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Primarias o Consenso

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Tulio Ramírez

La oposición pareciera seguir empeñada en construir nuevas disyuntivas para distanciarse entre sí y obstaculizar cualquier intento de lucha unitaria contra el gobierno chavista. Salvo episodios muy puntuales, los venezolanos hemos observado con preocupación tales diatribas.

Mientras en todos los sondeos de opinión los electores antichavistas claman a gritos sobre la necesidad de unirse para ser exitosos, el liderazgo político opositor pareciera plantearse lo contrario.

Insisto en el “pareciera”, porque al analizar el verbatum, todos plantean la necesidad de luchar unidos. Sin embargo, son tales las exigencias y condiciones de las partes involucradas, que cada vez se hace más cuesta arriba lograrlo.

 Todos colocan como condición que la unidad solo es posible, si es bajo la bandera de su líder, su partido o su estrategia para llegar al poder. Si bien es cierto que difícilmente encontraremos en el mundo opositor una retórica francamente antiunitaria, también lo es el conseguir una práctica sinceramente unitaria.

Desde los primeros escarceos para combatir el proyecto autoritario y controlador de Hugo Chávez, la tónica fue la imposibilidad de desarrollar una estrategia unitaria. A lo largo de estos 22 años, salvo en las elecciones parlamentarias de 2015, los globos unitarios se iban desinflando, unas veces por poco suministro de oxígeno, y otras, por pinchazos certeros. 

Por supuesto, y sería necio afirmar lo contrario, siempre ha habido unidad de objetivo en los grandes sectores opositores, aunque diferencias insalvables en la estrategia. La polémica entre la vía electoral o la vía insurreccional, fueron las primeras barajitas usadas para alimentar la controversia. Por períodos los entusiasmos mayoritarios fueron balanceándose entre una y otra opción, llevándose por delante, en cada vaivén, la posibilidad de acumular la fuerza necesaria para obtener victorias.

La consecuencia, después de tantos intentos fallidos, se ha ido entronizando en el mundo antichavista un sentimiento antipartido y antiliderazgo que ha afectado de manera similar a quienes han sostenido las posiciones más radicales hasta las más moderadas.

Lo paradójico, y allí es donde estriba nuestra preocupación, es que este fenómeno se presenta en los momentos en que el gobierno y el chavismo tienen el sol a sus espaldas. Algunos episodios evidencian cómo baja la marea en ese mar de proselitismo que es el PSUV:

Las llamadas elecciones de los “Jefes de Calle” se convirtieron en un triste show donde la no participación y la violencia fueron los protagonistas. De igual manera, el malestar por los pésimos salarios, la inflación, la grosera exhibición de riquezas por parte del liderazgo oficialista, las denuncias mutuas de corrupción entre los más altos personeros del gobierno y el reciente Informe de la ONU sobre la persistente violación de los derechos humanos en el país, han mellado los apoyos del los que antes se vanagloriaban los conductores partidistas del chavismo.

Así entonces, en el peor momento del chavismo, las fuerzas opositoras cazan otro enfrentamiento que aleja la efectiva unidad. Veamos.

Una vez superado el interminable tema sobre la estrategia insurreccional versus la electoral, logrando esta última la aquiescencia del liderazgo opositor, la pelea se plantea ahora sobre cuál es el mecanismo más idóneo para lograr el candidato unitario para las elecciones de 2024.

Unos plantean la celebración de unas primarias y otros la escogencia del abanderado por consenso. Quizás esta discusión sea un detalle fácilmente superable con diálogo y madurez, si no se atravesaran discusiones sobre las condiciones que exige cada factor para su participación en la elección o en la selección.

Hay quienes son partidarios de las primarias si y solo si se  realizan sin la participación del CNE. Otros no objetan la participación del CNE pero colocan como condición que voten todos los venezolanos en el exterior sin restricción alguna. También hay quienes plantean que, por el mecanismo que fuere, no deben participar quienes hayan sido inhabilitados, mientras que hay quienes aseguran que se debe hacer caso omiso a esas inhabilitaciones.

Por su parte, los partidarios de la fórmula del consenso, plantean que las primarias son muy costosas y pueden dejan heridas que dividan en vez de unir. Sin embargo, entre ellos tampoco se muestra el consenso que pregonan como mecanismo de escogencia. Cada sector de este bando alega que se debe establecer una suerte de baremo que permita identificar el perfil del candidato idóneo. Al parecer han aparecido tantos baremos como aspirantes, cada uno dibujando al que lo promueve.

Lo cierto es que el tiempo está pasando y no hay decisión alguna sobre cómo escoger a quien enfrentará electoralmente al candidato del chavismo. Es necesaria una pequeña dosis de desprendimiento para pensar sobre la mejor opción para esta escogencia. Mientras esto sucede, la inmensa mayoría de los venezolanos que integran ese 80% que desea un cambio en el país, espera, sin mucha emoción y con pocas expectativas, a que salga un humo blanco, que perciben contaminado por la soberbia y la mezquindad política.

Recuperar el entusiasmo y la confianza de los venezolanos hacia el voto, no será fácil para quien finalmente logre ser el abanderado de la oposición, pero tampoco imposible. Lo que sí es cierto es que será más difícil, si no hay señales rápidas y claras que indiquen que prevalecerá el ánimo unitario, por encima de los codazos y empujones a los que nos tienen acostumbrado nuestro liderazgo opositor.

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