
Félix Arellano
Cumplidos los primeros 100 días de gobierno del presidente Biden en los Estados Unidos, conviene realizar una reflexión sobre la orientación de su política exterior, sus objetivos fundamentales, avances y limitaciones. Estamos conscientes que resulta prematuro establecer definiciones muy precisas, empero se pueden apreciar las tendencias y alertar sobre las debilidades. La complejidad del tema nos exige abordarlo en fases, desarrollando los aspectos globales multilaterales, las relaciones con sus aliados tradicionales y los actores potencias en el contexto mundial, el papel del hemisferio, la región y el papel de Venezuela dentro de las definiciones de la política exterior.
En términos generales podemos observar que la política exterior de la nueva administración representa un cambio significativo en la mayoría de las áreas de acción en comparación con la orientación que se presentó durante la administración anterior del Presidente Donald Trump. En este contexto, uno de los cambios de mayor trascendencia tiene que ver con el objetivo de retomar el fortalecimiento del orden internacional liberal, fundamentado en principios y valores que privilegia las libertades, la democracia y los derechos humanos, que Estados Unidos promovió con ahínco finalizada la Segunda Guerra Mundial, pero que con el tiempo fue perdiendo importancia en la agenda, proceso que se agravó en los últimos años, cuando se privilegió el progresivo aislamiento del país, lo que contribuyó al debilitamiento de las instituciones del orden internacional liberal.
Promover el fortalecimiento del orden liberal internacional representa un giro conceptual importante; empero, avanzar en ese ambicioso proyecto exige de una actuación creativa, y dinámica; un gran despliegue en la política exterior y su diplomacia, comparable con la actuación de los Estados Unidos en la fase de postguerra de la II Guerra Mundial, no para generar una nueva guerra fría, todo lo contrario, para lograr una presencia activa y efectiva en el mundo, en materia de inversiones, comercio, tecnología, cultura, en particular en apoyo a los países en desarrollo.
La expresión repetida que “Estados Unidos ha regresado de nuevo”, luego del paréntesis que ha representado Donald Trump, constituye un desiderátum importante para la nueva narrativa, pero exige acciones concretas, que no se aprecian. El liderazgo de los Estados Unidos en la defensa de la democracia y sus instituciones constituye un objetivo necesario y conveniente desde la perspectiva de los gobiernos democráticos, pero enfrenta obstáculos y limitaciones. En la comunidad internacional democrática reina desconfianza sobre la efectividad del apoyo de la potencia americana a las instituciones liberales internacionales, pareciera que el sentimiento del aislamiento se está posicionando en la sociedad y, particularmente, en el Partido Republicano.
A favor del orden liberal internacional debemos destacar, entre otros, el firme respaldo de la nueva administración al multilateralismo, fundamento importante para el mantenimiento y desarrollo del orden internacional liberal. Al respecto, cabe destacar que en su primer día de gobierno el Presidente ha aprobado las órdenes ejecutivas para reincorporar a su país en la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el Acuerdo de Paris sobre el Cambio Climático y ha manifestado su intención de volver al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Esperamos que dentro de esta atmósfera positiva frente al multilateralismo, se incorpore efectivamente en los trabajos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que permita superar el bloqueo que mantuvo el presidente Trump para la renovación de los miembros del órgano de apelaciones, que ha paralizado el funcionamiento del mecanismo de solución de diferencias. Adicionalmente, se espera que contribuya de forma efectiva y creativa para culminar la Ronda de Negociaciones Comerciales o Ronda Doha, que llevan como dos décadas de negociación sin lograr resultados concretos.
En este contexto, sería positivo que la administración Biden evalúe tanto la reincorporación en la UNESCO, la organización de la cultura y la ciencia de las Naciones Unidas y, que en coordinación con los gobiernos democráticos, promueva la revisión y reforma del sistema multilateral para fortalecer su funcionamiento y eficiencia, en beneficio de los países en desarrollo.
Otro avance importante que contribuye con el respaldo al orden liberal internacional, tiene que ver con la renovada vinculación con sus socios tradicionales, los gobiernos democráticos, especialmente, con la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). En momentos tan complejos, con tantas amenazas al orden mundial y a las democracias, una estrecha coordinación con la Unión Europea resulta un objetivo prioritario.
En coordinación con la Unión Europea en un diálogo transatlántico renovado se debería trabajar en la formulación de las estrategias de acción frente a la geopolítica del autoritarismo, específicamente, la expansión de China, Rusia, Irán y Turquía. Resulta necesario innovar frente a la estrategia persuasiva que predominó durante la administración del presidente Barack Obama y luego, la estrategia de máxima presión del presidente Donald Trump; cada una por su parte no logró resultados tan eficientes.
El pragmatismo que ha caracterizado a la Unión Europea incorpora un aporte importante en la construcción de puentes y generación de espacios, no se trata de conformar una nueva guerra fría en la que todos pueden resultar perdiendo, se trata de poner límites a la expansión autoritaria; lograr equilibrios y oportunidades que generen beneficios para todos, como se está explorando en el marco del cambio climático.
Otro tema que suma positivamente, tanto en el respaldo al orden internacional liberal, como en la vinculación con los aliados tradicionales, tiene que ver con la reincorporación de los Estados Unidos en la agenda ecológica internacional, en particular, en las negociaciones sobre el cambio climático. A diferencia de la pasada administración republicana, el nuevo gobierno asigna especial importancia a la crisis ecológica que enfrenta la humanidad y los efectos del cambio climático; en tal sentido, ha designado al exsecretario de Estado John Kerry, como representante especial en las negociaciones y, en el día mundial del ambiente, ha organizado un encuentro de alto nivel para renovar el apoyo a los compromisos asumidos en materia de reducción de emisiones.
El tema ecológico también representa un punto de acercamiento con algunos de sus adversarios, en particular con China, que luego de varios años de evasiones, se está incorporando más activamente en las negociaciones y asumiendo compromisos concretos en materia de reducción de emisiones y apoyo a los países en desarrollo.
El giro en la orientación de la política exterior en el contexto global, también cuenta con obstáculos y limitaciones. Por una parte, enfrenta la potencial oposición del Partido Republicano en el Congreso, que tiende a rechazar el multilateralismo y varias de las agencias del sistema de Naciones Unidas. Cuestiona la burocracia y costos que representan en el presupuesto nacional; por otra parte, tampoco comparte los temores sobre los efectos del cambio climático y considera que son narrativas que limitan las posibilidades de crecimiento para sectores industriales de los Estados Unidos, en esepcial, del sector energético.
En la medida que Donald Trump va logrando un mayor control del Partido Republicano como se pudo apreciar recientemente, con la destitución de Liz Cheney y su sustitución por una aliada incondicional, las diferencias en el Congreso se incrementarán en los temas de la agenda interna, pero también pueden crecer las tensiones en diversos temas de la política exterior.
Avanzar en el fortalecimiento del orden liberal internacional exige de un esfuerzo creativo y un activo despliegue diplomático para la coordinación con otros gobiernos democráticos y formular una estrategia para enfrentar los avances de la geopolítica del autoritarismo, que avanza en un hábil y progresivo desmantelamiento de las instituciones.
En este contexto, resulta fundamental trabajar coordinadamente en una estrategia novedosa que permita poner límites a los avances del autoritarismo en los países en desarrollo; en tal sentido, en una siguiente entrega evaluaremos la naturaleza y alcance de la geopolítica del autoritarismo, en particular del papel que está jugando China y los retos que conlleva para las democracias del mundo, lo que debería ser atendido como tema prioritario en la nueva agenda de política exterior.
Categorías:Destacado, Opinión y análisis