
EDITORIAL
Benigno Alarcón Deza
La semana pasada decidimos no publicar nuestro editorial ante el evento inesperado del fallecimiento de nuestro Rector, el Padre Francisco José Virtuoso, S.J., tras el breve pero intenso padecimiento de un cáncer descubierto apenas a finales del mes de julio. Su sorpresiva partida ha dejado un enorme vacío en la Universidad Católica Andrés Bello, entre los miembros de este equipo, y en quienes tuvimos el privilegio de conocerlo, trabajar y compartir con él durante muchos años. Su presencia y ejemplo de lucha y constancia nos acompañaran por siempre como legado e inspiración para nuestro trabajo
A solo dos meses y medio de terminar el año, surgen nuevamente las interrogantes sobre qué le espera a Venezuela en 2023. Doce meses que vendrán cargados de mucha incertidumbre y expectativa en todas las áreas: política, social y económica, sobre todo después de un 2022 que ha sido un año perdido en lo político y de pocas realizaciones en lo social y económico para la mayoría de la población. A pesar de la narrativa que quiso imponer el gobierno de que “Venezuela se arregló”, la realidad es que si bien se produjo un repunte de la economía que le dio cierto respiro a un pequeño grupo, no es menos cierto que no duró mucho. En el segundo trimestre del año comenzó una disminución del consumo, que se observó mucho más en agosto cuando el tipo de cambio se disparó, generando un aumento de la inflación y reducción de la capacidad adquisitiva.
En ese marco, corresponde identificar las tendencias que marcarán el rumbo de los acontecimientos en 2023, un año que puede ser crucial para el acontecer político del país. Uno de los eventos más importantes para la definición de escenarios durante el próximo año parte de la posibilidad de que la oposición organice las primarias para elegir el liderazgo que tendrá la responsabilidad de unir a la gran mayoría de Venezuela, que reclama un cambio democrático de gobierno, y desafiar a Maduro electoralmente en 2024.
Aunque pareciera que finalmente se está aclarando el panorama de las primarias, por cuanto ya se han decidido temas clave como la fecha de realización y su reglamento, aún queda pendiente un asunto fundamental, sin el cual nada avanza, la designación de la comisión electoral, que supuestamente estaría lista el pasado 15 de octubre, así como lo relacionado con la participación o no del Consejo Nacional Electoral (CNE), que dependería de la aceptación, muy poco probable, de las condiciones acordadas por los partidos de oposición en cuanto a las reglas de la primaria, la protección de la identidad de los electores, y la rectoría del proceso por la comisión electoral.
La realidad es que la celebración de una primaria, que promete una elevada participación, se ha convertido en una pesadilla para el gobierno, que amenaza con el adelanto de la elección presidencial (mientras el Consejo Nacional Electoral mantiene un silencio que demuestra su falta de autonomía institucional) para dividir a la oposición en torno al debate sobre su conveniencia y factibilidad. La realidad es que la primaria puede convertirse en un importante punto de inflexión que puede romper con la inercia opositora que contribuye a sostener el statu quo, por lo que cabe esperar cualquier cosa del lado oficialista para impedir su realización, tal como sucedió con el intento por activar un referéndum revocatorio a principios de este año. Asimismo, el diseño y la organización final de la primaria va a implicar que se logre una mayor o menor participación, lo que incidirá en su legitimidad, el mayor o menor reconocimiento del líder electo, y en su capacidad para unir a la mayoría democrática del país.
Otro tema que deberá verse con mucho cuidado y al cual habrá que hacerle seguimiento durante el 2023 es al de las protestas. Tratar de determinar si hay disposición a protestar o no, es un asunto relevante y está presente en todas las encuestas de opinión pública. Es necesario ver si ha aumentado o disminuido esa disposición y cuáles serían los motivos que impulsarían a la gente a salir a la calle, sobre todo si consideramos que los patrones observados durante años nos indican que hay fuerzas que se están acumulando y deberíamos estar muy cerca de un nuevo ciclo de escalamiento, cuyo detonador hoy desconocemos. Por ejemplo, este año la mayoría de las protestas han sido de carácter reivindicativo, de mejoras salariales, respeto a las contrataciones colectivas y aumento de las pensiones, especialmente en el sector estatal. También están presentes las protestas por servicios públicos. Esto hay que monitorearlo de forma permanente porque probablemente sea más fácil movilizar o articular esos niveles de protesta, que aún se mantienen muy dispersos, si se cuenta con la figura de un liderazgo unitario reconocido.
