Guillermo Ramos Flamerich – 4 de noviembre de 2016
Recuperar la democracia no es un camino recto, aunque muchos así lo piensan. Eso sí, se avanza. Siempre. También se retrocede. Los acontecimientos ocurren para bien y para mal. Y para la mayoría son momentos de duda, desconfianza, temor y una esperanza nacida, muchas veces, de la resignación. Todos los sentimientos son válidos. Noviembre comenzó con una catarsis colectiva en las redes sociales, mientras en la calle las colas, los CLAP, la escasez y la irritabilidad social van dejando de ser lo provisional, el mientras tanto, y se convierten en lo permanente.
Para la oposición la primera semana de noviembre debía convertirse en la consagración del cambio. Todo avanzaba demasiado rápido: Debates sobre la nacionalidad del Presidente, juicio político en la Asamblea Nacional, Toma de Venezuela y llamado a paro cívico… Marcha al Palacio de Miraflores. Pero el penúltimo mes del año comenzó con un Nicolás Maduro bailando salsa, estrenando un programa radial a mediodía y en la noche decretando el comienzo de la Navidad. Muy cínica esta celebración. Muy cínico sería que utilizaran una consigna como “Hallacas con Maduro”, cuando en los hogares de la mayoría de los venezolanos eso es prácticamente un chiste cruel. Pero el gobierno celebra una aparente normalización (en la conflictividad política) del país. Ha comenzado una nueva etapa de “diálogo”, estamos claros que es una taima para Maduro, pero también puede ser el frágil puente que nos conduzca a la reconstrucción.
En este diálogo todos están bajo sospecha, hasta el Papa. Los que hoy detentan el poder son una élite corrupta que tiene como único fin quedarse un día más. Por eso siguen huyendo hacia adelante, prestos a cualquier trampa. Una vulgar dictadura. Mucho se habló de la estrategia de la oposición de ir en escalada, pero viendo el recorrido de las últimas semanas, la escalada parece ser de Maduro. Esto me recuerda esa Teoría del Loco, ejercida por Richard Nixon en su gobierno, cuando bombardeó sin clemencia los campos de Camboya (1969-1970) mientras empezaban las conversaciones de paz con los norvietnamitas. La gracia era mostrar al Presidente de los Estados Unidos como un iracundo capaz de tomar cualquier acción sin importarle las consecuencias y por ende cualquier trato podría ser beneficioso para la otra parte.
Así se ha mostrado Maduro los últimos meses. Sin pararle medio a las leyes de la República, se ha burlado del orden constitucional, mientras sigue llenando las cárceles de presos políticos y el atropello a la voluntad de la mayoría de los venezolanos es exponencial. Con el inicio del diálogo su carta de intenciones está hecha de puros retazos. Cinco presos políticos liberados de los 114 que se suman hasta el momento. Llamados a la paz por la mañana, reclamos por la tarde, amenazas por la noche. Ese es el diálogo de Maduro, un monólogo tan estúpido como trágico.
La Mesa de la Unidad Democrática ha recibido uno de los chaparrones de críticas más fuertes desde su fundación. Sus dirigentes están arriesgando mucho, su propio futuro como políticos. Pero también se han dado cuenta de que a pesar de ser la oposición mayoría, no basta simplemente ser muchos para cambiar de régimen. Se necesitan todo tipo de refuerzos para encarar a quienes tienen las armas y el poder bruto. Por los momentos se tiene a la gente, un apoyo creciente de la comunidad internacional y la legitimidad de querer encausar la crisis por las vías democráticas. ¿Errores? Muchos. Creo que el principal ha sido de comunicación. Y eso pasa por mucho más allá de tener una buena batería de medios. Se trata de usar la política como didáctica ciudadana. Asumir posturas, explicarlas y no revelar secretos, lo que hay que generar es confianza en la gente que dices representar.
Y es que la lucha por la democracia se puede hacer desde diferentes frentes, uno de ellos es esta mesa de diálogo. Otro, articulando las respuestas a todos los escenarios posibles y organizando la presión de calle. Esto no significa una marcha cada día, sino tener la estructura capaz de actuar cuando la situación amerite. Todas estas formas deben ir en paralelo, porque la reina de estos días es la incertidumbre.
Del Vaticano espero su compromiso y astucia por llevar esto a una conversación seria con el propósito de construir una paz duradera. De la comunidad internacional, es necesaria su sensatez y que comprendan como bloque que es mejor tratar con una democracia que con forajidos. De la Unidad, que vean en las decisiones que tomen no solo las partes, sino el todo como nación. Inteligencia, malicia y firmeza. De la ciudadanía, la capacidad de demostrar su descontento organizándose y ejerciendo acciones capaces de presionar cualquier decisión errónea de sus dirigentes.
De la Revolución de las Miserias, solo espero que esté cerrándose como etapa histórica, en el fin del cuento. Aunque el TSJ decrete lo contrario.
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