Jesús Armas / 26 de marzo de 2015
Si hablamos de una ciudad de Sudamérica llena de violencia, corrupción, bandas armadas, homicidios, drogas y un Estado sin control sobre la delincuencia, cualquier venezolano diría que indiscutiblemente se trata de Caracas. Sin embargo, hacemos referencia a la Medellín de décadas pasadas, que se caracterizó por alcanzar una tasa de homicidios de 181 por cada 100 mil habitantes.
La capital antioqueña era el territorio más violento e inseguro de todo el planeta, que contabilizó entre 1990 y 2002 más de 55.365 homicidios, entre los cuales el 70% de las víctimas fueron hombres entre 15 y 35 años provenientes de los sectores más populares y cuyas principales causas de muerte fueron los ajustes de cuentas y los atracos. La mayoría de ellos guardaba relación con el narcotráfico.
Para muchos de los que veían desde otras fronteras, esta metrópoli colombiana estaba condenada a vivir en la violencia y la desesperanza, sin embargo ese no es el espíritu que llevan los paisas en su corazón y en pocos años cambiaron su realidad. Para el año 2007 Medellín paso a tener una tasa de homicidios de 29 por cada 100 mil habitantes, para el año 2013 ganó el concurso City of The Year (ciudad del año), organizado por el Wall Street Journal y Citi Group en el que se premia a las ciudades más innovadoras. En 2014 pasó a estar entre las dos mejores ciudades para vivir de Latinoamerica, según el estudio “Smart Cities” conducido por la multinacional Indra, en el cual se analizan 243 ciudades tomando en cuenta datos como acceso y calidad a los servicios públicos, seguridad y desarrollo sustentable.
La respuesta a quienes se preguntan la forma de alcanzar resultados tan efectivos en una ciudad que se creía ingobernable la da el ex alcalde Sergio Fajardo, que describe algunas de las claves para llevar a Medellín del “miedo a la esperanza”, y explica que en buena medida su éxito se basó en hacer una intervención social para aportar lo “más bello a los más humildes”, y comenta que en su gestión se desarrollaron espacios públicos de calidad, para la creación de oportunidades, con un enfoque particular en la educación.
De esta manera empezaron a disminuir dramáticamente los índices de violencia y hoy Medellín cuenta con espacios como las escaleras eléctricas de la Comuna 13, edificios inteligentes en sus empresas, los parques bibliotecas entre los que destaca la biblioteca España, el centro cultural Moravia y una reducción de los homicidios en más de un 80% desde 1991.
Hoy nuestra Caracas es la segunda ciudad más insegura del mundo con una tasa de 115.98 homicidios por cada 100 mil habitantes, llena de caos y de desesperanza. No podemos permitir que se alcancen los niveles de violencia que vivió nuestra hermana ciudad y debemos aprender de ella. Es por ello que se deben generar oportunidades para todos, en especial para nuestros jóvenes, y así dar un cambio 360° a la violencia y convertirla en prosperidad. Muchos ya empezaron ese cambio, como Carlos Ocaríz en el Municipio Sucre, que a pesar de todas las adversidades ha generado obras de calidad para los más necesitados. Pero alcanzar el cambio de Caracas dependerá no de unos pocos sino de las ganas de progresar de todos.
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