Lo político aún no se perfila como algo de interés para salir a protestar, dada las muy bajas expectativas de la población en torno a este tema, pero probablemente lo sea en la medida en que las elecciones se vayan acercando y la gente mejore sus expectativas sobre estas como una opción real de cambio.
En esta materia, hay un tercer elemento cargado de incógnitas que es el tema de la negociación, al cual el gobierno no se niega porque lo políticamente correcto es mostrar buena disposición, y solo se lograría llevarlo nuevamente a la mesa si es para negociar lo que le interesa, o sea, las sanciones y la repatriación de algunos amigos y enemigos, o si se dan las presiones internas necesarias. Parte de esas presiones están estrictamente vinculadas precisamente con la protesta, que a su vez está íntimamente relacionada con el comportamiento de la oposición. Ahí nuevamente surgen las primarias como factor movilizador.
Otro aspecto que debe considerarse en materia electoral es cómo se comportará la población que originariamente fue chavista, que en el pasado votó por el gobierno pero que luego se sintió defraudada y sería un posible voto en contra del régimen. Sin embargo, habría que revisar qué tan sensible es ese grupo frente a los sistemas clientelares, como los bonos del sistema Patria, la caja CLAP, o una vivienda, y que podrían hacer que nuevamente se inclinaran por quienes siguen detentando el poder. Eso va a dibujar un elemento importante de la acción política el próximo año, especialmente en cuanto a la expansión del gasto público enfocado en ese sector.
Y no se puede perder de vista el impacto que tiene la falta de acceso a la información por parte de la población venezolana, tomando en cuenta las acciones del gobierno para censurar a los medios de comunicación social. De hecho, se han cerrado más de 46 emisoras de radio en el país durante los últimos cuatro meses, lo cual podría tener una incidencia significativa tanto en la participación que se observe en el proceso de primarias como en las elecciones presidenciales, ya que en la medida en que se limiten las posibilidades comunicacionales, se suman riesgos para las campañas opositoras.
Desprotección y desarraigo
Hay otros aspectos que merecen atención en estos momentos donde la población pareciera sentir que cada vez hay menos opciones, menos posibilidades de mejorar su calidad de vida, de satisfacer sus necesidades básicas puesto que las políticas erráticas del gobierno son menos efectivas para generar empleos e incrementar el ingreso familiar.
En ese sentido, surge cada vez más interés en conocer cómo se ven los venezolanos a sí mismos, cómo se identifican con su país, cómo se sienten. Y esto tiene que ver con la cantidad de personas que siguen saliendo de Venezuela, lo cual también podría significar que la gente está perdiendo el arraigo.
Esto se puede vincular también con la percepción de amenaza que pueda sentir la población. Últimamente el gobierno ha puesto mucho énfasis en demostrar que protege pero no está claro si la gente se está sintiendo protegida por el sector público; si se siente más protegida por la FFAA o por la iglesia, por solo nombrar algunas instituciones. Habría que explorar ese tema y su incidencia en el comportamiento de la población.
También vale la pena señalar que las últimas estadísticas sobre la violencia apuntan a un incremento exponencial del delito denunciado. Aún prevalecen las manifestaciones violentas: robos y lesiones personales. De 50 casos mensuales conocidos, se ha pasado a 120, lo que resulta significativo. Esta situación también se refleja en sensación de inseguridad, de desprotección, de miedo.
Conclusiones
A medida que avanza el cierre del año, crecen las dudas y expectativas sobre lo que ocurrirá política, social y económicamente en el país durante 2023. Y uno de los asuntos que puede significar cambios importantes en el entorno es la realización de una primaria para definir el liderazgo opositor que se presentará a la elección presidencial del 2024, aunque el gobierno baraja la posibilidad de adelantar la elección presidencial para limitar cualquier riesgo que pueda frenar su propósito de mantenerse en el poder.
Las interrogantes sociales siguen presentes, dadas las limitaciones que se presentan en lo económico, toda vez que sigue desvaneciéndose la prédica de que “Venezuela se arregló” y la pérdida de capacidad adquisitiva está presente, lo que ha originado un amplio espectro de protestas laborales, especialmente en el sector público.
2023 se convierte en un año que puede configurarse distinto por muchas variables, no solo por la reactivación política que podría derivarse de la primaria, sino por el comportamiento del flujo migratorio, la evolución de la economía, la posición de la comunidad internacional, y en especial los Estados Unidos, en su relación con la oposición venezolana, y el camino que tomen las protestas de diverso signo en el país.
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