Pedro González Caro / 05 de marzo de 2015
Desde que ocurrió la muerte de un joven en San Cristóbal a manos de otro joven, se me movió el piso y he querido escribir algo pero mi mente estaba totalmente desincronizada. Las declaraciones del Defensor del Pueblo en las que se refiere al joven policía nacional como un “asesino” (ojo no quiero victimizarlo) me han llevado a meditar sobre el proceso de formación sistemática de los jóvenes que ingresan a la policía nacional bolivariana. En este meditar me pregunto: ¿cómo espera el defensor que actué un policía a quien solo le han dicho que quien protesta es un apátrida, traidor y enemigo de la revolución? ¿ha revisado el defensor del pueblo los procedimientos académicos “formativos” que permiten que un asesino (según su apreciación) se gradúe y salga a la calle con un arma de fuego a controlar manifestaciones? ¿qué piensan los agentes de la Policía de sus autoridades si al hacer lo que les han dicho que es correcto, terminan repudiados, señalados, sometidos al escarnio público y sin la menor posibilidad de defenderse porque sin que comience el juicio ya son culpables?
Si miramos a nuestro alrededor y observamos el mundo en general, nos daremos cuenta de que estamos ante una realidad mejorable, aunque sea evidente también que podría ser peor. Como seres humanos implicados en un proceso de evolución y de cambio hacia una vida más justa y más humanizada, tenemos la responsabilidad de tomar partido en pos de esa sociedad cada vez mejor en la que haya sitio para todos y en la que todos podamos vivir de acuerdo con nuestros principios y valores.
En su intento por manejar su futuro y no dejarse arrastrar por los acontecimientos, el hombre, inventó la planificación, de modo que ella se inserta en una lucha que nos involucra a todos y en la cual, en algunas ocasiones, nos sentimos impotentes ante la impresionante fuerza que tienen los hechos, que nos arrastran hacia una dirección en la que no queremos ir. Pareciera que algo con una gran fuerza nos impulsara sin darnos la oportunidad de elegir.
Por consiguiente, el actor que intenta cambiar esa realidad, debe considerar en su proceso estas fuerzas porque en esa lucha, unas veces más que otras, siempre está presente conflicto entre oponentes. En algunas concepciones teóricas ese oponente aparece como si fuera la naturaleza o algo indefinido. En otras, los oponentes se identifican con fuerzas sociales concretas o con otros seres humanos, según nos refiere Franco Huertas.
Si el hombre, un gobierno, o una institución, renuncian a conducir y se dejan conducir, arrastrar, renuncian a cambiar esa velocidad y dirección de la realidad y por el contrario son arrastrados por ella, entonces se estará renunciando al principal derecho humano que es decidir con libertad hacia dónde se quiere ir y cómo luchar para alcanzar esos objetivos. De modo que la planificación surge como esa herramienta indispensable que puede garantizarle al hombre esa libertad de elegir su camino, las formas de transitarlo y cómo llegar al final.
Fue en esta etapa reflexiva que recibí un correo de una amiga, Evellyn Arteaga de Aguirre, luchadora social empeñada con toda su alma y fuerza en no dejarse llevar por la realidad que la envuelve y la consume: “de verdad mi querido Profesor, con tanto dolor en mi pecho por las pérdidas de 7 jóvenes a manos del gobierno, con disparos certeros en la cabeza, signos de tortura, desnudos y tirados como basura, no tengo realmente estómago para ver las publicaciones de caricaturas en mi muro. Me retiro de este grupo, hasta que mi humor y tolerancia me permita nuevamente disfrutar de las cosas sencillas de la vida… como esto.”
Se refería mi amiga a una publicación de un grupo de superhéroes de las comiquitas de “Looney Toon” que había publicado en su muro de Facebook. Eso me llegó al alma y me obligó a reflexionar mis valores y mis principios. Recordé entonces un artículo anterior, “Que defendemos?” en el que escribí:
Este proceso que ya data con más de 20 años, desde su génesis ha derivado en la construcción de un estado socialista, que es rechazado por una muy importante parte de los venezolanos y que intenta imponerse bajo la premisa engañosa de la defensa de los más sublimes intereses de la patria.
Sin duda estamos enfrascados en una lucha sin cuartel por salvaguardar los más sublimes principios de Libertad, la lucha es dura, en ocasiones cruel y despiadada, así que corremos el gran riesgo de que, bajo el fragor y la intensidad de la lucha, olvidemos la esencia misma de nuestra motivación.
Nuevamente entre en un dilema, si olvidamos el mundo que queremos, por estar enfrascados en la lucha contra el mundo que no queremos, que es lo que vamos a hacer cuando ganemos?
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