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Juan Manuel Trak: “La nueva ola migratoria de venezolanos traerá más pobreza”

Foto: Archivo.

 

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Entrevista a Juan Manuel Trak

El sociólogo y doctor en Ciencias Políticas, Juan Manuel Trak, destaca que se ha triplicado en dos años la cifra de venezolanos que admiten querer abandonar el país, lo que está seguro que se agravará de manera alarmante tras “la profundización del autoritarismo” que viene con la asamblea constituyente electa el 30 de julio

Elvia Gómez

 

“Venezuela no ofrece proyecto de vida a los más jóvenes ni a los jóvenes adultos”, afirma Juan Manuel Trak, investigador del Centro de Estudios Políticos (CEP) de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Este agosto trabajará, con la profesora Mariana Rodríguez, en consolidar hallazgos del último estudio del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP por sus siglas en inglés), que patrocina la Universidad de Vanderbilt (Tennesse, EEUU), sobre las variables que inducen de manera tan marcada a los venezolanos a marcharse. El informe estará listo para ser presentado en septiembre.

LAPOP es un estudio que se realiza desde 2004 en 28 países de la región. El último trabajo de campo se realizó entre octubre de 2016 y enero de 2017.

 “Este estudio se hace en el marco del proyecto del Barómetro de las Américas, que hace esta encuesta desde 2004. Yo pensé que esa pregunta estaba más hecha para Centroamérica, por el momento en el que se diseñó el estudio. En 2012 la intención de emigrar fue del 6,8%; la ronda anterior, la de 2014, la intención de emigrar en Venezuela no llegaba al 13%. pero en 2016-17 pasa al 35,3%, casi se triplica el estudio previo. Eso da cuenta de la crisis y de la ausencia de proyecto de vida para ofrecer a los jóvenes.

¿Según la edad, cuáles son las intenciones de emigrar?

–La pregunta que se hace es: “¿Tiene usted intenciones de irse a vivir o a trabajar a otro país en los próximos tres años?”. En los jóvenes entre 18 y 29 años, se quiere ir el 59%. De 30 a 39, es casi 40%; de 40 a 49 años de edad es 31%; de 50 a 59, es de 19% y 12,56% de afirmaciones en los que tienen más de 60 años. Y este último dato no se corresponde con el comportamiento habitual. La gente no quiere emigrar de mayor

–¿Cuáles son las variables detectadas para irse del país?

–Las más importantes son dos: la edad y tener recursos. La edad es un determinante para emigrar porque este país no ofrece proyecto de vida a los más jóvenes ni a los jóvenes adultos. Entre 2007 y 2014 se fueron quienes tenían estudios superiores, los más preparados. Ahora ya no es así, ya no es una fuga de cerebros, lo que estamos viendo es una emigración masiva de jóvenes, y esto es un cambio cualitativo muy importante. Esto va a crecer, es la profundización de la crisis, con mayor violencia y mayor ingobernabilidad. Los jóvenes que tienen recursos para irse –económicos o familiares  en el exterior es más probable que se vayan.

–¿Cuál proyección se puede hacer de lo que implica para el desarrollo de Venezuela, desde la perspectiva del capital humano, ese aumento de la emigración de los más jóvenes?

–Allí hay dos cosas. Primero, ya estamos teniendo el efecto de la emigración de los más calificados, lo que supone que las empresas –públicas y privadas– y las universidades, tienen problemas para contar con las personas necesarias para sus procesos productivos y para la formación de la gente. La calidad y la productividad deben haber caído sustancialmente y lo vemos en el caso de PDVSA. Se fueron los más calificados y la industria petrolera no se ha recuperado de ese golpe y está en proceso de destrucción. Lo segundo es el bono demográfico. Teníamos a la mayor parte de la población en su etapa joven, en su etapa productiva más importante, que pudieron haber aumentado la productividad de Venezuela junto con una importante cantidad de recursos producto de la renta petrolera, pero eso se ha desperdiciado. Venezuela es más pobre que antes, si entendemos que la riqueza no proviene de cuántos recursos naturales tienes sino de la capacidad de generar riqueza a partir del conocimiento. La gente con conocimiento se ha ido y no hay el capital humano para poner ese conocimiento a producir en el mercado laboral. Eso está condenando al país a la pobreza.

–¿Ya es pobreza estructural?

–Yo creo que sí, que ya estamos en una pobreza estructural, y eso tiene que ver con la ausencia de inversión productiva en condiciones de vida. Pero esa pobreza estructural se agrava con la ida del grupo con mayor posibilidad de estar en el mercado laboral y eso pone en problemas el pago de las pensiones. Si los que podían insertarse en el sector productivo se están yendo, no habrá pensiones y eso también tiene que ver con cómo está hecho el mercado laboral, que está llevando a la gente a la absoluta informalidad. Se han destruido empresas, la propiedad privada ha sido perseguida, no hay oportunidades de producir. En el sector público lo que están buscando los organismos del Estado es gente leal y no que contribuya al desarrollo. Estamos perdiendo, por no decir que ya perdimos, una gran oportunidad de tener desarrollo sostenido los próximos 15 o 20 años. Lo que estamos haciendo es expulsar a los jóvenes del país a tratar de buscarse la vida en cualquier parte donde haya una mínima oportunidad.

–A raíz de lo que sucedió el domingo 30 con la constituyente y viendo la progresividad de estos números, ¿qué se puede esperar?

–Viene lo que hemos visto en estas últimas semanas: una ola migratoria.

–De gente menos calificada.

