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¿Vamos bien?

Juan Guaidó atraviesa una crisis en su popularidad. Foto: EFE/Miguel Gutiérrez.

Benigno Alarcón

16 de septiembre de 2019

Desde hace un par de semanas hemos hecho de esta columna, Carta del Director, el editorial semanal de PolítiKaUCAB. Quisiera comenzar hoy este editorial explicando lo que hay detrás de esta decisión. El Centro de Estudios Políticos cuenta, desde el año 2011, o sea desde hace ocho años, con una Mesa de Análisis Coyuntural que sigue, semana a semana, los movimientos de los diferentes actores en el tablero político del país, a fin de comprender mejor lo que está pasando, la trascendencia o no de cada evento, y los posibles escenarios entre los que nos movemos para hacer así ofrecer nuestra mejor contribución al proceso.

La Mesa de Análisis Coyuntural, conformada desde entonces por un equipo multidisciplinario de quince especialistas, los mejores del país en el área política, social, económica, seguridad, opinión pública, comunicaciones, y sociedad civil, más algunos que han tenido que mudarse fuera del territorio nacional, pero siguen cooperando con nosotros a distancia, es, en buena medida, el cerebro de nuestro Centro de Estudios Políticos y de Gobierno. Es desde aquí donde analizamos y comprendemos lo que está pasando, desde donde nos formamos nuestra opinión, desde donde tomamos decisiones sobre buena parte de nuestros aportes, y desde donde definimos el rol de nuestro Centro de cara al país.

Y aunque es necesario hacer una diferencia entre las opiniones del Centro y las de su Director, debo decir que ambas son coincidentes en la casi totalidad de los casos, y cuando no lo es trato de dejar en claro que se trata de mi opinión, y no de la del Centro. En este sentido, la Carta del Director tratará de siempre de reflejar, de manera clara y sencilla la opinión de nuestra Mesa de Análisis Coyuntural, la cual es la opinión del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno.

El Centro de Estudios Políticos, así como la Mesa de Análisis Coyuntural, son entidades independientes, sin filiación partidista, y por lo tanto hacemos nuestro mejor esfuerzo por ser objetivos y veraces en nuestros análisis, pese a las dificultades que existen para tener acceso a la información. Lo que no podemos ser es neutrales, ninguna persona que sufra y viva en este país y que crea en la libertad, los derechos humanos y la democracia puede serlo. Es por ello que nuestra actitud no puede ser meramente contemplativa, sino que todo nuestro esfuerzo de investigación y formación se complementa con dos objetivos atípicos para un Centro de nuestra naturaleza: inspirar e incidir en quienes comparten la lucha por hacer de Venezuela un país grande, libre y democrático.

Nuestros análisis no pueden ni podrán ser jamás complacientes con un régimen que nunca fue ni será democrático, pero ello no implica autocensurarnos para mantener la simpatía del liderazgo que lucha por recuperar la democracia, si así lo hiciésemos nada estaríamos aportando a esta lucha y estaríamos confundiendo solidaridad entre quienes luchamos con deshonestidad para con quienes nos han dado su voto de confianza y nos leen para comprender lo que pasa y tomar decisiones que le afectan en lo personal o nos afectan a todos en lo colectivo.

Tampoco nuestros análisis y conclusiones pueden ser calificadas como pesimistas cuando no tengamos indicadores que nos permitan decir que vamos bien. Decir que todo está bien, ignorando indicadores que nos dicen que hay razones para preocuparse, no es optimismo sino estupidez. Pero soy en lo personal, y somos en lo institucional, profundamente optimistas sobre el futuro de Venezuela, un país que fue, y volverá a ser, uno de los más desarrollados y modernos de América Latina, que resurgirá mañana de sus cenizas de hoy, como el Ave Fénix[1], espiritualmente fortalecido por lo que le ha tocado vivir desde 1999, al haber caído en la trampa de la demagogia que, como Aristóteles decía en La Política, es la degradación de la Democracia?

Habiendo entonces sentado las bases de lo que es y no es la Carta del Director, como Editorial de PolítiKaUCAB, pasemos a tratar sobre lo que nuestra Mesa de Análisis Coyuntural encuentra después del breve receso de agosto.

Estatus del proceso de resolución del conflicto venezolano

El proceso de negociación auspiciado por Oslo el cual busca resolver la crisis política entre el gobierno venezolano y la oposición está paralizado a raíz de una decisión unilateral que tomó el gobierno al ausentarse de la sexta ronda de la mesa, primero excusándose por los actos del 24 de julio, luego por el aniversario de la muerte del Padre de Jorge Rodríguez, luego como respuesta a las nuevas sanciones y la amenaza del bloqueo impuestas por los Estados Unidos, y más recientemente acusando a Guaidó de negociar el Esequibo, en una clara maniobra cuyo destinatario es la Fuerza Armada Nacional, de cuya lealtad incondicional al régimen se duda desde antes del 30 de abril.   No obstante, el gobierno de Noruega sigue en contacto con ambas partes para explorar la posibilidad de reanudar el proceso de mediación.

