Espacio plural

Oscurantismo

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Ignacio Ayala – 10 de junio de 2016

“En muchas barricadas levantadas por la impaciencia y el hastío, 

la bala del llamado orden se incrustó más allá del alma,

pero no alcanzaron nada”

Jesús M. Casal M.      

La oscuridad del bosque, creada por los altos arboles, suele negar la posibilidad de que otras plantas nuevas crezcan. Venezuela, por su parte, se encuentra en la oscuridad, o como dijo Pino Iturrieta, en el oscurantismo.

La crisis, que como moho, invade a todos los partidos, a la sociedad y a las instituciones. Los liderazgos que buscan crecer, sin importar los costos. La MUD, que está inmovilizada porque muchos se niegan a posicionar a Capriles, quien se niega a negociar pues no tiene nada que ganar. El gobierno, que por su lado intenta jugar a mantener la situación actual – nacional e internacional – para que la sociedad se desmovilice y la OEA se tranquilice. Vemos como los arboles nos tapan, nos ahogan.

bandera-venezuela-rotaAnte la necesidad de cambio, nos vemos reducidos a la única herramienta posible de cambio: la presión social. No la política, dada en la reuniones cerradas, sino de la sociedad civil organizada, en la calle. Esto podrá dar la oportunidad a que las negociaciones de arriba [que más allá de encabezados del periódico, se dan periódicamente] puedan ser contundentes. En este sentido, sería ilusorio pensar que el partido de gobierno podría negociar en estos momentos. Capriles no se quiere quemar; Maduro, no perder el poder. Henry quiere cambiar al gobierno sin posicionar a Capriles; Diosdado, mantener estático todo. Leopoldo quiere cambio para sacar su partido adelante; Padrino, quedarse donde está.

Para evaluar objetivamente la situación, debemos separar los actores principales de la obra: por un lado, vemos a Diosdado con Maduro y Padrino, aguantando la represa que cada día tiene más huecos; en otro está la Mesa de la Unidad Democrática, que más allá de sus divisiones, juega a un cambio drástico, y de últimos, Rodríguez Torres con Alcalá Cordones jugando a ser la «alternativa de gobierno» en cualquier situación sobrevenida.

De tal manera, la única opción que nos permite que no tengamos una bota en el cuello será que la MUD, a través de un mecanismo constitucional, logre obtener suficiente influencia para quebrar al PSUV sin tener que negociar puestos claves en el gobierno con los militares. Esto solo podrá ser hecho si se da una situación que cambiaría el panorama político: la sociedad civil organizada en la calle.

Para lograr esto debemos entender que el venezolano, según las últimas encuestas, no quiere violencia. Así, cualquier manifestación que termine en represión (sea por la razón que sea) no movilizará, sino todo lo contrario. Es esencial entender, para los propósitos del cambio, que 2014 se acabó y con él la idea de que una movilización se justifica en sí misma.

Esta presión social buscaría subir el costo de represión en la balanza que todos los días evalúa la FANB: jugar a mantener lo actual vs. dejar de reprimir y buscar un cambio. Ahora, si bien es difícil, para que se dé la segunda opción debe darse un movimiento masivo y diversificado de la sociedad organizada.

images (2)Faltaría entonces por evaluar algo clave: quién y cómo se unirá la sociedad civil y, más difícil aún, como la organizará.

Aquí entramos en juego los estudiantes. Como jóvenes tenemos el futuro por delante y la credibilidad de la gente. Nosotros, como institución organizada debemos ser los que movilicemos la sociedad civil en pro de la unificación de ideas y de la creación de consenso. En nosotros está el presente y el futuro. Por eso, a través de actos no violentos que busquen la inclusión de todos y el desarrollo de la democracia, es que podremos cambiar.

Para cerrar, quien escribe enfatiza en el hecho de que el venezolano no quiere más violencia. El venezolano no quiere que mueran más personas, ni que hieran a estudiantes. El venezolano quiere cambio. Para esto, la línea debe ser de no violencia, de organización y de disciplina. Como dijo un profesor hace poco en una clase en la Plaza Las Tres Gracias: en Venezuela, más que una crisis de valores, hay una crisis de confianza.

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