Benigno Alarcón / 19 de febrero de 2015
El término transición implica necesariamente, según nos explicaba ya Aristóteles en el Libro V de Política, un cambio en la naturaleza del régimen que gobierna (metabole politeias), y no simplemente el cambio de quienes estén en control del régimen existente.
El pasado miércoles 11 de Febrero, en la víspera del Día de la Juventud y del primer aniversario de aquel fatídico día cuando el gobierno inició una brutal ola de represión que dejó más de cuarenta personas fallecidas y cientos de detenidos, algunos de los cuales hoy continúan privados de libertad, entre ellos Leopoldo López, por animar a la gente a protestar pacíficamente, y Daniel Ceballos por negarse a reprimir, tres líderes políticos, María Corina Machado, Antonio Ledezma y el mismo Leopoldo López, hicieron público un comunicado en el que presentan sus propuestas para una transición democrática.
Dos días después, un Maduro ojeroso y descompuesto comunicaba al país la frustración de un “nuevo golpe de estado”, en una cadena nacional en la que llamaba la atención la atípica ausencia, considerando la naturaleza del anuncio, de los representantes de la Fuerza Armada Nacional. En este anuncio, a pesar de que Maduro dijo que los conspiradores estaban detenidos y el plan develado, no se dieron nombres ni detalles. Terminada la cadena, Diosdado Cabello, en su programa “Con el Mazo Dando”, acompañado por Jorge Rodríguez, le quita la primicia a Maduro dando los nombres de todos los civiles y militares supuestamente involucrados. La lista de acusados no hace diferencia entre “las oposiciones” sino que por el contrario coloca a líderes políticos con posiciones tan disimiles como Antonio Ledezma y Julio Borges en el mismo grupo de “conspiradores” e incluso acusa al líder de Primero Justicia de ser quien decidía los puntos que serían atacados por un OVNI, o en este caso un TANI (Tucano artillado no identificado).
Maduro en su laberinto
La soledad de Maduro en su rueda de prensa anunciando la frustración del derrocamiento deja muchas preguntas sin contestar: ¿existía algún golpe de estado o era este otro intento por intimidar a Machado, Ledezma y López tras su atrevimiento a hablar de transición en el aniversario de la ola de movilización que el año pasado puso a su gobierno en graves aprietos? ¿se estaba anunciando la frustración de un golpe de estado o se estaba intentando detener, mediante este anuncio, un golpe de estado en proceso? ¿es la lista de implicados anunciada por Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez la misma que Maduro no anunció? o ¿aprovechó Diosdado el silencio de Maduro para presentar su propia versión junto a la lista de sus enemigos? ¿por qué Maduro hace un anuncio tan importante como éste sin hacerse acompañar por el Alto Mando Militar?
Las condiciones en que se hace este anuncio, sobre todo considerando que según el relato del mismo Presidente no se trataba de un anuncio hecho por una situación de emergencia que los tomaba por sorpresa, sino de un plan que había sido desmontado progresivamente desde hacía varios días, lo que permitió al Presidente seguir adelante con los actos programados para el día de la Juventud, abonan poco a la credibilidad del relato. Resulta especialmente significativa la soledad en la que Maduro informa al país esta situación, pues, por la gravedad y la naturaleza de los hechos denunciados, exigía, como mínimo, el acompañamiento de todo el Alto Mando Militar para dejar claro de qué lado estaban las Fuerzas Armadas, las cuales se mantuvieron completamente ausentes hasta que se produjo un nuevo pronunciamiento 24 horas después.
Ante esta situación no resulta ocioso preguntarse si la FANB estaba al tanto de que Maduro anunciaría una conspiración o si el anuncio les tomó tan de sorpresa como al resto del país. La soledad de Maduro en esta cadena nacional puede ser un indicador de la soledad de Maduro en la Presidencia, y un indicador de que, ante la crisis de gobernabilidad que atraviesa el país, Maduro se ha convertido en el problema para todos, y estando consciente de ello trata de huir hacia adelante denunciando su posible desplazamiento del poder, tal como explicábamos en nuestro pasado artículo Los escenarios políticos del 2015: ¿Maduro se va o se queda?
¿Estamos verdaderamente en una transición?
La probabilidad de un escenario como el descrito en el anterior artículo, en el que se dé por algún mecanismo voluntario o forzado el desplazamiento de Maduro del poder, no implica necesariamente una transición. El término transición supone necesariamente, según nos explicaba ya Aristóteles en el Libro V de Política, un cambio en la naturaleza del régimen que gobierna (metabole politeias), y no simplemente el cambio de quienes estén en control del régimen existente.
Si una transición implica no solo un cambio de actores, sino también de la naturaleza del régimen en sí mismo, la forma en que esta transferencia de poder se produce y el origen de los actores que participan en dicho relevo es un asunto esencial.
