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A propósito de las BRICOMILES. ¿La unión cívico-militar o la militarización de lo civil?

Tomada de la Alcaldía de Guacara

Tulio Ramírez

Los intentos por usar a la escuela como espacio para la formación del “Hombre Nuevo” del socialismo del siglo XXI, han sido muchos y variados. Las diferentes propuestas de diseños curriculares fueron, desde 2007 cuando Adán Chávez trató de imponer el primero,  finalmente engavetadas o implementadas a “medio brazo”, gracias a las denuncias y férrea oposición de padres, representantes, maestros, gremios docentes e investigadores.

La ilusión de hacer de nuestros estudiantes una suerte de “pioneritos” a semejanza de la niñez cubana, nunca  se ha podido concretar gracias a la indocilidad de una sociedad que se ha negado a seguir la comparsa de ideologización y adoctrinamiento, propuestas por las autoridades educativas a solicitud de un líder político que forjó su personalidad y visión del mundo desde la doctrina militar y la doctrina comunista.

Esta extraña combinación se reflejó durante todo su mandato y dio sello a las políticas que implementó. De allí la confluencia en su discurso y acción, de un populismo redentor y mesiánico que exalta como valor el resentimiento de los más pobres, amalgamado con el autoritarismo propio de la cultura militar para relacionarse con sus “enemigos ideológicos”.

A partir de esta combinación  se podrían explicar todos los intentos de Chávez por militarizar lo civil y convertir la confrontación política en escenarios de batallas reales o imaginarias que había que librar para “lograr una sociedad de hombres libres”.

La expresión “Unión Cívico-Militar”, refleja de manera inequívoca el rasgo de personalidad de Chávez que estamos describiendo. Esta consigna se vendió como un esfuerzo por lograr que entre los militares y la sociedad civil se conformara una relación sinérgica con miras a lograr de manera conjunta y colaborativa, los avances de la sociedad en materias donde ambos sectores pudieran confluir para impactar positivamente la realidad.

El discurso con el cual se justificó esta estrategia de “Unión Cívico-Militar”, en principio, podría  considerarse como inobjetable. Intentar disminuir la distancia histórica entre la casta militar y los civiles podría interpretarse como un acto civilizatorio. Se pensó ingenuamente que el objetivo era romper paradigmas mineralizados en el tiempo, que colocan a los militares en una posición de superioridad con respecto a los civiles.

Si esa hubiese sido la intención, era muy probable que la relación entre ambos sectores en vez de empeorarse, como de hecho ha sucedido, hubiese impactado positivamente en la sociedad venezolana. Sin embargo, el resultado fue por un camino contrario, lo militar está apabullando a lo civil. Pareciera que la verdadera intención fue, no solo “sacar a los militares de los cuarteles y de sus funciones naturales para realizar labores no militares, sino militarizar a la sociedad civil para envolverla en una burbuja cuartelaría contraria a la convivencia democrática”. Razonamos.

La insistencia en lograr esa supuesta “amalgama” entre lo militar y lo civil, tuvo la intención de justificar la incorporación de los uniformados en funciones, labores y tareas que tradicionalmente estaban reservada a los civiles. Desde el Programa Bolívar 2000 hasta el nombramiento de militares como presidentes de institutos y empresas del Estado hasta ministros, la constante ha sido incorporar uniformados a la conducción del poder civil.  

La militarización de lo civil se impulsó desde el uso de expresiones cuartelarías para denominar actividades propiamente civiles. A las elecciones se les denominó “Batallas”; a los debates políticos, se les llamó “Combate de Ideas”;  a los grupos de activistas, se les llamó “Patrulleros”. En las universidades creadas por el gobierno chavista se cambió el lenguaje académico por el militar. Por ejemplo, a las promociones se les denominó “Triunfadores y Triunfadoras”;  a los estudiantes “Lanceros”. De igual manera se sustituyó el birrete por una boina similar a la de los batallones de paracaidistas.

La consigna de la “Defensa de la Patria como responsabilidad socialmente compartida”,  ha sido la excusa para tratar de implantar una cultura militarista en la sociedad. La creación de “Los milicianos” ha sido el intento más cercano para uniformar a civiles. La precariedad de los sueldos, la ambigüedad de sus funciones públicas y el poco aprecio de la ciudadanía ha hecho que haya mermado este contingente paramilitar, constituido en su mayoría por personas de la tercera edad que vieron en ella una posibilidad de supervivencia a la pobreza extrema.

Esta militarización de lo civil, se intento implantar también en la escuela. La obligatoriedad de la Instrucción Premilitar, anteriormente materia optativa, generó una reacción importante. La organización de los estudiantes en “Guerrillas Comunicacionales” para emprender el “Combate de Ideas”, fue una infeliz iniciativa que no se pudo implementar gracias a la negativa de los propios estudiantes. Las llamadas “Brigadas escolares”, “Patrullas de Pasillo”, “Brigadas de Defensa Integral”, prácticamente murieron al nacer, por lo menos bajo esa denominación.

La última medida implementada para hacer que lo militar se confunda con lo civil, es la creación de las llamadas BRICOMIL o Brigadas Comunitarias Militares. La misión encomendada, según lo señaló el primer mandatario en una interlocución televisiva, es la de “poner orden en las escuelas y liceos. Textualmente señaló el presidente que “en cada escuela y liceo debe haber un responsable militar encargado para resolver, arreglar y poner las cosas como deben ser“.

Muchas preguntas surgen a partir de esta medida. Una de ellas y quizás la más importante, tiene que ver con definir lo que es exactamente “poner las cosas que deben ser”. Otras aluden al rol que van a cumplir dentro de las instalaciones escolares,  ¿la autoridad del director se verá menoscabada por ese “responsable militar”?; ¿la disciplina militar se entronizará en los ambientes escolares? Por otro lado, ante una situación de reclamo por parte de los docentes por la falta de servicios en la escuela, ¿quién responderá?, ¿el ministerio de Educación o el ministerio de la Defensa? Estas y muchas otras surgen razonablemente. La persistencia del proyecto político en el poder, en militarizar la vida civil no murió con Chávez.

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