Guido Revete – 20 de enero de 2017
Partiendo de una máxima “maquiaveliana” resulta necesario comprender el “ser” de la política en lo concreto, abstrayéndola del supuesto “deber ser” que no pocas veces se exige en la práctica cotidiana, dado los niveles mínimos de “códigos políticos” a los que se llega en algunas coyunturas. Así, es ineludible estudiar el diálogo que se ha venido generando en Venezuela desde esta visión de lo que realmente ha sido hasta ahora, sin pretender, por supuesto, la comprensión total del fenómeno a analizar, pero sí, asomando las características generales del mismo.
En primer lugar, los actores por parte del gobierno ante la mesa de negociación, históricamente durante el periodo que corresponde al chavismo, al menos tres o cuatro de ellos, son curtidos políticos de la participación en las distintas mesas de trabajo político entre gobierno y oposición, haciendo acto de presencia en la mesa de diálogo generada como resultado del paro petrolero del año 2002-2003, la transmisión del año 2014 y la más reciente faceta con participación de distintos actores internacionales y el Estado de la Ciudad del Vaticano. Porque claro, a estas alturas sólo un gran trasnocho conservador puede asumir que se ha invitado a la Iglesia Católica como observadora y no al Estado del Vaticano como importante actor geopolítico mundial. Mientras que por el lado de la MUD, la experiencia de sus participantes, quizás con la excepción de Timoteo Zambrano, resulta del complejo entramado de acuerdos internos de la organización a la cual pertenecen cada uno de estos actores.
Sin embargo, ajeno a estos formalismos, existe otro diálogo paralelo al público, que si bien no genera las mismas expectativas en la comunidad nacional e internacional (¿o sí?) –por el desconocimiento generalizado- es donde se desarrollan los verdaderos acuerdos políticos y estratégicos de cara a cualquier mínima cohabitabilidad política en el país: sólo así podremos entender el nombramiento y posterior retiro de la Vicepresidencia Ejecutiva de Aristóbulo Istúriz mientras el Presidente del Parlamento fuese Ramos Allup; la remoción de Zambrano de la MUD tras su declaración referente al Mercosur, la inasistencia de un grupo de diputados ante la elección de nuevos rectores electorales o el ingreso al país, proceso de encarcelación y evidente guiño a la candidatura de Manuel Rosales.
Los resultados efectivos que ha tenido el diálogo para los actores políticos que han participado en ello son diversos si tenemos como principio de que en el análisis del “ser” del diálogo generado hasta ahora, el mismo no ha tenido como principal objetivo el tratar los distintos problemas que afectan al país, sino la discusión política. Esto, sin embargo, no es un fenómeno unilateral referente al supuesto “ganar tiempo” que requiere el gobierno según un importante número de voceros y analistas de la oposición. Sino también tiene referencia con la agenda implantada por parte de la MUD durante todo el año 2016 desde el parlamento, cuyos principales objetivos –no logrados- fueron referentes a una transición política directa del Ejecutivo.
No obstante, esto no quiere decir que no se hayan acordado en el verdadero diálogo importantes espacios de transición política. Dando como un hecho para el análisis que efectivamente habrán elecciones de gobernaciones y alcaldías a mediados de año, desde la visión estratégica-política-militar del Gobierno, ha sido preferible asegurar que la posible pérdida de las gobernaciones en los estados fronterizos, sean a manos de los sectores “socialdemócratas” que históricamente son capaces de sentarse a negociar en términos pragmáticos con el Ejecutivo Nacional y no en manos de partidos “radicalizados”. Garantizando el control geopolítico del territorio nacional a través de la asignación de un nuevo Vicepresidente Ejecutivo que mantenga el control económico de estos espacios, independientemente sus actores regionales, a través del manejo del Consejo Federal de Gobierno.
Mientras que, en el plano internacional, los distintos cambios de estrategia referente a los miembros de la OEA, el Estado venezolano y su (ex) disputa en el seno del Mercosur, las tensas relaciones con el Estado colombiano, los diversos acuerdos de préstamos y relaciones económicas, tampoco escapan a estas realidades del “ser” del diálogo político.
Sólo asumiendo y analizando las verdades incomodas de la realpolitik podremos hacer planificación de escenarios estratégicos y proyecciones serias, que no jueguen con las expectativas económicas y políticas de la población, para las distintas etapas que nos deparan este nuevo año.
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