Por: Benigno Alarcón / 29 de Enero de 2015
Cuando el objetivo es alcanzar una transición democrática, la coordinación entre los partidos y movimientos democráticos de oposición es una condición sine que non para lograr la ejecución de estrategias exitosas que, si bien pueden y deben variar de acuerdo con las circunstancias, obedecen por lo general a dinámicas comunes que han sido bastante bien estudiadas, y aunque su comprensión no se traduzca en recetas de fácil ejecución, ignorarlas, tratando de reinventar la rueda, son garantía de fracaso.
Al retomar nuestra columna en este nuevo año es obligatorio desearnos todo lo mejor para este 2015, aunque la verdad es que al hacerlo no me siento del todo cómodo, no porque no lo desee sino porque se me hace difícil visualizarlo y me siento a veces deshonesto al decir: ¡Feliz Año!, aunque no sé si este sentimiento es algo personal o si a Usted le sucede lo mismo. A todo evento, sí quiero desearle el mejor año, porque la felicidad es algo tan complejo que no puede circunscribirse tan solo a factores externos, que por supuesto que tienen su peso, sino a la vida interior de cada uno de nosotros.
Pero aunque lo mental y lo espiritual es también materia de nuestro interés, zapatero a su zapato, y volvamos a las áreas a las que nos dedicamos que de charlatanes y aprendices de brujo ya el país ha tenido suficiente.
Iniciamos el año como era previsible, sin necesidad de ser brujo, abrumados por una crisis económica que se veía venir desde hace mucho, pero que nos alcanzó en medio de la más absoluta parálisis gubernamental, en donde sus diferentes facciones se debaten entre los costos políticos de los ajustes económicos y la sustentabilidad política del actual escenario.
Maduro es el problema
Cuando un país es gobernado por un régimen como el que tenemos en Venezuela, que como hemos dicho otras muchas veces, no es democrático, sino un autoritarismo híbrido que utiliza los mecanismos electorales propios de la democracia para legitimarse y mantener el poder, tarde o temprano se llega a una coyuntura, como también sucede en las democracias, en la que sostenerse por los votos ya no es posible. Pero mientras en una democracia el tema está resuelto gracias a la alternabilidad, los autoritarismos por vocación reemplazan progresivamente la legitimidad por la represión hasta que mantenerse o no en el poder termina siendo un resultado proporcional a la mayor o menor capacidad y disposición a reprimir.
Hoy, más que nunca antes, el gobierno venezolano es dependiente de la represión, lo que explica el porqué de tanto militar con cargo de gobierno. Hoy la Fuerza Armada y el gobierno son lo mismo porque son ellos quienes tienen la mayor capacidad para mantener el control social mediante la represión. Esta identificación Gobierno = Fuerza Armada comienza a hacerse evidente cuando vemos en los estudios de opinión cómo comienza a deteriorarse la imagen de la Fuerza Armada, por primera vez, siguiendo las mismas tendencias de caída de legitimidad del gobierno que, a su vez, siguen otras instituciones que la gente identifica como parte del gobierno, tal como es el caso de la Asamblea Nacional y el mismo Consejo Nacional Electoral.
El problema es que Maduro, lejos de constituirse en un liderazgo legítimo que garantiza la estabilidad para quienes ocupan el gobierno, se ha convertido, debido a su rechazo creciente y muy acelerado, en EL PROBLEMA para quienes quieren o necesitan mantenerse en el poder, a lo que se suma el hecho de que, hasta el presente momento, nadie en el lado del oficialismo termina estando en una mejor posición que Maduro para reemplazar el liderazgo de Chávez y garantizar a su entorno un triunfo político en el caso de una hipotética elección adelantada.
El proceso de deterioro político que vive el país, producto de la rápida caída de la legitimidad de Maduro que es acelerada por la crisis económica de la que no hay salida fácil, coloca a quienes quieren y sobre todo a quienes necesitan mantenerse en el gobierno ante una interrogante que, en la medida que la presión social y política aumenta, exige una solución urgente: ¿cómo solucionar la crisis política y mantenerse en el poder?