Las transiciones, según nos explica Juan Linz (1990), dependen principalmente del balance de poder entre el gobierno y la oposición y el tipo de interacción entre las partes. De acuerdo a estas dos variables, las transiciones pueden ocurrir como resultado de tres tipos de dinámica:
- Ruptura (Replacement),
- Reforma (Transformation), y
- Ruptforma (término que alude a una combinación híbrida de las dos categorías anterirores).
Las transiciones por ruptura, que es lo que algunos esperan ver en Venezuela, es la dinámica menos común y por lo general menos exitosa. Las rupturas implican una situación en que la oposición gana fuerza y legitimidad mientras el gobierno la pierde hasta que es derrotado o expulsado. En estos casos los reformistas dispuestos a negociar una transición no existen dentro del gobierno o son muy débiles, razón por la cual no hay espacios posibles de negociación entre gobierno y oposición. Las rupturas exigen necesariamente la pérdida de apoyo militar, que se manifiesta activamente actuando directamente contra el régimen, o pasivamente negándose a actuar en contra de quienes se le oponen, lo cual no ha sido hasta ahora el caso en Venezuela. El problema con las rupturas, sobre todo cuando se dan por la acción de la Fuerza Armada o con la participación de algunos actores del mismo régimen (lo que ocurre en la mayoría de los casos en que las rupturas terminan con un desplazamiento del poder, bien sea por golpes de estado, arreglos internos o sucesión por la muerte del líder en regímenes personalistas) es que ellas no conllevan necesariamente a una transición sino a cambios de liderazgo dentro del mismo régimen autoritario, lo cual como ya sabemos no es una transición propiamente. Entre los pocos casos de transiciones democráticas exitosas, están los de Alemania Oriental, Portugal, Filipinas, Rumania, Argentina y Grecia.
En el caso de las transiciones por reforma, que fueron las más comunes hasta los años 90, el proceso de cambio es iniciado y dirigido desde las mismas élites que están en el poder. Esta forma de transición es la que ocurre normalmente en regímenes militares o gobiernos autoritarios sólidamente establecidos, con altos niveles de respaldo, o exitosos económicamente, que son capaces de salir del poder en su mejor momento y sin costos potenciales que les hagan temer por las consecuencias de traspasar su control. En condiciones tan favorables, los gobiernos suelen tomar la iniciativa por una o varias de las siguientes causas:
- Conveniencia: los moderados detentan el poder, saben que el régimen es insostenible en el mediano o largo plazo y temen a las consecuencias de mantenerlo mediante el ejercicio de una represión creciente, por lo que buscan una salida con costos controlados, que les permitiría incluso mantenerse en el juego político (PRI en México), mientras están en una posición cómoda para hacerlo;
- Error: la apertura se hace por la convicción de que no se perderá el poder y servirá para dividir a la oposición y re-legitimarse;
- Necesidad: Reducir peso de sanciones internacionales, disminuir presión internacional, obtener recursos de los organismos multilaterales, etc.
Encontramos ejemplos de transiciones por reforma en los casos de Taiwan, Hungría, México, Bulgaria, España, India, Chile,Turquía, Brasil, Peru, Ecuador y Guatemala.
Por último tenemos lo que Juan Linz denomina las ruptformas, las cuales son la forma más común de transición desde 1990. Las transiciones vía ruptforma son el producto de la interacción entre gobierno y oposición en la que normalmente actores moderados están en control del gobierno y de la oposición, en una situación de precariedad para el régimen que hace imposible mantener el poder, lo que los impulsa a negociar las condiciones de una transición, así como sus potenciales costos. Constituyen ejemplos de transiciones por esta vía los casos de Polonia, Checoslovaquia, Nicaragua, Mongolia, Ucrania, Georgia, Bulgaria. Eslovaquia, Nepal, Croacia, Ghana, Serbia, Kirguistán, Uruguay, Bolivia, Honduras, El Salvador, Korea, Sudáfrica y Túnez, como el más reciente.
Como puede verse, las transiciones pueden entonces darse de manera impuesta o negociada. Las transiciones impuestas implican en la casi totalidad de los casos cooperación activa o pasiva de la Fuerza Armada, razón por la cual los gobiernos hábilmente suelen integrar el aparato coercitivo al gobierno, a un punto tal en el que las fronteras entre el sector militar y partido de gobierno desaparecen, con lo que Fuerza Armada y gobierno pasan a ser lo mismo. Los mecanismos de dominación e integración de la Fuerza Armada al gobierno incluyen, además de su incorporación a cargos públicos y al círculo esencial de poder y enriquecimiento, lo que les da razones propias para mantener el status quo, la manipulación de sus costos de deserción en la medida que sus componentes de tropa y oficiales son expuestos a condiciones que determinan su lealtad al involucrarlos en delitos de corrupción o violación de derechos humanos.