–Sí, ahora más horizontal, no sólo fuga de cerebros. Esta ola migratoria, movida por la inestabilidad política y social, lo que va a traer es más pobreza. Creo que en grupos de edad de entre 30 y 40 años la migración va aumentar. Esta es gente que estaba dando la oportunidad de que este proceso político pudiera dar un giro, pero viendo los resultados del domingo, esto va a tener un giro mucho más autoritario y va a surgir un autoexilio. Los muchachos están protestando precisamente porque no ven futuro. Al ver que la cosa se va a complicar más, estos mismos muchachos son los primeros que se van a querer ir, porque también van a ser víctimas de la represión. Tenemos aquí un fenómeno bastante complejo y que está atravesado por esta conflictividad política.

–Los jóvenes con familias de mayores recursos se fueron de primeros, y los que se quedan son los más pobres, que son los que están alimentando “la resistencia” que protagoniza los enfrentamientos más violentos con la Guardia Nacional y la Policía. ¿Qué les espera a esos muchachos en una escalada de violencia represiva?

–Lo que puede ocurrir es que ese grupo de “resistencia” que se ha mantenido dentro de márgenes “relativamente” pacíficos, pueda derivar en un movimiento más violento y más estructurado. Al cerrarse todos los caminos institucionales para la expresión política y viendo que varios de estos jóvenes no van a poder participar de una sociedad en la que tengan un futuro, su expresión va a ser violenta, bien sea uniéndose a algún movimiento insurreccional o incorporándose a la delincuencia organizada. Pero también se están yendo del país. Hay jóvenes con poca formación, que apenas están saliendo del bachillerato, se están yendo. Agarran un autobús  y se van con la poca plata que tienen. No es una cosa solo de sifrinos. Pero los que se quedan pueden estar pensando en que no es suficiente la protesta como se venía dando.

–¿Esos números de emigrantes con cuáles países nos compara?

–Ese dato exacto no lo tengo. Honduras, El Salvador y México tienen un problema de migración importante. Pudiera ser con esos países. Con El Salvador quizás sería con el que más se podría comparar, porque eso fue producto de una guerra. Colombia, cuando su conflicto con la guerrilla estuvo más grave, hubo la ola migratoria hacia Venezuela, en los años 80.

–Los que vinieron de Colombia en esa época eran personas con poca formación educativa.

–Pero ese proceso ya lo estamos viviendo nosotros con ese 35%. Tenemos una emigración masiva que ya se nota en el Norte de Brasil o en Cúcuta. Hay gente prostituyéndose, que buscan cualquier cosa para levantar mínimos ingresos. En este momento lo que estamos viviendo se parece más a las migraciones de las clases más bajas por conflictos. Y esto es lo que genera más presión a los países fronterizos. A esos gobiernos no les preocupa el que se puede insertar en el mercado productivo, sino los que tienen menos formación y buscan trabajos más precarios, que pueden ser también víctimas de redes de delincuencia organizada y tráfico de personas. El drama de esta  migración es que al ser masiva y no tener muchas competencias para el trabajo, van a generar presión por saturación de los servicios sociales.

– ¿Le conviene al Gobierno de Nicolás Maduro que esto esté ocurriendo?

Foto: Archivo.

–El Gobierno ha fomentado la migración, sobre todo la primera fase. El que está afuera no participa políticamente, no genera presión para que se hagan cambios. Eso se ve, por ejemplo, en el absoluto desinterés de abrir el registro electoral en el exterior. Sólo hay 115 mil inscritos, máximo, pero ya sabemos que, por lo menos, hay 600 mil personas que participaron en la consulta del 16 de julio. Y 600 mil probablemente no sea sino menos de la mitad de las personas que están en el exterior. Si uno sabe que la gente que se va es aquella que está más decepcionada con el Gobierno, la que es más crítica con su desempeño en política económica, que ha sido víctima de la corrupción y de la delincuencia, que cree que este no es un Gobierno que es de fiar…Si esas son las variables, al Gobierno le conviene que esa persona esté fuera del sistema, donde no pueda ejercer sus derechos políticos. Es un esquema parecido al de la Revolución Cubana: al enemigo que se va, puente de plata.

–Tardaron en hacerlo, pero ya varios gobiernos de América Latina están facilitado mecanismos para dotar a los venezolanos con documentos de residencia y empleo.

–Llega tarde porque lo mueve lo masiva que es la emigración ahora. En Colombia se habían hecho mucho más cerrados para el tema de legalización, pero la presión migratoria es tan grande que es más fácil tratar de regularizar a quienes quieren entrar que arrojarlos al mundo de la informalidad y la residencia ilegalmente. Es mejor tenerlos contabilizados, dentro del sistema, para saber quiénes son y dónde están. Yo creo que esa solidaridad, que es bienvenida, tiene esas razones pragmáticas: tratar de controlar una ola migratoria y de refugiados que no es controlable. Decir: “no vengan” y cerrarle los espacios, sería cerrarles la puerta y que ellos entren por la ventana, y si cierran la ventana, van a hacer un túnel. Los países lo que están es tratando de evitar que esto se les salga de las manos.

–¿Le darán uso práctico a los datos recabados sobre los emigrantes en el informe que esperan tener listo para septiembre?

–Ese es más un informe de corte académico que tiene como propósito ver cómo estas intenciones de migrar pueden estar afectando en la región, su potencial impacto. Vemos cómo son esas variables de percepción de crisis, de violencia, de victimización, lo que está causando que la gente salga del país. Son los más jóvenes los que se van porque aquí hay una crisis de tal magnitud porque la gente no concibe cómo desarrollar su vida con mediana normalidad, donde no hay comida ni medicinas, donde el servicio de salud no sirve, donde el dinero no alcanza. Eso va a dar una idea a los lectores de este reporte de cómo la gente percibe su realidad y cómo toma sus decisiones para el futuro.

Para mayor información acerca de la Encuesta: Cultura Democrática en Venezuela ingresar a democraciaennumeros.org

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