Por: Mercedes Martelo / 11 de septiembre de 2014
Durante los meses de julio y agosto la población venezolana se mantuvo a la expectativa de que el Presidente se pronunciara sobre la difícil situación que atraviesa el país resumida en escasez, desabastecimiento, inseguridad, inflación, multiplicidad de tasas de cambio, descalabro de industrias básicas e intermedias, pésimos servicios de electricidad, suministro de agua, atención hospitalaria y pare usted de contar. Finalmente el Presidente habló. En términos ‘cantinfléricos’ anunció que las medidas se anunciarán cuando se anuncien porque vamos a donde vamos y eso que quede bien claro. Mientras tanto, a distraerse con un poco de ajedrez ministerial…
¿Qué esperaba el venezolano del ‘sacudón’ que había ofrecido Nicolás Maduro para reimpulsar el desarrollo del país? Seguramente las expectativas estaban distribuidas según las áreas de preocupación o interés de los diferentes segmentos de la población.
Personalmente, considero que estas expectativas no estaban en absoluto polarizadas en los clásicos bandos de oficialistas y opositores que hemos venido observando en los últimos lustros, porque el año 2014 parece haber traído aires de contradicción en muchas direcciones. Si la oposición parece una torre de palillos en desintegración, el gobierno, su partido y los diversos grupos de alianzas que se mantienen en el poder, tampoco parecen estar muy cohesionados aunque compartan el ‘legado del comandante’.
De esta manera, las expectativas ante las promesas de medidas y sacudón debían estar distribuidas en muchas direcciones. Así, por ejemplo, algunos productores y comerciantes esperaban facilidades en el acceso a las divisas para poder adquirir los insumos, materias primas y demás requerimientos de sus actividades, quizás también esperaban una revisión de las leoninas condiciones impuestas a sus sectores por la legislación de precios ‘justos’ entre otras cosas; otros en cambio, cuyo negocio está precisamente en la explotación de los diferenciales cambiarios, esperarían que al menos no se llegara a una tasa de cambio única; por su parte, los trabajadores esperaban anuncios sobre el control de la inflación y medidas para que retornen los productos a los anaqueles de todos los abastos y mercados y hasta quizás medidas de estímulo a la creación de empleos formales que revivan la esperanza de acceso a un puesto de trabajo en una organización establecida; los enfermos crónicos esperaban que se anunciaran mecanismos para que les lleguen las medicinas imprescindibles en su condición (¿acaso hay diferencias entre enfermos oficialistas o de oposición?); los transportistas esperaban definiciones sobre el precio de la gasolina, y así sucesivamente.
La cadena presidencial ocupó varias horas del tiempo de millones de personas pendientes de los posibles anuncios a través de los medios de comunicación; tiempo restado al estudio, a la reflexión y solución de problemas, a la atención de la vida misma, y al final, nada de lo esperado, un vacio y más de lo mismo, un nuevo desperdicio de recursos que es lo que mejor sabe hacer el gobierno, desperdiciar recursos, los suyos y los nuestros. En definitiva muchas expectativas frustradas.
Unos y otros se quedaron esperando, las decisiones pendientes seguirán pendientes hasta que al equipo de gobierno le provoque o le convenga proporcionar los lineamientos para las políticas públicas de cientos de despachos públicos y privados que habrán de afectar las decisiones de inversión, mantenimiento, producción, distribución, en fin, las decisiones de la vida pública y privada. ¡Pues que esperen! La revolución no tiene prisa.
Desde el 18 de agosto cuando los ministros pusieron sus cargos a la orden para ‘facilitar’ la reestructuración del gabinete de gobierno, el país entró en un limbo, los despachos ministeriales entraron en un limbo, miles de pequeñas decisiones se paralizaron, miles de pequeñas actividades y respuestas se paralizaron, ministro renunciado no puede ya firmar ni recibir puntos de cuenta para tomar decisiones, vices y directores no toman decisiones porque no saben ya si se quedarán o los sacarán, porque si hay cambio de ministro hay cambio de equipo directivo, técnicos medios y personal operativo no dan curso a las actividades pendientes porque hasta que no se decida quién estará a la cabeza, no se sabe si se seguirán realizando las mismas tareas o si pedirán otras, en definitiva la parálisis.
¿Qué clase de presidente mantiene tanto tiempo sus equipos de ejecución sin dirección?, ¿acaso la dirección está en otros lados?, ¿en el gobierno paralelo quizás?
