

Andrés Cañizález
@infocracia
Al avanzar el año 1999, en medio de un acelerado proceso de transformaciones institucionales que tenía a la cabeza a un Hugo Chávez recién posicionado como presidente, se abrió campo para un nutrido debate que intentaba hacer balance de los 40 años del sistema democrático en Venezuela.
Había una clara necesidad de explicar qué había ocurrido en el país, ya que Chávez y su Revolución Bolivariana simbolizaban una clara ruptura. En aquellas lecturas se ponía acento en los yerros tempranos del chavismo en su ejercicio del poder, reproduciendo los errores que precisamente habían debilitado al bipartidismo.
Venezuela daba vueltas sobre sus problemas de siempre. Una institucionalidad fallida había tenido como respuesta la irrupción de un liderazgo personalista que justamente se enfocaría en profundizar aquel mal.
En un artículo titulado “Instituciones, ciudadanía y sociedad civil: ¿Qué hemos aprendido o desaprendido en estos 40 años?”, Luis Gómez Calcaño apuntaba en esta dirección.
Gómez Calcaño identifica tempranamente, en 1999, tres rasgos en el naciente ejercicio del poder por parte del chavismo que –a su juicio- dificultarían una verdadera reconstrucción institucional en Venezuela. Desde el inicio se apuntaba a repetir esquemas fallidos del período 1958-1998. Para este estudioso vinculado al Centro de Estudios para el Desarrollo (Cendes), resultaba clave la ausencia de institucionalidad para explicar lo que comenzaba a germinar en el país durante ese año 1999.
Un primer rasgo indicado era el mesianismo de Chávez, el cual terminó por suplantar a un modelo institucional fallido. La persona por encima de la institución compone una práctica común en aquel momento. Se pensaba desde el poder que colocando a nuevas personas, “comprometidas con el pueblo”, en posiciones institucionales claves, eso por sí sólo, pondría fin a la corrupción. El punto de inicio del chavismo (y ello fue una de las razones de peso que le llevaron a un triunfo electoral) encontró instituciones democráticas en medio del más profundo descrédito.
La notable debilidad institucional que distinguía al momento país en 1998-1999 tuvo como respuesta el mesianismo y el personalismo. Chávez, con su potente discurso público, parecía ser (él como persona y líder) la única respuesta a múltiples problemas. Se perdió la oportunidad de re-institucionalizar al país. Al contrario, el nuevo esquema de poder aprovechó ese momento pero lo usó para moldear las instituciones según lo dictara el mesías político.
Un segundo rasgo, a juicio de Gómez Calcaño, lo constituía la profundización de la cultura clientelista. Amplios sectores de la sociedad venezolana habían asumido una relación de dependencia con el Estado, ya que esto pasó a ser un asunto medular del bipartidismo a partir del primer boom petrolero de 1974.
Tras observar diversas intervenciones públicas del presidente Chávez en 1999, era evidente para el autor que se estaba llevando a niveles muy altos una relación directa entre los ciudadanos y el jefe de Estado, pero no para discutir sobre los problemas y eventuales soluciones a la crisis en Venezuela, sino que sencillamente la gente se acercaba al nuevo poder con cartas y papelitos para solicitar empleo, una ayuda económica o atención médica. La expectativa en una relación clientelar es la respuesta personal a mis problemas.
Se repetía (llevándole a niveles hasta ese momento desconocidos) uno de los errores del pasado: el ejercicio clientelar del poder. El chavismo borró la mediación institucional entre los ciudadanos y la presidencia, y con ello se perdió la oportunidad de reconstruir el tejido de instituciones dentro del Estado venezolano.
Un tercer y último rasgo sobre la debilidad institucional, que por un lado heredaba el chavismo y que por el otro Chávez terminaría profundizando, se ubicaba en la inexistencia de partidos políticos modernos en Venezuela. Los dos partidos emblemáticos del período 1958-1998, Acción Democrática y Copei, eran al iniciarse el chavismo una suerte de caricatura de las agrupaciones que décadas atrás habían liderado la modernización del país. La debacle partidista fue un factor determinante en la erosión institucional que se vivió en Venezuela, como preludio del ascenso de Chávez al poder.
Un chavismo caracterizado por un liderazgo mesianismo y el clientelismo como forma de interacción con el ciudadano, no iban a generar, por razones obvias, un partido moderno. En aquel 1999 existía el Movimiento V República (MVR), que en realidad se había creado un año antes, frente a la presión de las autoridades electorales para que Chávez pudiese inscribir su candidatura.
El partido hecho bajo los designios del líder fue una negación de la institucionalidad y otro error en el que incurrió la primigenia Revolución Bolivariana para llegar al poder y que luego, con el pasar de los años, terminó profundizando.
Referencias:
Gómez Calcaño, Luis (1999) “¿Qué hemos aprendido o desaprendido en estos cuarenta años?: instituciones, ciudadanía y sociedad civil”. En: SIC. Vol. 62. N° 618. pp. 343-345. Caracas: Fundación Centro Gumilla.
Prieto, Hugo (2020) Entrevista a Luis Gómez Calcaño: “Una solución provisoria se volvió permanente”. Prodavinci, texto en línea: https://prodavinci.com/luis-gomez-calcano-una-solucion-provisoria-se-volvio-permanente
Categorías:Opinión y análisis