
José G Castrillo M
La proclamación de un orden unipolar, luego de la caída del muro de Berlín en 1989, implicó un cambio del entorno estratégico internacional, entiendo por tal, la configuración de las relaciones (confrontación/cooperación) entre las naciones-Estados en función de sus intereses nacionales, económicos, geopolíticos e ideológicos.
En la Guerra Fría el entorno estratégico significaba la confrontación entre dos bloques políticamente competidores que, en forma directa e indirecta, buscaban cada uno aumentar su esfera de influencia sobre el resto de las naciones-Estados, para evitar cayeran en la esfera de influencia del bloque competidor. En ese marco, las relaciones internacionales estaban matizadas por la polarización entre dos bloques políticos-ideológicos y cada actor debía decidir en cual ubicarse. Había un entorno estratégico predecible, en términos generales.
En el orden post-Guerra Fría, Estados Unidos emerge como la potencia de carácter global que actuaría en el orden internacional con gran influencia directa e indirecta en todas las instituciones de carácter político, económico-financiero y en los foros y agencias regionales.
Sin un competidor estratégico que lo afrontase en forma directa, el entorno estratégico donde actuaba Estados Unidos como potencia global, se caracterizó por la presencia de una Rusia que buscaba definir su destino como nación y potencia luego de la debacle de la URSS; China se enfocaba en mantener su senda de desarrollo económico, con bajo perfil en sus ambiciones geopolíticas; el mundo musulmán suní se imponía en la región del Medio Oriente, con un Irán chíi, recuperándose de la guerra que sostuvo con Irak (1980-1988), y una Unión Europea, bajo el paraguas militar de Estados Unidos y sin autonomía política para actuar con perfil propio.
No existía una entidad estadal que rivalizase con los Estados Unidos en lo político, económico, militar y tecnológico, por tanto, esta nación era un actor geoestratégico sin competidores que amenazaran su supremacía. El entorno estratégico era estable. Sin embargo, en el 2001 se produce un punto de inflexión en este entorno estratégico: los ataques del 11 de septiembre de 2001, cuando militantes del grupo Al Qaeda, realizan operaciones suicidas en territorio americano.
Ese evento cambió el entorno estratégico internacional y el de Estados Unidos, porque un actor geoestratégico es atacado en su territorio, no por otro actor geoestratégico (entidad estatal), sino por un grupo terrorista. A partir de allí, declarando Estados Unidos la guerra contra el terrorismo, invade una entidad estatal (Afganistán) para perseguir y capturar al autor intelectual de los ataques: Osama bin Laden.
En 2003 invade a Irak, luego de acusar a ese país de poseer armas de destrucción masiva, sin pruebas, con las consecuencias que son conocidas. En estos países, Estados Unidos se empantanó por muchos años, dejando la situación tan o más complicada que cuando los invadió. Sin un objetivo claro, sin los recursos suficientes y sin una estrategia de salida, debió retirarse de dichos escenarios (Afganistán) o reduciendo sus fuerzas presentes, en el caso de Irak.
Hoy en el entorno estratégico internacional, además de lidiar con el terrorismo, que es una forma de lucha de actores estatales y no estatales, se debe hacer frente a un reacomodo del poder de actores estatales que procuran abrir un espacio y superar al orden prevaleciente actual.
En tal sentido, apreciamos la reemergencia de Rusia como un actor geoestratégico, que procura reafirmar tal condición en su esfera de influencia cercana (Eurasia) confrontando en Ucrania en forma indirecta a Estados Unidos y la OTAN, alegando amenazas a su seguridad, por la expansión de esta alianza a sus fronteras.
China, luego de un crecimiento y desarrollo económico extraordinario, quiere convertir el poder económico que posee en poder geopolítico, por tanto, la vemos más asertiva a nivel internacional, particularmente en el mar de China donde tiene reivindicaciones como la recuperación de Taiwán, chocando con los intereses geopolíticos de Estados Unidos en esa región.
Otras entidades que podemos catalogar como Estado pivotes o potencias medias, que tienen sus propios intereses geopolíticos, desafían el orden dominante, porque han venido desarrollando capacidades militares y tecnológicas, que amenazan la supremacía de Estado Unidos en esos ámbitos del poder. En este sentido, destacan Turquía e Irán, el primero miembro de la OTAN, pero cuyas actuaciones en su entorno geopolítico cercano-su intervención en Siria, Libia y la guerra en Ucrania- desafían las líneas políticas de la organización.
Respecto a Irán, esta nación es un actor clave para la estabilización o desestabilización en Siria e Irak, y demás países donde hay presencia de la rama chií del islamismo. Además, viene desarrollando capacidades militares como misiles de crucero, drones, que pueden denegar o afectar los activos militares de sus adversarios cercanos.
En definitiva, el entorno estratégico internacional se hace más complejo, porque actores estatales como Rusia y China, procuran un lugar en el orden global y buscan reconfigurarlo, en función de sus intereses geopolíticos y los Estados pivotes o potencias medias con agendas de intereses y desarrollo de capacidades militares y tecnológicas que reducen la ventaja estratégica de Estados Unidos.
Toca gestionar este nuevo entorno estratégico en forma razonable para evitar conflictos catastróficos.
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