
Alex Fergusson
La recientemente concluida Cumbre Climática o COP 27, mostró que el mundo está muy lejos de alcanzar los objetivos de temperatura del Acuerdo de París. La implementación de las promesas de los gobiernos nacionales, no fueron suficientes, seguimos aumentando las emisiones de gases de efecto invernadero y seguimos encaminados hacia un mundo más cálido para mediados de este siglo.
Así que el riesgo de catástrofes climáticas continuará aumentando y sus efectos destrozarán, cada vez más, la vida y las posibilidades de supervivencia de muchos países y comunidades, hoy habitados por unos 1.200 millones de personas.
No obstante, para algunas poblaciones de distintos lugares ya es demasiado tarde para adaptarse a las consecuencias del cambio climático, pues aunque se tomaran medidas eficaces para limitar el aumento de la temperatura mundial en 1,5°C, no es posible prevenir ni revertir los daños que se han derivado, y sus consecuencias serán irremediables, como es el caso de las pérdidas de vida y de capacidades de subsistencia, así como de la degradación del territorio, de campos de cultivo, del patrimonio cultural, del conocimiento autóctono, de la identidad social y cultural, de la biodiversidad y de los servicios ambientales.
Este es el contexto en el que nos encontramos, pues las emisiones de gases de efecto invernadero deberían alcanzar su punto máximo antes de 2025, a más tardar, y disminuir un 43 % para 2030 para limitar el calentamiento global a 1,5 °C.
El informe del Grupo de Trabajo II del IPCC sobre Impactos, adaptación y vulnerabilidad es el más extenso en materia de pérdidas y daños hasta la fecha.
Allí se señala queel calentamiento global existente hoy, de 1,1°C, ya ha causado peligrosas pérdidas y daños generalizados, ha provocado alteraciones en la naturaleza y afectado la vida de millones de personas, a pesar de sus esfuerzos por adaptarse.
Por lo tanto, con el crecimiento del calentamiento global, las pérdidas y los daños han aumentado y cada vez es más difícil evitarlos, especialmente cuando se producen en las poblaciones más pobres y vulnerables; además del hecho de que la adaptación no puede prevenir todos los efectos enunciados. Para colmo, no existen suficientes iniciativas internacionales y nacionales para enfrentar las consecuencias.
Un punto esencial para entender a qué se refieren las pérdidas y los daños es que pueden ocurrir a pesar de la adaptación e incluso antes de que se haya alcanzado el límite de esa adaptación.
Los límites de la adaptación son el punto en el que las respuestas adaptativas dejan de ofrecer protección ante el impacto climatológico. De esta forma, cuando se alcanza el límite, las pérdidas y los daños se intensifican, ya que la adaptación deja de reducir las consecuencias negativas, más, cuando dichas pérdidas y daños pueden ocurrir, aunque aún no se haya alcanzado el límite.
Por ejemplo, para los pequeños países insulares y para las zonas costeras de muchos países, el aumento del nivel del mar es una amenaza real, sobre todo para las zonas más bajas que se encuentran en el mismo nivel o por debajo.
Existe el riesgo de que se sufran daños irreversibles a infraestructuras urbanas, pérdidas permanentes de la biodiversidad terrestre, marina y costera, así como de los servicios que esos ecosistemas proporcionan, como la protección costera de tormentas y el respaldo a los medios de subsistencia, como la pesca.
También existe el riesgo de sufrir un declive económico en los sectores de los que estas islas dependen, como la agricultura y el turismo. Las pérdidas y los daños también pueden derivar en la reducción de la habitabilidad de las islas, lo que significa que la población deberá desplazarse o migrar de manera permanente y, junto a esto, se sufrirán pérdidas no económicas, como la autenticidad del lugar, de la comunidad y de la cultura.
En África y América Latina, también se han experimentado ya pérdidas y daños que aumentarán con el calentamiento global. Algunos de los que se prevé que experimenten estas regiones, son la extinción y la reducción de especies, y la pérdida irreversible de los ecosistemas y sus servicios, incluidos los de agua dulce, terrestres y oceánicos.
Además, la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia estarán en peligro y habrá riesgo de malnutrición debido a la disminución en la producción de alimentos en los cultivos, la ganadería y la pesca.
Estas pérdidas y daños pueden traer consigo el incremento de la mortalidad y la morbilidad por el aumento del calor y de las enfermedades infecciosas, desigualdad y tasas de pobreza, vulnerabilidad de la seguridad hídrica y energética, y la reducción del rendimiento y del crecimiento económico.
Así que, la evidencia científica es clara en el sentido de que ya se han experimentado pérdidas y daños que aumentarán si no se controla el calentamiento global, con efectos desproporcionados sobre los países en vías de desarrollo y las comunidades y grupos vulnerables.
Las pérdidas y los daños son una realidad, y hay una clara necesidad de que se lleven a cabo acuerdos en todos los niveles, para abordar este problema.
Es el momento para reconocer y responder a la inmensa evidencia científica sobre estas pérdidas y daños. Existe una clara necesidad de que se acelere la implementación de iniciativas para abordarlos, ya que los avances que se han hecho hasta la fecha no han sido completamente satisfactorios.
El hecho de seguir retrasando las mejoras en los acuerdos financieros, gubernamentales e institucionales para abordar esta situación, solo provocará que todos aquellos que ya están sufriendo las consecuencias, tengan que hacer frente a niveles cada vez mayores de efectos negativos causados por el cambio climático.
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