La posición de Estados Unidos frente una solución pacífica para Venezuela ha sido ambigua y llena de contradicciones, lo que es reflejo de la falta de acuerdo hacia lo interior del gobierno norteamericano sobre lo que debe hacerse en el caso venezolano. Esto va en línea con el despido de uno de los asesores del gobierno estadounidense, John Bolton, quien tiene una visión radical para la resolución del conflicto venezolano, y que al parecer habría tenido ya varios desencuentros con el Presidente Trump por otros temas, como el de Corea del Norte y lo relacionado con la posición norteamericana ante el régimen Talibán.

Reflejo de estas contradicciones son las declaraciones de Elliot Abrahms, representante especial de la Casa Blanca para los asuntos sobre Venezuela, quien al mismo tiempo que señala que no habrá intervención militar, nos recuerda el caso de Panamá y celebra la activación del Tratado de Asistencia Recíproca (TIAR) en el seno de la OEA, lo que pone de relieve que la tan criticada falta de acuerdo sobre una estrategia no es solo un problema de los actores locales, sino también de los foráneos que, a partir del TIAR, incrementan su distancia no solo entre Estados Unidos y Europa, sino entre países de la región que apoyan o no su activación, inclusive entre aquellos que conforman el Grupo de Lima y dentro del mismo grupo de países miembros del TIAR, de los cuales doce de los dieciocho aprueban su activación, pero tres de estos niegan el componente de asistencia militar, que es el que se pretende que tenga mayor peso como amenaza creíble que mejore la fortaleza de la posición pro-democratización.

Con respecto a la estrategia opositora, Guaidó había pedido meses atrás un voto de confianza a los venezolanos, y había reafirmado que estaba liderando acciones en todos los tableros, que incluyen tanto las iniciativas de Oslo, Grupo Internacional de Contacto, Grupo de Lima y de la Organización de Estados Americanos (OEA), como la reincorporación al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que poco tiene que ver con la resolución de conflictos políticos internos a pesar de las expectativas que sobre el mismo se han generado. Con respecto a las acciones de presión interna, la convocatoria a las movilizaciones durante el mes de agosto no tuvieron el éxito esperado, ni siquiera en el interior del país, zona en la cual Guaidó tenía hasta muy recientemente un buen récord de concentraciones ciudadanas masivas. La amenaza que reflejaba nuestro estudio de opinión del mes de mayo sobre las expectativas de la población sobre una resolución para finales de año pareciera que se hace paulatinamente patente. Ante la ausencia de una estructura organizativa que haga posible la movilización y la protesta, de manera que no sea dependiente del azar que representa la respuesta espontanea a las convocatorias, el éxito de la iniciativa de Guaidó hoy, se vuelve inconvenientemente dependiente de lo que sus aliados internacionales puedan y estén dispuestos a hacer en el muy corto plazo.

Si bien Guaidó sigue mostrando niveles de alta popularidad interna y cuenta con el apoyo internacional, está perdiendo poder de convocatoria inherente a la reducción progresiva de expectativas positivas y a una narrativa que coloca la responsabilidad y la capacidad de cambio en lo internacional, desempoderando a la sociedad civil que hoy asume una actitud contemplativa. En sentido contrario, la narrativa del régimen hace de cada día adicional en el poder una batalla ganada, empoderando a sus reducidas bases de apoyo al convertir el proceso en una lucha de David contra Goliat (la lucha no es contra Guaidó sino contra las potencias enemigas extranjeras), para lo cual cuenta con la cohesión de sus fuerzas internas, incluyendo la subordinación de la FANB, el control del territorio y de la totalidad de las instituciones, con excepción del Legislativo, así como con aliados internacionales de las talla de China, Irán, Rusia y Cuba, y fuerzas paramilitares entre las que se cuentan los milicianos y grupos guerrilleros colombianos como las FARC y ELN que hacen vida en Venezuela. En este sentido, la situación actual favorece hoy el escenario de continuidad progresiva de la autocratización, que señalábamos como el más probable a principios de año, y que ratificábamos en nuestro evento sobre Perspectivas Políticas, Internacionales, Económicas y Sociales 2019 (segundo semestre).