Si Venezuela no viviese bajo un régimen de corte autoritario la respuesta natural de un líder con vocación democrática, ante una situación de las proporciones y riesgos en las que hoy vivimos, sería colocar la resolución del conflicto en manos de los electores convocando a un proceso de consulta (referéndum, elección adelantada, etc.) que permitiera definir su re-legitimación o su salida por mecanismos democráticos. Lamentablemente, cuando un país es gobernado por un régimen con vocación autoritaria, soluciones como las descritas no están nunca entre las opciones de quienes necesitan mantenerse en el gobierno y, por el contrario, en la medida que las ventajas competitivas que hasta tiempos recientes les permitían ganar elecciones (el liderazgo carismático de Chávez y la inmensa disponibilidad de recursos económicos) desaparecen, las condiciones electorales tienden a deteriorarse de manera proporcional al deterioro de su capacidad real para ganar elecciones.
Limitando el escenario exclusivamente a la pregunta que muchos se hacen sobre el futuro de Maduro en el poder, podemos simplificar la respuesta en dos escenarios básicos, que son los que la gente hoy debate, con sus respectivos sub-escenarios:
- Escenario 1: Maduro se queda.
- Escenario 2: Maduro se va.
- El Escenario ¨Maduro se queda¨
Este escenario, al que naturalmente el propio Maduro apunta, depende de un cálculo costo-beneficio de quienes, necesitando mantenerse en el gobierno, tienen la capacidad para mantenerle o dejarlo caer. Evidentemente esta respuesta viene dada, tal como vimos en artículos anteriores de esta columna, por la relación entre los costos de mantener a Maduro en el poder ante una situación que implicará cada día un mayor uso de la represión y las potenciales consecuencias de perder el poder si se permiten asumir el riesgo de su salida.
Este escenario, aunque muchos lo dan como poco probable, es posible mientras el círculo de actores esenciales de quienes depende el poder real, entre ellos la cúpula militar, no logren identificar una mejor alternativa de liderazgo político entre los suyos y sea capaz de responder a la interrogante sobre cómo re-legitimar el liderazgo político sin salir del poder.
Si quienes necesitan mantener el poder no logran identificar un liderazgo alternativo y la fórmula adecuada para lograr la sustitución de Maduro, éste será sostenido en el poder por un ejercicio cada vez mayor de la represión, que se traducirá no solo en represión física, sino en mecanismos más sutiles tales como un control aún mayor sobre los medios de comunicación, presiones fiscales, intimidación psicológica, y un progresivo deterioro de las condiciones electorales, incluida la salida de competidores políticos por inhabilitaciones personales o ilegalización de sus partidos, entre otras medidas.
- El Escenario ¨Maduro se va¨
Este escenario que muchos hoy dan por descontado como el más probable, dependerá en buena medida, como decíamos antes, de que los actores que hoy controlan el poder sean capaces de encontrar una respuesta a la interrogante sobre cómo salir de Maduro sin salir del poder.
La respuesta a esta pregunta puede derivar en dos sub-escenarios posibles. Uno que implicaría una transición en el poder, o sea un cambio de actores en el que el poder pasa del gobierno a la oposición, y un segundo sub-escenario que implicaría un relevo entre actores que hoy comparten el poder.
2.1. El Sub-escenario de la transición: este escenario implicaría, como hemos explicado en varios artículos anteriores, una reducción importante en los costos de quienes tienen el poder para decidir el cambio de actores en el gobierno, entre ellos, con cada vez mayor importancia, la Fuerza Armada.
El problema es que el gobierno, hábilmente, en la medida que ve deteriorada su propia estabilidad política, aumenta la participación de la Fuerza Armada convirtiéndola en parte del gobierno mismo, con lo cual eleva considerablemente sus costos de salida.
Si a esto sumamos las acusaciones recientes contra un pequeño pero poderoso grupo de actores gubernamentales que incluyen al Presidente de la Asamblea Nacional, miembros de la Fuerza Armada y otros actores gubernamentales, por delitos perseguibles internacionalmente, como son la violación de Derechos Humanos y el narcotráfico, es fácil comprender lo que la teoría de la transición identifica como “costos de tolerancia”, en otras palabras, los costos de una potencial salida del poder se han elevado significativamente, mientras los costos de mantener el poder mediante el ejercicio de la represión se mantienen relativamente más bajos ante lo que hasta ahora ha sido una tensa calma, si se les compara con las posibles consecuencias que para ellos tendría su salida del gobierno.
