Opinión y análisis

El 6D contra viento y marea

The logo of the National Electoral Council (CNE) is seen in its headquarters in Caracas, Venezuela February 26, 2018. REUTERS/Marco Bello

Andrés Cañizález

@infocracia

El chavismo ha sido, a lo largo de sus 20 años en el poder, cónsono con esto: hace pública algunas de sus estrategias políticas. No se aplica en todos los casos, pero no es inusual encontrarse con anuncios previos tipo haremos esto “contra viento y marea”.

Hace unos tres meses el presidente Nicolás Maduro anunció que las votaciones parlamentarias del 6 de diciembre irían “con pandemia o sin pandemia”. Y más atrás, al inicio de este 2020, el número dos del régimen Diosdado Cabello tajantemente señaló que este año habría elecciones legislativas y no presidenciales, tal como han venido exigiendo actores opositores y demandando una parte importante de la Comunidad Internacional.

Cualquier duda sobre la realización de elecciones, bajo cualquier circunstancia en Venezuela, la zanjó el chavismo en junio pasado cuando usando al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) modeló el escenario del 6D. Por un lado nombró a una directiva afín al gobierno al frente del Consejo Nacional Electoral, y por el otro le sustrajo a los partidos opositores sus emblemas y directivas para amplificar la oposición “leal” en estos comicios.

Ya en la reelección de Maduro, no reconocida por casi 60 países de Occidente, en mayo de 2018, se ensayó el esquema de una oposición “leal” con la presencia de los candidatos presidenciales Henri Falcón (quien fue figura regional del chavismo en el estado Lara) y con el pastor evangélico Javier Bertucci.

De cara a este proceso del 6D finalmente Falcón no se presentó como candidato, pero apoya abiertamente la participación de sus correligionarios. Si se lee con detenimiento su mensaje de inicio de campaña para las elecciones parlamentarias, Falcón parece estar reservándose para optar de nuevo a la gobernación del estado Lara el año próximo. Bertucci, en tanto, sí se inscribió como candidato a diputado.

Desde un punto de vista simbólico, en este 2020 el tarjetón electoral en Venezuela puede dar la idea de que hay una presencia diversa de organizaciones políticas. Los partidos a los cuales se les sustrajeron judicialmente las siglas y directivas, tal como el caso de la Acción Democrática colocada en manos de Bernabé Gutiérrez, confundirán a no pocos venezolanos dado el clima de desinformación que reina en el país.

El 6D va contra viento y marea. La falta de acuerdos con la Unión Europea, que trajo no sólo que la unión descartara enviar observadores, sino la decisión de Henrique Capriles de no avalar este proceso electoral, demostró de nuevo que las votaciones se harán de cualquier modo.

El planteamiento central de la UE, que servía de paraguas a Capriles, era el aplazamiento de los comicios por un lapso de seis meses.

Para el chavismo no es viable postergar lo que ocurrirá el 6D. Con lo que sea que ocurra (más o menos votantes, represión política plural o no, etcétera), el punto es un asunto no de legitimidad sino de control. Tomar el control de la Asamblea Nacional, con una imagen pública de que esto se generó gracias al voto, es el tema central. Importa más lo que se represente o narre de lo que efectivamente ocurra ese día.

De forma llamativa, se dará un proceso largamente anunciado y reconfirmado por el poder político e institucional. En tanto, los factores de oposición, a lo largo de este tiempo, mientras el chavismo montaba todo lo necesario para que ocurra el 6D, no lograron ni articular una postura común.

El no basta con la abstención que exclamó la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) quedó sin respuesta unificada y sólida por parte del liderazgo político democrático, que sigue atrapado en sus dilemas estratégicos, rivalidades personales y diferencias tácticas.

Lo que finalmente han terminado por plantear los diputados actuales, liderados por Juan Guaidó, de hacer una consulta popular, luce por un lado improvisado y, desde un punto de vista simbólico, no ha logrado calar, como respuesta al 6D.

La nueva Asamblea Nacional, más allá de la discusión por demás válida sobre su legitimidad, representará desde la lógica del poder (que a fin de cuentas es el asunto central para entender el chavismo) el control total de las instituciones.

La actual Asamblea Nacional, hasta antes del 6D, es el único poder legítimo en Venezuela para decenas de países de América y Europa.

La realización de las votaciones contra viento y marea no sólo representará una encrucijada para replantearse la lucha política democrática interna en Venezuela, sino que también colocará una papa caliente en manos de la Comunidad Internacional, sobre qué hacer luego de que Juan Guaidó deje de presidir al Parlamento.

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