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La “ecocalogía” de Petro

Tomada de El País

José Ignacio Guédez Yépez

Presidente de la Asociación Causa Democrática Iberoamericana

Por lo que sea, Gustavo Petro se estrenó en la Asamblea de la ONU defendiendo el negocio de la cocaína. Concretamente pidió que no se destruyan los cultivos y que no se persiga judicialmente a los traficantes, abogando directamente por el fin de la guerra contra las drogas. Y es que según Petro, esta sería la única forma de salvar el planeta. Ha nacido así la “ecocalogía”.

Su discurso comenzó reeditando por enésima vez el mito del Edén o del Buen Salvaje latinoamericano, según el cual Colombia es un paraíso terrenal que ha sido corrompido por el Norte que acabó con su encanto, destruyendo a esa nación y a ese pueblo. El enemigo externo. Este antagonista, referido exclusivamente a Estados Unidos y Europa, es descrito además como una sociedad vacía y sin afecto, que en su soledad se vuelve drogadicta. Hasta aquí nada nuevo.

Lo original vino después, cuando dijo que de la planta de coca emana el oxígeno que absorbe el CO2 planetario. Según Petro, destruir los cultivos de coca es destruir la selva amazónica y por ende, al planeta entero. Y es aquí cuando lanza su ya mítica frase para aseverar que el petróleo y el carbón son más venenosos que la cocaína, acusando a los poderosos de vilipendiar y perseguir injustamente a esta droga que, según él, causa muy pocas muertes por sobredosis. El punto es claro: Petróleo no, cocaína sí.

Cualquier incauto que asuma un mínimo de coherencia, pensaría que Petro como presidente de Colombia va a dejar de producir petróleo y a acabar con la industria energética en su país, para apostarlo todo al noble negocio de la cocaína promoviendo su legalización. “Nos piden más y más carbón, más y más petróleo, para calmar su adicción”, sentenció en medio de su epifanía. El caso es que para Petro salvar el negocio de la cocaína es salvar el planeta, salvar a la humanidad e incluso salvar a la democracia nacida en Grecia. Tal cual lo dijo de forma histriónica de espalda a la mítica pared verde, donde también culpó al capital de todos los males y aprovechó para ayudar a Putin con su tesis de que los eslavos deben resolver sus problemas solos. Por cierto, según Petro la gente emigra hacia el norte en busca de agua y no en busca de capital, seguridad, libertad, trabajo y derechos. La “ecocalogía” y sus cosas.

Pero el subconsciente siempre traiciona y Petro se refirió a la educación como un problema del Norte, justo antes de confesar que los campesinos cultivan la coca porque no tienen más nada que hacer. Y ese es justamente el problema que un gobierno responsable debe atender creando oportunidades y formando a las nuevas generaciones en otras actividades. No condenándolos a vivir de un negocio ilegal explotados por carteles que, por cierto, no son del Norte sino locales, y que además forman un eje latinoamericano con énfasis en países como México, Venezuela, Bolivia y Colombia. Esto sí destruye las democracias. El dilema está en combatirlo en nombre de la ley o asimilarlo en formato de “NarcoEstado”. Pero decir que es ecológico es sin duda un nivel de descaro inédito, hasta ahora. Otra jugada del subconsciente fue la de acusar varias veces a su némesis del Norte de adicción al poder y al dinero, como si el narcotráfico y los cárteles que lo controlan fueran monjes carentes de ambición. Tienen poder, muchas veces más poder que los gobernantes, y sobre todo tienen dinero, porque al final es por eso que lo hacen, y no para salvar el planeta.

Finalmente cerró proponiéndole un negocio al Norte, que le den dinero o le condonen la deuda externa a cambio de salvar la humanidad con su plan ecocalógico. Le pidió capital a su enemigo.

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