UCAB?
–Eso es lo primero que dice la gente: “vine porque uno de los convocantes es la UCAB”. Se ve a la Universidad Católica como un valor a salvar, a proteger, como un valor de libertad. El CEP se ve como un espacio donde, no sólo se generan ideas y propuestas, sino que también le ha dado apertura a la gente. A donde vamos nos encontramos con gente que ha cursado los diplomados de gobernabilidad, es impresionante, se le acercan a Benigno (Alarcón) y le cuentan eso. Adicionalmente, cuando nosotros hacemos una propuesta, la gente la recibe como que ya ha sido pensaba, que no es una locura, la ven con sentido y que no se va a quedar en un foro sino que va a crecer. Ha sido muy valioso el apoyo del CEP.
–¿Diría usted que el verano secó el árbol social y democrático pero que han persistido unas raíces profundas a la espera de la lluvia?
–Sí, hemos visto que hay unas raíces democráticas y la gente estaba ansiosa de esa lluvia. Todos estos estudiantes muy jóvenes que participan en los talleres han sido alentados por la formación recibida en sus casas. Que haya en esos talleres muchachos de veinte años que hablan de libertad y de democracia demuestra que hay una fibra en el venezolano que cree en eso.
–Siendo tan jóvenes eso no lo han vivido, alguien se los contó.
–La gente cree en la democracia, lo tienen como un valor, lo han visto en sus casas, así como la generación que resistió y luchó contra Pérez Jiménez. Quizás sean reminiscencias de esa Formación Social, Moral y Cívica que vivimos nosotras en la escuela y este espacio nos permite ponerla en práctica. En estos talleres todo el mundo expone, debate y tiene que ponerse de acuerdo sin imposiciones.
–¿Cuál es el siguiente paso ahora?
–Después del 20 de mayo vamos a hacer la segunda gira por el país para darle apoyo a estas once ciudades donde hemos estado y eso va a comenzar después del 20 de mayo. Tenemos localidades que nos están llamando, como Portuguesa y Nueva Esparta. Nos ha faltado tiempo y dinero, esos son recursos limitados. Empezamos por los lugares donde la UCAB ya tiene puesto un pie pues así podíamos apalancarnos mejor. La UCAB y el CEP han sido un apoyo invalorable.
@ElviaGomezR

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