Hasta el 3 de septiembre el país esperó por los nuevos nombramientos, estos al menos se hicieron. Algo de cambio para que todo siga igual. La estructura formal del gobierno según la Constitución, ya no parece importarle mucho al gobierno porque se han estado creando instancias paralelas y nuevas relaciones de supra-subordinación entre las autoridades de los diferentes niveles gubernamentales. Así por ejemplo, se crearon “Jefes Plenipotenciarios” (¿significa esto con todos los poderes?) para las 5 zonas económicas en las que se ha dividido el país: Centro (José David Cabello), Llanos (Iván Gil), Andes (Dante Ribas), Occidente (Rodolfo Marco Torres) y Oriente (Rafael Ramírez Carreño). A estos jefes plenipotenciarios se les asignaron recursos directos por quinientos millones de dólares (¿por qué no se los dieron a los gobernadores?) para que puedan poner en marcha planes productivos[1] (¿y algunos otros?) a fin de contrarrestar la tan cacareada ‘guerra económica’ desatada por la derecha que ataca sin piedad al gobierno revolucionario. Estos jefes plenipotenciarios constituyen una esfera de poder superpuesta a los ministros. ¿Cómo y a quién le rendirán cuentas por la aplicación de los quinientos millones de dólares?
Entre los anuncios del supuesto sacudón, el ciudadano presidente informó de la creación de seis Vicepresidencias, por cierto no contempladas en la Constitución: Economía (Rodolfo Torres), Seguridad Alimentaria (Iván Gil), Planificación y Conocimiento (Ricardo Menéndez), Soberanía Política (Rafael Ramírez), Desarrollo Socialista (Elias Jaua), Desarrollo Social y Misiones (Héctor Rodríguez). ¿Las tales vicepresidencias están por encima o al mismo nivel de las jefaturas plenipotenciarias o es que las complementan o es que las eliminan? En todo caso parece que es otro nivel por encima de los ministros. ¿Alguien sabe qué categoría en la administración pública tienen ahora los ministros? Nivel 2 en el Ejecutivo seguro que no son, entonces nivel ¿3?, ¿4?, ¿alguien sabe cuántos cargos está permitido que tenga un funcionario?… para la revolución socialista esto es lo de menos.
La destrucción de la estructura del estado sigue su curso de acuerdo al plan establecido.
¿Y ahora qué esperamos?, ¿a dónde va Venezuela?
A nuestro modo de ver, después del chucuto sacudón se abrió el telón del escenario que no podemos seguir ignorando, que disipa las dudas acerca del camino que ha venido siguiendo y va a continuar transitando el gobierno y que no es otro que el del socialismo o comunismo que para los efectos ya nadie sabe muy bien la diferencia, y que se expresa en el anunciado Plan de la Patria, según el cual, nuestro país deberá adentrarse en un proceso para abandonar la división político territorial que conocemos con sus estados y municipios, porque es una ‘expresión de la dominación burguesa capitalista’, para convertirse en un estado unitario ¿estructurado? en base a una nueva organización del ‘poder popular’ (Ver Plan de la Patria).
Si algún lector quisiera experimentar más gráficamente lo que esto significa, puede tomar un dibujo del mapa de Venezuela con sus estados y municipios (dibujo a lápiz para que se pueda borrar) y probar lo que se siente al ir viendo desaparecer elementos fundamentales de la vida republicana del país.
Puede comenzar por agrupar los estados que se han identificado como regiones (quizás rememorando las viejas regiones administrativas que se utilizaron algún tiempo en el país), esto es, puede trazar unos círculos que señalen Centro, Llanos, Andes, Occidente y Oriente (¿será que Guayana ya no tiene relevancia?). A continuación, puede proceder a borrar los municipios dentro de los estados, dejando sus espacios libres para la nueva organización del poder popular. ¿Siente un vacío en el estómago?, ¿todavía no?, bien, sólo imagine que de un ‘borrazo’ (si de borrar), dejan de existir los alcaldes y alcaldías con sus correspondientes cámaras municipales, y todos los procedimientos, y todas las responsabilidades y la organización para los servicios sin saber quién los va a asumir en lo sucesivo… ¿va apareciendo el vértigo?
