

Félix Arellano
Luego de los éxitos alcanzados por Argentina y Brasil en el programa de cooperación económica y comercial bilateral (PICAB), que contó con una activa participación de los sectores productivos, ambos gobiernos decidieron avanzar en la conformación de un mercado ampliado, e invitando a los gobiernos de Uruguay y Paraguay, suscribieron en 1991 el Tratado de Asunción, que crea el Mercado Común del Sur (Mercosur), que en este 2021 llega a sus treinta años de existencia, motivo para la celebración, la reflexión y, en particular, para la acción; toda vez que el bloque enfrenta varios años de estancamiento, producto, en gran medida, del factor ideológico que entra en el proceso con los gobiernos populistas y radicales y se exacerbó con la incorporación de Venezuela como miembro pleno.
La crisis del Mercosur es profunda y se podría resumir brevemente en los siguientes elementos básicos. Se ha logrado conformar la zona de libre comercio, empero, sectores como el azúcar y el automotor no han sido incorporados en el programa de liberación; tampoco se ha resuelto la situación de las medidas no arancelarías, que limitan el acceso a los mercados.
El mecanismo de solución de diferencias conserva un nivel de discrecionalidad; la toma de decisiones está sujeta a una supranacionalidad condicionada. Por otra parte, equivocadamente fueron eliminados los mecanismos de protección temporal, que representan mecanismos convenientes para los sectores más vulnerables.
El tema de la unión aduanera constituye el punto central de los actuales debates, tanto en lo que respecta al arancel externo, que algunos definen como “poco común”, por la cantidad de excepciones comunitarias, sectoriales y nacionales existentes; como por las limitaciones que impone la normativa, particularmente la Decisión 32/2000, que obliga a las negociaciones comerciales con terceros países de forma comunitaria. Adicionalmente, tampoco se han logrado mayores avances en la conformación del mercado común.
Con los gobiernos radicales de los esposos Kirchner en Argentina, Ignacio Lula en Brasil, Fernando Lugo en Paraguay, Pepe Mujica en Uruguay y el proceso bolivariano venezolano incorporado como miembro pleno, los temas económicos y comerciales perdieron relevancia. Ese periodo, que ha sido definido como la fase postliberal de la integración económica, se ha caracteriza por un desequilibrado cuestionamiento de la apertura comercial y una aparente mayor atención en los temas sociales; empero, básicamente ha generado estancamiento y fragmentación.
El radicalismo ha promovido un discurso crítico contra el sistema, el libre comercio y el papel de los Estados Unidos, sin reconocer las bondades del orden liberal basado en reglas y principios, ni los beneficios del libre comercio en las transformaciones productivas, el estímulo a la competitividad, la atracción de inversiones, la generación de empleo y de bienestar social.
Una narrativa crítica se concentró en resaltar las debilidades del libre comercio para los sectores más vulnerables; empero, no se trabajó en la generación de mecanismos de equidad, todo lo contrario, los pocos que existían fueron eliminados. Tampoco se abordó la situación de los países o sectores más débiles y se eliminó el sistema de salvaguardias comerciales temporales al interior del bloque.
Se esperaba que con la suspensión del proceso bolivariano venezolano, mediante la aplicación de la cláusula democrática o Protocolo de Ushuaia (agosto 2017), se superaría la fase ideológica y se retomaría la reconstrucción del proceso, la realidad poco se corresponde con las expectativas.
Con los gobiernos de Mauricio Macri en Argentina, Jair Bolsonaro en Brasil, Mario Abdo en Paraguay y Tabaré Vázquez en Uruguay; se impuso el esquema del péndulo y la atención se concentró fundamentalmente en la apertura comercial del bloque, privilegiando la agenda de negociaciones comerciales internacionales.
Al lograr la firma del acuerdo de libre comercio con la Unión Europea (junio 2019), luego de dos décadas de negociación (el proceso inició en 1999), los países miembros del Mercosur, con mucho optimismo, adoptaron una amplia, ambiciosa y compleja agenda de negociaciones comerciales que incluye: Canadá, Corea del Sur, Singapur, India, Líbano, el EFTA (integrada por Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza) y la Alianza del Pacifico (integrada por Chile, Colombia, México y Perú).
Pero la situación se ha complicado, al poco tiempo de suscrito el acuerdo con la Unión Europea surge una tendencia crítica que está limitando el proceso de ratificaciones, complejo por su naturaleza y, en este caso, se debe sumar el rechazo de los gobiernos de Austria, Bélgica, Francia y Holanda, que cuestionan la posición del Presidente de Brasil en los temas ecológicos. También en el parlamento europeo, que es otra instancia involucrada en el proceso de ratificación, han crecido las críticas al acuerdo.
Al actual estancamiento en el proceso de ratificación en Europa, debemos agregar que al interior del Mercosur, el factor ideológico está reapareciendo en escena, y con el nuevo gobierno argentino de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, se están erosionando las relaciones con el gobierno de Brasil y frenando las negociaciones comerciales. El gobierno argentino privilegia el mercado interno y la unión aduanera.
En este contexto, cabe destacar que al asumir el gobierno de Argentina la presidencia del Mercosur por el primer semestre del presente año 2021, el presidente Alberto Fernández, en su discurso inaugural no asignó mayor importancia al tema de las negociaciones comerciales y, en primer lugar, resaltó el interés en avanzar en el ingreso de Bolivia como miembro pleno, que no cuenta con mayor respaldo de los otros gobiernos.
En estos momentos los gobiernos de Brasil, Uruguay y Paraguay se distancian del gobierno argentino propiciando la revisión de los compromisos de la unión, mediante la aplicación de una geometría variable, que permita a los países miembros desarrollar negociaciones comerciales con terceros países con mayor flexibilidad. Adicionalmente aspiran a promover al Mercosur como un polo de atracción de inversiones, el comercio de servicios y la inserción en cadenas globales de valor.
Con el ánimo de superar el actual estancamiento, el presidente Luis Lacalle Pou de Uruguay, ha sostenido reuniones con cada uno de los gobiernos y, junto al presidente de Brasil, está promoviendo una cumbre presidencial, para el próximo mes de marzo, con el objetivo de lograr flexibilizar el bloque, para avanzar en la agenda de negociaciones comerciales.
La tesis de flexibilizar el Mercosur puede tener diversas interpretaciones, pero todo indica que los gobiernos de Brasil y Uruguay pretenden superar las normativas de la unión aduanera que impiden las negociaciones comerciales de forma individual. Romper con las negociaciones en bloque representa para el gobierno argentino el inicio del fin en el proceso de integración. Es evidente que en un mundo globalizado, la inserción internacional es un tema fundamental, empero, para lograr mayor eficiencia es necesario organizar la casa y esa tarea sigue pendiente.
Categorías:Opinión y análisis