Mesa de Análisis

La MUD y el archipiélago de la sociedad democrática (II)

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Ysrrael Camero  –  10 de marzo de 2017

Dos han sido las organizaciones creadas para darle dirección política al archipiélago social opositor. Desde 2002 hasta 2017 un proceso de aprendizaje ha contribuido a la construcción de una alternativa democrática al chavismo, con expresión parlamentaria, en ejecutivos y legislativos regionales y locales. Durante el mismo período el régimen ha sufrido también una importante metamorfosis, acentuando su carácter autoritario, depurando a sus sectores más moderados, avanzando hacia una dictadura abierta. Es necesario repasar la historia organizativa de la oposición.

El experimento de la Coordinadora Democrática

La resolución violenta de la crisis de 2002, con la salida e inmediato retorno al poder de Chávez, produjo un terremoto dentro del liderazgo de oposición. El 5 de julio de 2002 aparece la Coordinadora Democrática, en un contexto de debilidad de los partidos políticos, como expresión de una necesidad de darle conducción política coherente a una lucha contra el gobierno autoritario.

Eventos como el paro de diciembre de 2002, la Mesa de Negociación y Acuerdos (2002-2003) y la realización del referéndum revocatorio en agosto de 2004, marcaron el período durante el cual la Coordinadora Democrática logró dotar al archipiélago político opositor de una dirección política. Bajo la conducción de la Coordinadora Democrática, en el contexto de la campaña por el referéndum de 2004, se redactó un primer documento unitario de la oposición venezolana, el Consenso País, tras un dilatado proceso de consultas con sectores plurales de Venezuela. La movilización masiva en calle, con marchas multitudinarias, caracterizó esta etapa de las luchas democráticas venezolanas.

La CD representó un período en la lucha de la sociedad democrática venezolana, y contaba con una estructura que incorporaba a sectores de la sociedad civil no-partidista. A lo largo de su acción política las tensiones entre los partidos políticos y las diversas organizaciones de la sociedad civil fueron recurrentes y no siempre resolubles. La presencia e intervención de poderes fácticos, como los dueños de medios de comunicación, la penetración de actores sociales con poca o ninguna representatividad pero que tenían influencia en las decisiones, dificultaba una conducción política efectiva.

La crisis que llevó a su disolución se desarrolló entre la derrota en el referendo de 2004 y la decisión de abstenerse en las elecciones parlamentarias de 2005. La CD no tuvo capacidad de manejar las tensiones entre sociedad civil y partidos políticos. La interpretación dominante de las causas estructurales del fracaso de la CD se vincula justamente con la incapacidad de los partidos políticos para marcar la dirección de la coalición. La manera en que los actores de oposición fueron arrastrados a la política abstencionista en 2005 fue el ejemplo más claro de esa incapacidad.

La experiencia de la Mesa de Unidad Democrática

Las elecciones presidenciales de 2006 representan un parteaguas en la historia de la alternativa democrática venezolana, y el inicio de un crecimiento sostenido. Es un hito de ruptura y de reorganización, estructural y estratégica. La candidatura presidencial del gobernador Manuel Rosales expresó la decisión de reencausar la actividad política opositora hacia la ruta electoral y colocar en el centro de las decisiones a los partidos políticos.

A partir de este momento se inicia una nueva conformación de una estructura política de la oposición. En el marco de la campaña se construyeron alianzas sociales y políticas importantes que contribuyeron a darle forma a la futura Mesa de Unidad Democrática.

La MUD apareció oficialmente el 23 de enero de 2008, como una coalición de fuerzas políticas y sociales que se oponía al ejercicio autoritario del gobierno venezolano. De la crítica a los errores cometidos por la Coordinadora Democrática y por el liderazgo opositor, derivaron tres decisiones con profundas implicaciones:

Primera, la de desarrollar una estrategia de acumulación de fuerzas que tuviera una expresión electoral, lo que implicaba participar unitariamente en todos los eventos electorales que se plantearan, no abandonar nunca los espacios institucionales de poder, y avanzar en cada elección hasta llegar a convertirse en mayoría política y social para desplazar al chavismo del poder.

Segunda, la de colocar en el centro de sus tomas de decisión a los partidos políticos, quienes tendrían un peso proporcional derivado de su representación o de su peso electoral.

Tercera, la de crear una Secretaría Ejecutiva. El político veterano Ramón Guillermo Aveledo la llenó con su auctoritas y con su capacidad de construcción de consensos. Se conformó alrededor de esta Secretaría un extraordinario equipo tecnopolítico que contribuyó a alinear la acción política de la MUD. Aunque no se concibió como vocería de la coalición dicha Secretaría progresivamente asumió en reiteradas ocasiones ese rol.

La estrategia de la acumulación de fuerzas con expresión electoral se tradujo en un crecimiento de la oposición elección tras elección. Bajo la MUD la oposición democrática venezolana presentó alternativas unitarias para las regionales de 2008 y 2012, así como para las parlamentarias de 2010, se desarrollaron primarias para escoger un candidato presidencial unitario en 2012 (que repitió en 2013).

Las movilizaciones de 2014, La Salida, expresaron públicamente y acentuaron una crisis interna en la MUD. La salida de Ramón Guillermo Aveledo de la Secretaría Ejecutiva fue parte de esa crisis. Con la selección de Jesús “Chúo” Torrealba como nuevo Secretario se pretendió darle un carácter más popular a la coalición.

A pesar de las tensiones internas la MUD tuvo la capacidad de presentar una plataforma unitaria de candidaturas para las elecciones parlamentarias de 2015. El 6 de diciembre de ese año la alternativa democrática obtuvo una importante victoria electoral, que se tradujo en una mayoría en la Asamblea Nacional de 112 diputados, dos tercios de la cámara. Con este histórico resultado, siendo una mayoría social y política en Venezuela, con el control de un poder público nacional, la estrategia y la dirección política de la MUD parecían iniciar 2016 en la dirección correcta.

2016 fue el año de las oportunidades perdidas, allí tenemos un amplio consenso entre la sociedad opositora. Pero hasta allí llegan los acuerdos respecto a lo ocurrido durante ese año. Las divergencias, arrastradas desde dos interpretaciones contradictorias de los fracasos de 2014, se expresaron en la manera de leer el triunfo electoral de fines de 2015, derivándose dos ejes de acción política que terminaron mutuamente bloqueadas con torpeza. Aquellos que estaban convencidos de que la victoria se debía a un mandato de cambio político se distanciaron de quienes sostenían que el mandato era resolver los problemas de la gente. El gobierno impulsó y aprovechó las tensiones dentro de la oposición en su propio proceso de autocratización. La movilización por el referéndum revocatorio se detuvo en seco cuando se instaló una Mesa de diálogo. Un cortocircuito atravesó todo el archipiélago opositor, vulnerando la conexión entre éste y los líderes de la MUD. El año 2016 cerró también con una nueva crisis dentro de la alternativa democrática, como respuesta la MUD se encaminó a una reestructuración en 2017. ¿Qué dilemas deben resolverse con este cambio? Allá vamos…

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