¡Que resuelva el Estado…!
Gustavo L. Moreno V. / 05 de febrero de 2015
La Encuesta Nacional de Juventud (ENJ), realizada por la UCAB en 2013 es un documento de referencia obligada para intentar comprender los principales elementos, concepciones, problemas, actitudes, etc., que tienen nuestros jóvenes. Sus datos, además de dar pistas importantes acerca de dónde estamos, son un punto de partida fundamental para impulsar cambios significativos en las políticas públicas, pero también para repensarnos desde los pequeños espacios de nuestro accionar público acerca de ¿qué entendemos por democracia?, ¿cómo estamos formando a las nuevas generaciones en relación a su rol ciudadano?, ¿cuál es realmente el modelo de sociedad al que aspiramos?
Uno de los aspectos sobre el que indaga la ENJ es el “grado de acuerdo sobre el papel del Estado”. Llama la atención los resultados de la encuesta ante la afirmación: “el Estado, más que los individuos, deberá ser el principal responsable de asegurar el bienestar de la gente”. Nada más y nada menor que el 81% de los jóvenes encuestados se mostraron “muy de acuerdo” y “de acuerdo” con esta afirmación. Es decir, ¿para ese 81% el Estado es quien debe solucionar nuestros problemas antes que la propia iniciativa, la autonomía, la responsabilidad consigo mismo, con los demás y con la sociedad en general?, si es así, entonces ¿dónde queda la participación y el empoderamiento del sujeto para que, en conjunto con el Estado, se logre un mejor país, una mejor sociedad, mayor bienestar personal y colectivo?, ¿cómo se ha entendido realmente ese cuento de la “democracia participativa y protagónica” del que tanto se ufana el régimen?
Por otro lado, según el mismo estudio, el 78% de los jóvenes manifiestan que “la democracia es el mejor sistema de gobierno”, sin embargo cuando se les pide que nombren los factores que están asociados a la democracia, el mayor porcentaje de encuestados señaló que son las elecciones, muy por encima de otros elementos como las minorías, las mayorías, la Asamblea Nacional, etc. Es decir, parece que para nuestra juventud la democracia se reduce fundamentalmente al hecho de tener elecciones, y no tanto a tener instituciones sólidas, a respetar a las minorías, a valorar y defender el rol de las instituciones públicas, etc.
Esto tiene que llamarnos a poner en blanco y negro las concepciones que tenemos acerca de la democracia, lo que aspiramos con ella, lo que estamos dispuestos a hacer por defenderla y por fortalecerla. En esto el papel de la educación es fundamental, y no me refiero sólo al sistema educativo formal, sino a toda la maraña de relaciones, valoraciones, interacciones que generamos desde los espacios más íntimos (la familia, la escuela, la comunidad) hasta los más amplios (la calle, las instituciones públicas, el país en general), y que terminan conformando un “ambiente de aprendizaje” para la ciudadanía, el sistema político y, por supuesto, la democracia.
En la columna Enfoque Político, Juan Manuel Trak nos ofrece una importante reflexión sobre el valor de la democracia. Su artículo “Sin democracia no hay futuro… para nadie”, es una reflexión desde la realidad que hoy nos agobia, muestra la urgencia de rescatar la institucionalidad y con ella la democracia, para hacer frente al creciente autoritarismo del régimen. Entre líneas podremos darnos cuenta que esa idea de participación y protagonismo de la gente no es más que un discurso vacío del gobierno, cuando ni siquiera el derecho a la protesta se garantiza, es más, cuando se autoriza el uso de armas mortales para enfrentarlas. Trak hace un llamado a construir un “frente nacional que tenga como objetivo común el recate de la institucionalidad democrática, y eso funcione como paraguas sobre el cual cada uno de estos sectores se vea representado, entonces la lógica autoritaria continuará dominando cada uno de los aspectos de nuestras vidas”
En línea con lo anterior, Pedro González Caro, en Otras Opiniones, nos presenta un artículo titulado “Por las buenas o por las malas”; en él muestra la relación entre libertad y responsabilidad, lo que significan los procesos electorales dentro de la democracia como expresión de esa relación libertad/responsabilidad.
Daniel Fermín, en su columna PolitiKa de Calle, nos trae su artículo “Lo político en la cola” donde muestra de manera clara cómo “lo político” permea todas los espacios de nuestra vida en sociedad, en este caso las colas. Esté análisis es de vital importancia si queremos despojar a “la política” de esa connotación negativa, de trampa, que mucha gente aun le da, entendiéndola más como “partidización” o “politiquería” que como lo que es: un accionar por el cual una sociedad resuelve sus problemas colectivos, asume y ordena el espacio público. “¡Hasta cuándo la cola!” oímos frente a la estación de metro Miranda, junto a otro mensaje dirigido, no de los activistas a la cola, sino de la cola a los activistas: “¡No le tengan miedo al gobierno!”. Es lo político de la cola, que engloba todo, entre ello el ansia de cambio de una gente que está cansada ya de pasar tanta necesidad sin que nada mejore.” Este artículo va acompañado con un extraordinario video testimonial que no se pueden perder.
Carlos Romero en su columna Debate Ciudadano y también en esta línea de autonomía, democracia, repolitización en la que se encajan los diferentes artículos de esta semana, nos ofrece un importante análisis del tema de los organismos encargados de la recolección de la basura en el estado Miranda, de cómo las acciones del gobierno central terminan convirtiéndose siempre en demagogia inoperante que no busca realmente solucionar los problemas sino minar los espacios en donde hacen vida otras fuerzas políticas ajenas al oficialismo. Su artículo “Autonomía municipal y Supra Miranda” aborda el tema de la autonomía municipal y la reciente creación de Supra Miranda, la cual se presenta “como una estrategia política orientada al debilitamiento y progresiva eliminación del principio de autonomía municipal en materia de aseo urbano”.
Finalmente, en Recomendados, los invitamos a revisar los distintos informes que se ha realizado con la Encuesta Nacional de Juventud en el marco del Proyecto Juventud que ha venido desarrollando el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB, y del cual hablamos al inicio de esta editorial.
No nos engañemos ni nos dejemos engañar, la autonomía, la libertad, la participación, el protagonismo del ciudadano y de las instituciones no es lo que más le interesa a este gobierno. Mucho menos la democracia. Por el contrario, todo eso resulta para ellos un atentado, una “conspiración”, un “golpe”. El régimen muestra que necesita sujetos heterónomos, dependientes, que estén pasivamente en las colas, que dependan de ellos para comer, construir, estudiar, moverse, etc. Por eso es que ni con este régimen, ni con ningún otro, podemos dejar de un lado la responsabilidad individual, ciudadana, para la construcción de la democracia y del bienestar personal y social para cederla al Estado. El Estado tiene sus responsabilidades, los ciudadanos tenemos las nuestras… pero, un Estado sin ciudadanos no existe, y de existir jamás será una democracia.
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