Siga avanzando como avanza el socialismo con el impulso del gobierno. Como paso siguiente corresponde borrar los estados dentro de las regiones. ¡Sí los estados! De otro ‘borrazo’ desaparecen todos los estados con sus gobernaciones y sus Consejos Legislativos; ya no habrá más Guárico, ni Zulia, ni Falcón, ni Bolívar, ni Amazonas, ni ninguno de los 24 estados ni sus capitales que se podrán desmembrar en núcleos distintos de acuerdo a las negociaciones entre comunas, consejos comunales, ciudades comunales en función de los intereses de quién sabe quién… ¿qué siente ahora?
En el mapa van quedando sólo algunas líneas gruesas de las regiones que dividen unos cuantos espacios ya en blanco. También las puede borrar, las regiones constituyen sólo un subterfugio intermedio para dar la impresión de que hay trabajo organizativo en proceso. Ellas también desaparecen para dejar sólo las líneas de las fronteras exteriores con los países vecinos (ya pare el ejercicio porque podría seguir borrando lo que queda de país sin proponérselo) y un solo espacio interno en blanco, ¡en blanco!, que no es más que… ¡el paraíso de los planificadores centralistas!
Según el gobierno y sus asesores se necesita todo este espacio para el desarrollo del nuevo modelo de vida … ¿cuál vida?, de producción … ¿cuál producción?, del poder popular … ¿cuál poder popular? No se sabe ahora, hay que esperar a después… ¿cuándo es después?, para los planificadores del socialismo ‘científico’ el proceso puede tardar varias generaciones, total no es su vida la que pierden, pero sí lo es la de los demás.
Estamos parados ante una Venezuela que será vaciada de sus particularidades en aras de la construcción de nada, porque nadie en el gobierno sabe qué es lo que hay que construir, por eso tenemos más de quince años en construcción de nada. Un espacio en blanco, una hoja en blanco para volver a dibujar nadie sabe muy bien qué. Hay que leer el Plan de la Patria y asimilar lo que propone para asumir la responsabilidad de lo que viene, de lo que como sociedad vamos a hacer o a dejar de hacer.
¿Es esto lo que queremos vivir en los próximos años?, ¿la culminación del proceso de destrucción del estado venezolano en su versión federal para ser sustituido por un espacio indiferenciado, un solo territorio bajo la dominación de pequeños poderes de caciques locales unidos a un poder central ineficiente y entregado a extraños intereses foráneos?
No estamos ante un asunto sencillo. No se trata simplemente de salir del gobierno como si fuera un gobierno cualquiera. Se trata de discutir abiertamente, en todos los espacios académicos, políticos, domésticos, recreativos, ¿qué es lo que queremos? Hay que dejar de jugar a que en el camino se enderezan las cargas y la crisis se llevará al gobierno. Hay que precisar si queremos un modelo republicano de organización de los poderes públicos o si aceptamos experimentar la instauración del socialismo salvaje.
El socialismo salvaje destruye sin miramientos las estructuras que puedan representar obstáculos al desarrollo de su poder, abriendo paso ‘a lo nuevo’. El socialismo salvaje igual que el capitalismo en su etapa de acumulación originaria no tiene límites en el consumo de recursos, no tiene ni el más mínimo respeto por el ambiente o por las necesidades individuales. Quien dude consulte sobre la depredación que ha venido ocurriendo en el país en la faja del Orinoco, en Guayana, en los Valles del Tuy o en Caracas, por citar sólo algunos lugares. Puede consultar también sobre la depredación que ocurrió en la URSS y hasta en la misma China.
En 1998 durante la campaña electoral de la que salió ganador Hugo Chávez, muchos venezolanos discutían acerca de la necesidad de cambios estructurales, se hablaba de la necesidad de ‘salir de adecos y copeyanos’ por su obsolescencia política y su divorcio de la realidad nacional, de la necesidad de una nueva política para el nuevo siglo, de acabar con la corrupción, de tener un estado eficiente y una sociedad incluyente. Quien suscribe, por razones de trabajo, escuchaba con atención los discursos del candidato ante los diferentes sectores. La conclusión de mis informes siempre fue la misma: “este señor nos va a llevar de regreso al siglo XIX”. Su forma de expresarse, sus maneras, su discurso acomodaticio y sus propuestas adaptadas al lenguaje de cada auditorio pero siempre de fondo con ideas semejantes, mostraba un caudillo del siglo XIX vestido de siglo XX y plenamente dispuesto a imponer sus concepciones, no su forma de vestir.
