
José Castrillo*
El pasado 24 de febrero, después de varios meses de concentrar tropas y equipamiento militar en la frontera con Ucrania, Rusia, invade, desde tres puntos distintos, a este país. La invasión llamada eufemísticamente por el gobierno ruso, “operación militar especial,” tenía por objetivo “desnazificar” a Ucrania, destruir su capacidad militar y evitar su ingreso a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).
Transcurrido casi tres meses después de la invasión, la guerra continúa y se ha concentrado en el este y sur de Ucrania, frente a la imposibilidad rusa de tomar la capital (KIEV) y derrocar al gobierno legítimo de Molodímir Zelenski.
Los ucranianos han demostrado una firme voluntad de lucha, que apoyada con los recursos militares de la OTAN y de los Estados Unidos (entrenamiento, equipos/armas e información de inteligencia) han plantado fuerte resistencia al ejército invasor, cuyo gobierno y alto mando militar, dedujeron, que debido a su superioridad militar, en armas y hombres, podrían derrotar en forma rápida al gobierno, al ejército y pueblo ucraniano.
Con miles de víctimas civiles, destrucción intensa de infraestructura civil, varios millones de refugiados y desplazados, no se vislumbra, en el horizonte inmediato una solución política a esta guerra.
El gobierno de Rusia, dado que su objetivo subyacente de destruir al gobierno central de Ucrania, tomando su capital, no ha sido posible, por la fuerte resistencia del ejército ucraniano, concentra su esfuerzo bélico en la región del este (Donbás) y el sur, buscando controlar esa franja territorial, para después incorporarlas como parte del territorio de Rusia. En tal sentido, luchará hasta alcanzar dicho objetivo militar, y no escatimará recursos y medidas sin calcular el costo. El presidente Putin requiere decirle a la sociedad rusa que logró los objetivos que se planteó; algunas encuestas señalan que la mayoría de sus ciudadanos apoyan la invasión.
Desde el lado ucraniano, el liderazgo político y militar, considerando que han logrado resistir y parar a las fuerzas invasoras, produciéndoles importantes pérdidas de soldados y equipos militares, cree posible, obteniendo más equipamiento militar pesado de la OTAN, poder derrotar, en términos militares a Rusia.
Dadas estas posturas maximalistas de los bandos confrontados y convencidos cada uno que podrá derrotar al otro, la política y diplomacia se encuentran en el congelador.
Cada actor, procurará lograr la mayor cantidad de triunfos y avances territoriales en el campo de batalla central (región este y sur de Ucrania), para a la hora de la negociación política y diplomática obtener la mayor cantidad de territorio posible, y cantar, en consecuencia, la victoria sobre el adversario.
Todo proceso de negociación se inicia cuando los actores o bandos en conflicto, entienden que no pueden derrotar al adversario y por tanto se disponen a buscar una salida negociada, o cuando uno de los bandos confrontados, es derrotado y para sobrevivir se sienta a buscar una salida negociada o diplomática.
En esta guerra, debido a que cada actor cree poder derrotar al otro, la vía de la negociación política o diplomática, debe esperar los resultados sobre el territorio en disputa. Rusia cree poder derrotar a Ucrania, y este país cree poder vencer a Rusia. Veremos hasta dónde llega el esfuerzo de guerra de cada uno.
El balance es favorable a Ucrania, en la primera fase de la guerra, cuando asumió una postura defensiva que evitó que la capital cayera en manos rusas. Ahora estamos en una segunda fase del conflicto, donde Ucrania deberá asumir una postura ofensiva para contener y expulsar al enemigo de la región del este y sur.
La perspectiva del conflicto es crítica dada las posturas maximalistas de los actores en guerra. Rusia ha venido amenazando con extender la guerra a los países de la OTAN, que están suministrando armas e inteligencia a Ucrania, al declarar legítimo atacar dichos suministros. Amén de las amenazas que ha esbozado de usar armas nucleares si este conflicto se convierte en una amenaza existencial para Rusia.
Por ahora, la guerra continuará con sus terribles consecuencias humanas y materiales en Ucrania, y para el resto del mundo por las afectaciones que produce este conflicto en las conexiones globales en materia de cadena de suministros, energía y materias primas: Europa depende en 40% del gas que consume y compra a Rusia.
Ucrania luchará por preservar su soberanía política y su integridad territorial y Rusia por mantener el control o influencia política sobre ese país, evitando que entre en la esfera de influencia de Estados Unidos y la Unión Europea.
En fin, la nación ucraniana es escenario de las rivalidades estratégicas de estos actores geoestratégicos confrontados, por ser un Estado bisagra o pivote entre Europa y Rusia.
Deseamos que esta confrontación termine para evitar más muerte y destrucción material. Lamentablemente, sabemos cuándo se inicia una guerra, pero no sabemos cuándo termina.
*Politólogo / Magíster en Planificación del desarrollo.
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