
José Guédez Yépez
Presidente de la Asociación Causa Democrática Iberoamericana
Nada es nuevo, ni siquiera sentir que todo es nuevo. Los cambios tecnológicos y sus consecuencias culturales, siempre han generado estrés social y tensiones generacionales. Aunque es normal asumir los retos y problemáticas de nuestro tiempo desde la perspectiva de la novedad exclusiva, la originalidad histórica y hasta el catastrofismo milenarista; la realidad es que siempre hemos sido más o menos iguales. Por eso, para entender este siglo y los cambios culturales producto de la revolución digital, es necesario recurrir a sus antecedentes en el siglo pasado. En 1976, cuarenta años antes de Tik Tok, la película de Hollywood Network retrató la realidad detrás de la televisión abierta, con escenas icónicas que no pierden vigencia y que aplican perfectamente a la realidad actual. Repasemos tres de sus monólogos, que son sin duda parte de la historia del cine.
El protagonista convertido ya en una especie de profeta de la televisión abierta dice en su programa estelar de gran audiencia lo siguiente: …sesenta y dos millones de americanos están escuchándome ahora porque menos del 3% leen libros, porque menos del 15% lee periódicos y porque la única verdad que conocen es la que se cuenta a través de la televisión. Justo ahora, existe una generación completa que nunca ha conocido nada que no salga del tubo de la televisión. Este tubo es el evangelio, la última revelación… Pero la televisión no es la verdad. La televisión es un maldito parque de atracciones, un circo, un carnaval… Estamos en el negocio de matar el aburrimiento. Si quieren saber la verdad, acudan a Dios, acudan a sus gurús, búsquenla en ustedes mismos porque es en el único lugar donde van a encontrar la auténtica verdad. Pero amigos, nunca van a obtener ninguna verdad de nosotros… Nosotros les diremos cualquier cosa que quieran oír. Manejamos ilusiones. Están empezando a creer en las ilusiones que tejemos aquí… Pero ustedes son la realidad. Así que apaguen sus televisores. Apáguenlos ahora.
Una crítica que no dejó a nadie indiferente y que dio pie a la respuesta que luego hace un ejecutivo de la cadena con este otro monólogo que hiela la sangre incluso ahora: No hay naciones, no hay personas. No hay rusos, no hay árabes, no hay Tercer Mundo, no hay Occidente. Solo existe el dominio del dólar… Es el sistema monetario internacional el que determina la vida en este planeta. Ese es el orden natural de las cosas hoy en día…. No hay Estados Unidos, no hay democracia. Solo existen IBM, ITT, AT&T, Dupont, Exxon… Esas son las naciones del mundo de hoy. ¿De qué creen que hablan los rusos en sus consejos de Estado? ¿De Marx? Sacan sus gráficos de estadísticas y evalúan las probabilidades de sus inversiones, igual que nosotros. Ya no vivimos en un mundo de naciones e ideologías…. El mundo es un negocio.
El primer monólogo apunta al problema social y el segundo al problema político, pero ambos tienen sus causas en lo económico. ¿Qué tanto hemos cambiado en este medio siglo? Ni antes estábamos tan bien, ni ahora tan mal; ni viceversa. Es el mismo mundo y las diferencias generacionales son mucho menores de lo que creemos. Quiza los televisores estén más apagados ahora, pero la sociedad sigue pegada a un tubo, confundiendo entretenimiento con información o cultura. Igualmente seguimos a merced de esa economía globalizada que funciona como un poder fáctico por encima de los Estados y no controlamos. Los medios cambian pero la conducta de la gente es la misma, mientras que los capitales cambian de dueño pero el sistema es el mismo.
La síntesis queda reflejada en el último monólogo del protagonista de la película, cuando concluye lo siguiente: En el fondo de nuestras almas aterrorizadas sabemos que la democracia es un gigante moribundo. Un concepto político enfermo. No digo con eso que Estados Unidos esté acabado como potencia. Sigue siendo el país más avanzado del mundo. Lo que sí se ha acabado es la idea de que este gran país esté dedicado a la libertad y al florecimiento de cada uno de los individuos que lo componen. Es el individuo el que está acabado. El concepto de independencia ha terminado. Esta ya no es una nación habitada por individuos independientes. Es una nación de cuerpos anulados como seres humanos, mecanizados. Ha llegado el momento de preguntarse si la deshumanización es tan mala, porque es un hecho.
Que un guion de 1976 tenga tanta vigencia no debe extrañar. Nuestros problemas están todos arraigados en el siglo veinte, por lo que debemos acudir más seguido a este tipo de referencias. Desde La Rebelión de las Masas de Ortega a El Conocimiento Inútil de Revel, pasando por El Fin de la Historia de Fukuyama. El siglo 20 fue el siglo en el que matamos la ideología, de la misma forma que en el siglo 19 matamos la creencia, como bien denunció Nietzsche. Y sin creencia ni idea, solo queda la identidad vacía, animal, inhumana. Por eso hoy nos quieren reducir a una letra de un acrónimo interminable que invisibiliza al Ser, la conciencia y, sobre todo, la responsabilidad individual. La televisión sigue cumpliendo su parte, ahora con la ayuda de las redes que son las nuevas naciones.
Ni los problemas son nuevos, ni las soluciones son fáciles, pero el primer paso y el más difícil es comprender la realidad en su contexto histórico. Luego, habrá que reconciliarse con la creencia y con la idea, ambas en equilibrio, y volver a ser humanos.
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