Las actuaciones del gobierno chavista nos arrastraron hacia el pasado y muchos avances en la modernización de la vida venezolana se fueron paralizando. Se volvió a plantear la reforma agraria como si nunca la hubiera planteado y hecho Rómulo Betancourt. Se volvió a plantear la industrialización masiva por la sustitución de importaciones y el desarrollo de las exportaciones no tradicionales, como si nunca las hubieran planteado tanto Rómulo Betancourt como Raúl Leoni, Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez. Se volvió a plantear la necesidad de diversificar la economía como si Uslar Pietri no hubiera hablado de sembrar el petróleo. Años y lustros perdidos, miles de millones de dólares perdidos, infraestructura industrial perdida, infraestructura vial y urbana abandonada a su suerte sin mantenimiento ni reinversión. Cual si estuviéramos en un juego de mesa (monopolio, la oca, etc.) echamos los dados y caímos en la casilla que decía “tome su ficha y regrese al siglo anterior”. Recuerdo un “Aló Presidente”, cuando el comandante ocupaba todos los domingos muchas horas de televisión y estaban dando créditos a inventores populares para desarrollar negocios, uno de los proyectos que supuestamente recibió dinero era de un señor que había creado una herramienta para sembrar maíz ¡a mano… Dios! –pensé- Esto se va más atrás que el siglo XIX, esto se va a la era preindustrial!
Debo decir ahora que me equivocaba.
Después del reciente anuncio del ciudadano presidente de que no anunciaría nada porque todo está dicho en el Plan de la Patria, dedicándose a la noble tarea de cambiar de silla a los ministros, considero que estamos en camino de retroceder hasta un estadio semejante al de la Edad Media europea, o china o japonesa (en cualquiera de sus versiones) si como sociedad no hacemos nada para evitarlo claro está, en cuyo caso se supone que estaremos donde queremos estar.
Nos llevan a la Edad Media porque ya no es la ley la que rige las interacciones sociales entre individuos y grupos, sino la voluntad del gobernante que puede llamarse Nicolás en este momento o tener dentro de poco otro nombre, eso es lo de menos; nos llevan a la Edad Media porque abandonamos la organización del estado bajo la figura republicana con la división de poderes a nivel nacional y de secciones del territorio. Decimos adiós al legado de la Revolución Francesa que nos obsequió la maravillosa posibilidad de tener igualdad de oportunidades sin distinción de origen social u otra condición, gracias a la concepción de igualdad ante la ley (que no de iguales en cuanto qué comemos, vestimos, bailamos, leemos, etc.); nos llevan a la Edad Media porque ya no hay un estado que tenga el control de la violencia para reprimir y castigar a quienes roban y asaltan y en cualquier camino, los bandoleros y asaltantes pueden despojar a los parroquianos de sus pertenencias y hasta quitarles la vida con absoluta impunidad; nos llevan a la Edad Media porque en las consabidas comunas habrá tal desorden y desconcierto que muchos individuos optarán por solicitar y pagar la protección de otros frente a terceros que amenacen su bienes y pertenencias; nos llevan a la Edad Media porque ante la escasez de alimentos y la disminución de las posibilidades de importarlos la gente se verá obligada a negociar su modo de vida y fuerza de trabajo por comida. Nos llevan a la Edad Media porque se ha entregado el país en una especie de vasallaje a potencias extranjeras que a cuenta de otorgar apoyo político al gobierno, han adquirido dominio sobre actividades que por derecho de territorialidad nos corresponden. Quienes detentan el poder en estas condiciones se sienten fortalecidos y se consustancian con el mismo de tal manera que prácticamente llegan a considerarse reyes absolutos y hasta osan dejar el poder en herencia a sus descendientes o designados.
La Revolución Francesa suprimió todos los derechos feudales en agosto de 1789, siglo XVIII, nosotros los estamos reimplantando en el siglo XXI.
Y entonces? Pues seguimos en este camino de retrocesos hasta que tengamos la capacidad de decidir dejar de hacerlo.
Mercedes Martelo mercedesm2005@gmail.com[1]http://www.noticias24.com/venezuela/noticia/237945/jefes-de-las-5-zonas-economicas-se-despliegan-manana-con-un-plan-especial-de-produccion/
Categorías:Opinión y análisis
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