En conclusión, las condiciones actuales para una resolución del conflicto siguen sin prometer avances en el corto plazo. La coalición gubernamental continúa cohesionada, salvo la evidencia de algunas voces disidentes, lo cual abona el terreno para buscar estabilidad a través de su autocratización progresiva, poniendo de relieve su intención de apostar por el status quo, que es hoy su mejor alternativa, incluso a un acuerdo negociado. La situación para la oposición hoy es extremadamente dependiente de lo que sus aliados internacionales pueden o están dispuestos a hacer en el corto plazo, lo que se evidencia en una importante debilidad que se traduce en la carencia de una alternativa viable en caso de no alcanzar un acuerdo negociado. Esta carencia coloca a los representantes democráticos en una posición de debilidad relativa que es lo que le ha permitido al régimen pararse de la mesa de mediación auspiciada por el Reino de Noruega, sin temor a que ello le genere riesgos o costos mayores a los que ya ha asumido.

¿Qué debe hacerse?

La información disponible sobre el transcurso del proceso de negociación entre la oposición democrática y el régimen venezolano, considerando el balance entre costos de represión y de tolerancia a un cambio político y las alternativas con que cuenta cada parte en caso de que no se reactive y/o no se alcance un acuerdo, además de la relación asimétrica de poder entre ambas partes, no permite un margen racional de optimismo sobre la posibilidad de alcanzar una solución negociada antes de que la oposición cuente con una alternativa real que pueda ejercer ante la falta de acuerdo, y que genere al menos un nivel muy alto de incertidumbre para el régimen sobre su viabilidad futura, lo que serviría de punto de apalancamiento para alcanzar una solución negociada. Mientras esto no se logre, la negociación es, y será, un juego trancado.

En consecuencia, la dirigencia política de la oposición democrática deber evaluar su estrategia, y de esta manera identificar y ponderar o construir sus alternativas reales. En tal sentido, Juan Guaidó, como líder de la oposición, debería considerar junto a todas las fuerzas y líderes de la oposición las siguientes acciones:

  1. Descartar la hipótesis de la división militar, no solo por la falta de resultados, sino por una mejor comprensión del funcionamiento de este sector y de sus costos, que siempre son exponenciales en aquellos casos en que no se actúa corporativamente, como lo demuestran buena parte de los procesos de cambio político con participación del sector militar. Ello obliga a pensar en la FANB, no como un pilar que se fractura aún cuando ciertamente existen diferencias internas, sino como uno que es más probable cambiarlo de posición a una de neutralidad institucional, atendiendo a los intereses colectivos y de sus líderes.
  2. Atender al hecho inevitable de que durante el próximo año habrá elecciones parlamentarias, incluso con una convocatoria adelantada si no hubiese acuerdo, y generales (presidencial y parlamentarias) si lo hubiese. Es necesario que la oposición dé prioridad a la organización de su estructura electoral, atendiendo a la demanda de la sociedad que ve en lo electoral la solución política más deseable (estudio del CEPyG-UCAB de mayo 2019), pero para la que la oposición no estaría preparada en menos de seis meses.
  3. Reformular con urgencia la estrategia comunicacional, que es la arena en la que el régimen tiene sus mayores fortalezas, en aspectos tales como: a) La percepción de que la oposición no representa una alternativa de gobierno. No existe difusión suficiente de los logros o sobre una visión inclusiva de país, así como de esfuerzos tales como Plan País, que no son conocidos por la mayoría de la población de acuerdo a las mediciones de opinión pública; b) Los ruidos que se generan sobre supuestas pugnas entre líderes y fuerzas políticas de la oposición y c) Una narrativa de empoderamiento ciudadanos que centre la solución en la movilización y participación ciudadana, lo que no implica renunciar a la ayuda externa pero sí un refrescamiento de las expectativas, condición sine que non, ante la pérdida de las expectativas positivas.
  4. Emprender un esfuerzo serio de articulación de la sociedad civil a fin de reactivarla en torno a una estrategia común, con un horizonte temporal específico, que traiga consigo la construcción de una serie de mensajes que alimenten las expectativas positivas y el rol de los ciudadanos en el proceso de democratización. Para esto debe considerarse un esfuerzo de concertación social en torno a aquellos actores que gozan de mayor confianza como lo son la Iglesia, las universidades, los estudiantes, el sector empresarial, y las organizaciones de la sociedad civil, sin que ello implique el desplazamiento de los actores políticos.

[1] En la mitología griega, el fénix es un ave de larga vida que se regenera cíclicamente o, de lo contrario, nace de nuevo. Asociado con el Sol, un fénix obtiene nueva vida al surgir de las cenizas de su predecesor (Wikipedia).

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