En tal sentido, una transición solo sería posible si se da alguna de las siguientes condiciones:
- La necesidad de los actores gubernamentales, ante la expectativa de su inestabilidad en el poder, de emprender un proceso de negociación en el que se alcancen acuerdos que se traduzcan en garantías reales que les permitan reducir los costos de una transición, al menos para algunos de los actores que están en capacidad de decidir un cambio, bien sea porque tales actores continuaran ocupando posiciones de poder que hagan tolerables para éstos los costos de una transición, o porque se garantiza su impunidad, lo que incluye la participación de actores internacionales en el acuerdo.
- Un cambio de condiciones que implique la necesidad de aumentar los niveles de represión por un resurgimiento de la movilización y protesta ciudadana, haciendo que los costos de su ejercicio terminen superando los potenciales riesgos de una transición, lo que podría generar la fractura e insubordinación entre quienes toca operacionalizar la represión, y en especial entre aquellos miembros de la Fuerza Armada, los cuerpos policiales y el Poder Judicial, que no habiendo estado involucrados en violaciones de Derechos Humanos u otros delitos, podrían no solo tolerar un cambio de gobierno sino inclusive forzarlo ante una situación de inestabilidad, para desmarcase de quienes son menos potables ante un cambio en el poder y garantizarse así su propio futuro.
2.2. El Sub-escenario del relevo de actores gubernamentales: ante escenarios como el que enfrenta Venezuela en una situación como la actual, en la que “el líder” en vez de ser garantía de estabilidad para quienes quieren o necesitan mantenerse en el gobierno se ha convertido en EL PROBLEMA para mantener el poder, el debate entre quienes gobiernan en un régimen autoritario es como salir del “líder” y mantener el poder.
En este sentido, el relevo o reemplazo entre actores gubernamentales, que es lo opuesto a una transición en sentido estricto, es un escenario no solo probable sino necesario para quienes necesitan garantizarse su propia seguridad. Este escenario puede materializarse por varias vías, dependiendo de la disposición del “líder” a cooperar.
- Salida voluntaria: implica la cooperación entre “el líder” y quienes necesitan y están dispuestos a arriesgarse a materializar un relevo interno, a cambio de garantizar su propia seguridad bien sea mediante una expatriación o garantizando su protección e inmunidad en el país. Esta salida voluntaria puede tomar, según convenga, la forma de una renuncia negociada, que podría ser antecedida por un cambio en la vicepresidencia a los fines de preparar su relevo, o mediante un auto-golpe o golpe simulado con el que se busca ganar legitimidad ante los ojos de quienes rechazaban al anterior gobernante. Los permanentes e injustificados viajes del mandatario nacional, en medio de una situación de crisis que más bien aconseja su presencia permanente, podrían quizás explicarse desde la preparación de un escenario de este tipo.Salida forzada: en algunos casos “el líder”, bien sea por desconfianza hacia las intenciones de su entorno, por subestimación de la crisis o por sobreestimación de sus propias capacidades, se niega a cooperar voluntariamente con su relevo, lo que obliga a quienes consideran necesaria su sustitución y tienen el poder para imponerla a su ejecución forzosa, bien sea obligándole a renunciar o tomando el poder por la fuerza a fin de proceder, bien sea por una nueva elección o de facto, a su sustitución.
Los pros y contras de las salidas de facto para quienes comparten el poder.
Las salidas de facto siempre tienen la desventaja de su provisionalidad porque no pueden sustentarse por mucho tiempo, además de que generan presiones internacionales instantáneas que complican seriamente la situación, sobre todo en casos en que, como el venezolano, la dependencia externa es absoluta.
Pero, por otro lado, cuando el gobierno establecido ha caído en la desgracia de su absoluta deslegitimación, quien se atreve a ejecutar una salida forzada real o negociada, como fue el caso reciente de Egipto con la salida negociada de Mubarak y el golpe posterior contra los Hermanos Musulmanes, quien se coloca al frente goza, por lo general, con la suerte de su legitimación instantánea, al menos en el corto plazo.
Un escenario de este tipo, en donde el ejecutante busca su legitimación instantánea se constituye en un escenario de probabilidades nada despreciables si consideramos que una salida de facto podría otorgar tiempo y poder, más allá de las reglas institucionales, a sus ejecutantes para negociar garantías propias antes de permitir una posterior transición mediante elecciones que la oposición podría ganar, e incluso tomando ventaja de su propia popularidad temporal para legitimarse por una elección convocada en el corto plazo, tal como fue el caso de Jerry John Rawlings en Ghana en 1979 y de Abdelfatah Al-Sisi en Egipto el año pasado, entre otros casos similares.
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