Llegado a este punto, las transiciones vía ruptura se vuelven difíciles de materializar, aún en aquellos casos en los que existe una reserva moral significativa entre componentes de la Fuerza Armada, los cuales, normalmente, no tienen la capacidad ni las condiciones para coordinar y articularse, dada la experiencia y conocimiento que sobre esta materia los gobiernos autoritarios han acumulado, por lo que las transiciones solo pueden ser negociadas, lo que resulta difícil de comprender y aceptar para los actores más radicales de la oposición.
Siendo el caso entonces de que la vía de una ruptura no parece probable, o al menos no está al alcance de los factores de oposición, el camino que queda, en caso de que sea posible alguna transición, es la vía negociada, Pero por el otro lado, lo que no parecen entender los factores moderados de la oposición, y es lo que termina generando un falso dilema entre protesta y negociación, es que los regímenes de corte autoritario no negocian el poder si no tienen razones para hacerlo. En otras palabras, solo se negocia lo que no puede obtenerse o mantenerse por otros medios.
Como vemos en la descripción de las formas de transición hecha por Juan Linz, las transiciones vía reforma o ruptforma se dan por cálculos de conveniencia que hacen los gobiernos, o determinados actores con poder real, para reducir los costos de compartir o salir del poder cuando una situación es o amenaza con volverse insostenible. Normalmente la insostenibilidad de esta situación implica la expectativa de verse obligados a un ejercicio represivo que puede tornarse inaceptable en sus costos e incluso generar insubordinación.
En sentido contrario, si la expectativa es que el poder puede mantenerse, bien porque no hay necesidad de aumentar la represión ante una oposición que se mantiene pasiva, o incluso en el caso de verse forzados a aumentarla puede mantenerse dentro de niveles sostenibles, no habría para el gobierno razón alguna para negociar ni ceder en ningún tema que implique una reducción de su poder, y menos aún en el caso de que los potenciales costos de facilitar una salida sean demasiado altos para quienes tienen en el poder su única garantía de seguridad. Es así como, dados los altos costos que para quienes están en el gobierno tendría su salida del poder y la, por ahora, limitada necesidad de usar la represión para mantenerlo, no existen actualmente motivaciones reales para permitir una transición negociada.
Este escenario podría cambiar drásticamente si el gobierno, por una es calada del conflicto político o social, que podría encontrar su detonador en el progresivo deterioro de las condiciones económicas, se ve obligado a usar la fuerza para estabilizar el país, y pasar de una represión hasta ahora selectiva, y por lo tanto de bajo costo, a una masiva con altos costos políticos, sociales e internacionales.
Pero como se nos agotó el espacio disponible para esta entrega, dejemos para la próxima oportunidad el análisis sobre un posible escenario de escalada del conflicto, el efecto que sobre éste tendrían las sanciones norteamericanas, así como sus posibles desenlaces.
Categorías:Opinión y análisis
Pueda ser que la significación de la palabra “revolución” varíe de acuerdo de quien le use: Como para el Colectivo paramilitar venezolano, su gansterismo justifica la defensa de “una revolución” y de su ideal sobre “libertad.” Como para aquellos quienes derrocaron a Ceaușescu, la “revolución” fue la revancha de los pueblos hambrientos en contra del comunismo totalitario. Como para el ruso mafioso o de la KGB bajo la dirección de Putín, una “revolución” es la contra-revolución y el auge del autoritarismo así como el enriquecimiento de unos pocos. Como para el cubano radicalizado, una “revolución” es la sumisión a los ideales personales de Fidel Castro y sus secuaces, mientras Fidel sea uno de los hombres mas ricos del mundo a expensas de su pueblo–para citar tan solo unos cuantos ejemplos. La historia nos demuestra que la política con ética Aristoteliana no existe, y que el político es por naturaleza corrupto e indeseable. Nuestra verdadera libertad se encontraría haciéndonos valer por el saber científico y la responsabilidad cívica individual: una etica que esta todavía por nacer.
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considero que esta situación en que vivimos en Venezuela no se corresponde con el termino de revolución; ya que una revolución nunca podrá ser impuesta desde las cúpulas del poder, y segundo porque no obedece al sentir de un pueblo que la genera para romper con la hegemonía de un sistema o de una situación de caos total que le impide al pueblo tener calidad de vida.
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Una transición es la acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto de manera paulatina. En efecto una transición indica tan solo una modificación de algo ya dado a través de ajustes o negociaciones y compromisos que realmente no logran un cambio real. Cualquier situación crítica exige de una terminología mucho mas definitiva en el sentido de cambio, de allí la exploración del concepto de revolución. Pero, tal como he apuntado el espíritu actual (zeitgeist), su lenguaje y significación han estado y están tan pervertidos que hasta el significado de las palabras y las explicaciones no logran un esclarecimiento de nuestro miasma ideológico o del sentimentalismo que reflejamos en el uso de las palabras.
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