Opinión y análisis

Desdemocratización en Venezuela (XIII): 1998, viaje al fondo del pragmatismo

Tomado de Dave Kanyan

Andrés Cañizález

@infocracia

Nunca está de más recordarlo, el Hugo Chávez que llegó al poder en diciembre de 1998 no lo hizo sólo por su capacidad y estrategia, que sí eran significativas; también debe ponerse de relieve lo que podríamos catalogar como el suicidio de la clase política en aquel momento. El viaje al fondo del pragmatismo, le llamó en aquel momento Francisco José Virtuoso, cuando el actual rector de la UCAB fungía como director del Centro Gumilla.

En ese diciembre de 1998, cuando se marcaba un parteaguas en la vida democrática de Venezuela, la gran noticia era sin duda que Hugo Chávez alcanzaba la presidencia con una de las votaciones más altas del sistema electoral establecido en 1958. Junto a esto, algunos analistas cuestionaban las cabriolas electorales de último momento que daban los partidos que habían sostenido al modelo democrático, Acción Democrática y Copei.

El segundo lugar en aquellas elecciones la obtuvo Henrique Salas Römer, de Proyecto Venezuela. “Mientras, los partidos ejes del tradicional bipartidismo, Acción Democrática (AD) y el socialcristiano Copei, después de algunos episodios poco comprensibles desde la racionalidad política, abandonaron la carrera para apoyar la candidatura de Salas Römer, hasta cinco días antes su adversario político”, reseñó en su momento la historiadora Margarita López Maya.

1998 debe ser recordado no sólo por el ascenso vertiginoso de Hugo Chávez hasta llegar a la presidencia, especialmente después del desplome que vivió Irene Sáez en agosto de aquel año. Unos subieron y otros cayeron, literalmente. Fue 1998 un año en que quedó claro el agotamiento que vivía la clase política tradicional y dejó también muy evidente la incapacidad que tenía la élite para reinventarse y poder responder a crecientes demandas sociales a favor de un cambio.

En un artículo que tituló “Viaje al fondo del pragmatismo”, Francisco José Virtuoso revisaba –antes de las elecciones-, lo que era un juego político excesivamente concentrado en alcanzar o mantener el poder, sin conexión con las demandas de la sociedad. En tono crítico, Virtuoso cuestionaba ese pragmatismo excesivo que había sido una constante en medio de una campaña electoral en la que a las maquinarias tradicionales parecía habérsele agotado la gasolina de emoción y conexión popular.

El tono crítico que se le daba al tema hasta se reflejó en la ilustración utilizada para el artículo: un camaleón reflejaba el cambio de colores que se vivían políticamente, algunos muy difíciles de digerir.

La Causa R había apoyado a Irene Sáez, también Copei. El MAS, pese a lo que dijeron sus fundadores Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez, se sumó al “chiripero” del chavismo inicial y en Acción Democrática (AD) se optaba por el hombre que controlaba el aparato, pero sin carisma alguno: Luis Alfaro Ucero.  Ya en la recta final de la campaña se produjeron otras cabriolas, ya que Copei y AD terminarían avalando a Salas Römer, de Proyecto Venezuela y en aquel momento gobernador del estado Carabobo. Todo esto de forma improvisada, notablemente.

“Al margen de las bondades y vicios de la actual lista de candidatos a la Presidencia de la República, lo que sorprende es que la razón fundamental por la que tal o cual organización política selecciona a un miembro de esa lista es el cálculo utilitario y pragmático del beneficio electoral, prescindiendo de la tradición ideológica, de la identificación entre candidato y proyecto nacional y hasta de la pertenencia a la organización. Lo único que parece prevalecer como razón de fondo es el balance de lo que sostienen las encuestas que los medios de comunicación se encargan de publicitar”, cuestionaba Virtuoso en medio de la campaña de 1998.

Todo este “juego de tronos” de entonces simbolizaba un problema mucho mayor y el cual efectivamente quedaría en evidencia en los meses posteriores. Los partidos tradicionales y las organizaciones políticas que gravitaban alrededor de ellos, habían perdido su capacidad de agregar, canalizar y expresar los intereses y demandas de la población venezolana. Con ello, en aquel año, no sólo estaba en juego la presidencia, sino la propia legitimidad de la clase política tradicional y su capacidad de representación.

Desde mediados de 1980, en el país se venía registrando un paulatino proceso de desdemocratización ante el cual la clase política no tuvo capacidad de reinventarse.

Todo ese proceso acelerado de destrucción institucional, lamentablemente, no abrió un compás de autocrítica y revisión interna en aquel momento dentro de los partidos. Se llegó incluso al exabrupto de que a escasos días de las elecciones, AD expulsó a Alfaro Ucero de sus filas porque éste se negó a declinar en sus aspiraciones presidenciales a favor de Salas Römer.  Sencillamente se jugaba a un pragmatismo desesperado.

“Pareciera que vamos hacia la destrucción de los actuales partidos políticos. Por su reacción pragmática y utilitarista hasta sus últimas consecuencias, están convirtiéndose en maquinarias que sólo buscan conquistar el poder a costa de cualquier precio. Esta tendencia es suicida, porque profundiza su deslegitimación y desdibuja aún más su credibilidad”, sostenía Virtuoso.

Tal lectura de 1998 no cambió de forma sustantiva. La maquinaria electoral del chavismo, especialmente después de la reelección de Chávez en 2006, profundizó un modelo utilitarista donde el dedo del líder era el que quitaba y ponía aspirantes a cargos de elección pública. Sin elecciones internas genuinas en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), desde que se fundó en 2007, el transitar electoral del chavismo ha estado mediado por el reparto de la renta petrolera.

Fuentes:

Lander, Luis y López Maya, Margarita (1999) “Venezuela. La victoria de Chávez. El Polo Patriótico en las elecciones de 1998”. En: Nueva Sociedad. N° 160. pp. 4-19. Caracas: Fundación Friedrich Ebert.

Virtuoso, Francisco José (2000) “Viaje al fondo del pragmatismo”. En: SIC. Vol. 61. N° 606. pp. 260-261. Caracas: Fundación Centro Gumilla.

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