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Cómo vencer la inflación sin atacar a los trabajadores y a los más pobres

Leonardo Vera

La administración de Nicolás Maduro lleva más de dos años desplegando un programa de acción contra la inflación cuyas secuelas han sido, aunque poco advertidas, catastróficas, y cuyos beneficios no se conocen.

Los tres pilares fundamentales de éste plan de acción han sido: (a) la imposición de un encaje de niveles excepcionales sobre las captaciones de recursos bancarios, (b) anclar la tasa de cambio en un mercado oficial en cuya microestructura sólo existe un oferente (el BCV) y (c) poner en desarrollo una expresa política de represión salarial. Todo en elegante secuencia, sin anuncios, sin bulla, ni seguimientos.

¿Beneficios de este plan de acción? Ninguno. La tasa de inflación interanual en bolívares reportada por el Observatorio Venezolano de Finanzas al mes de noviembre es de 213%. Es decir, tenemos hoy una inflación que es 24 veces más elevada que la que se espera en este cierre de año para América Latina, ¿cuál es el logro?

Venezuela –muy por el contrario de lo que piensan algunos- tampoco salió de la hiperinflación por la gracia de estas políticas, sino por un proceso de desmonetización al que se suele llegar después de infligir mucho y prolongado dolor inflacionario. La desmonetización del bolívar, es decir, su pérdida de representatividad como moneda y la entrada creciente del dólar en la economía, es lo que permitió que las intervenciones marginales del BCV en el mercado oficial de divisas pudieran mantener al tipo de cambio oficial y al paralelo relativamente estable por algunos meses. A decir verdad, un año atrás toda la liquidez monetaria (M2) en bolívares en Venezuela apenas alcanzaba a ser el equivalente a 800 millones de dólares. Así que el BCV no necesitaba mucha munición para estabilizar el mercado cambiario. Todo eso cambió después de un año. Hoy el tipo de cambio anda a la deriva, en caída libre; un síntoma de colapso en el régimen cambiario, que transitará hacia un régimen aún desconocido, pero diferente.

Por otra parte, al dejar a la economía sin mercado de crédito (por la acción del encaje confiscatorio), no solo se ha comprometido la posibilidad de sostener la incipiente recuperación de la actividad económica, sino que se deja a los hogares sin mecanismos para mitigar las fluctuaciones en el ingreso. Más de un millón de tarjeta-habientes portando inútiles plásticos lo pueden atestiguar. La clase media empobrecida ha quedado con la opción de liquidar activos, y los de más bajos recursos han quedado en manos de la usura y de avaros prestamistas informales.

La tercera pata del trípode, la contención en los ajustes salariales es verdaderamente penosa. El gobierno de Maduro ha promovido sólo dos ajustes del salario en los últimos 18 meses, con una inflación que se ha movido en ese lapso en un promedio de 11% cada mes. Con ello mantienen en la mendicidad a un ejército de jubilados y pensionados que hoy devengan 9 dólares al mes. Un profesor titular a dedicación exclusiva en una universidad pública está ganando el equivalente a 1 dólar con 45 centavos por día ¿Cuánto más ajuste salarial necesitamos?

La conseja es que los ajustes salariales oficiales representan mayores pagos del sector público y que estos se traducen en una filtración de recursos hacia el mercado cambiario. Por consiguiente, frenemos los ajustes al salario de trabajadores y pensionados y así no habrá presiones sobre el mercado cambiario. Pero lo que esta conseja no se pregunta es por qué nadie desea tener bolívares en la mano. Ese es el problema de fondo: Una caída descomunal de la demanda de dinero (bolívares). La hiperinflación no estará en los datos, pero en la cabeza de los venezolanos la memoria hiperinflacionaria está intacta, y en correspondencia actúan.

¿Cómo salir de la pesadilla inflacionaria en Venezuela sin atacar a los que menos tienen como defenderse? Con mi colega Luis Zambrano Sequín expusimos hace casi dos años unos lineamientos fundamentales en esa dirección. Buena parte de lo ahí contenido es aún útil y se reproduce en un plan de acción al que he denominado “macroeconomía socialmente responsable”. Veamos los aspectos críticos.

  • Venezuela debe salir cuanto más pronto mejor del aislamiento económico y financiero internacional. La paciencia de los venezolanos se agota y no hay más tiempo para juegos y contramarchas políticas. Los espacios de negociación hoy abiertos deben dar soluciones que vayan más allá de unos paliativos insuficientes sobre la crisis humanitaria. Retornar a la comunidad financiera internacionales es vital. La crisis fiscal de Venezuela no se puede seguir paleando con más ajuste de gasto y presión fiscal y para-fiscal sobre el ciudadano y las unidades empresariales. Necesitamos ayuda y asistencia financiera internacional multilateral y bilateral con la idea de sustituir con esos recursos el financiamiento monetario de la brecha fiscal mientras la economía recobra sus fortalezas y se hace una reforma de las finanzas públicas de mayor calado.
  • Un fondo de fidecomiso internacional para canalizar la ayuda y los prestamos concesionales de origen internacional es un vehículo útil para reconstruir los sistemas de protección social y la red de servicios públicos. La ejecución de esos recursos debe hacerse en forma programada y la contraparte en divisas pasa a formar parte de las reservas internacionales.
  • El régimen cambiario ya está transitando hacia uno de mayor flexibilidad con una corrección importante de la sobrevaluación acumulada por la fijación insostenible. La meta debe ser llegar a un tipo de cambio real competitivo (que no genere expectativas de ajuste) y consolidar un régimen de flotación que no necesariamente significa inestabilidad. Un mercado de monedas libre, ágil, de fácil acceso, sin fricciones, transparente y con plena información, debería muy rápidamente proveer la estabilidad sobre la meta de un tipo de cambio real competitivo. La estabilidad cambiaria también requiere de un fondo significativo de reservas en divisas. La asistencia del FMI y los DEG acumulados por Venezuela son claves al respecto. El salto inflacionario que el ajuste inicial del tipo de cambio provoca es inevitable, pero la convergencia a tasas bajas puede lograrse si un ancla en las expectativas y en la dimensión monetario-fiscal puede lograrse conjuntamente la desincronización en los ajustes de precio es detenida.
  • Necesitamos por tanto también quebrar las expectativas inflacionarias y podemos hacerlo con ciertas reformas institucionales tempranas en el ámbito monetario y para eso precisamos un proceso de reforma monetaria que comienza por una modificación rápida y temprana de los estatutos del Banco Central de Venezuela (BCV), de su directorio, del manejo de la información que tiene carácter público, así como del proceder de la política monetaria y la fórmula con que se transmite al público. Recobrar la credibilidad y reputación de la autoridad monetaria es esencial.
  • La política monetaria puede en efecto ser “expansiva”, pero en función del crecimiento de la demanda de dinero del público. Ese intento de acoplar en lo posible, el comportamiento de la oferta monetaria con el comportamiento de la demanda de dinero se hace mucho más fácil en un ambiente de inflación alta, donde la demanda de dinero está prácticamente condicionada al curso que toma una sola variable: la tasa de inflación. En la medida que el curso de la tasa de inflación sea a la baja y predecible para el público, la demanda de dinero debe incrementarse y hacerse igualmente predecible para las autoridades.
  • Finalmente, si se logra estabilizar el tipo de cambio, podemos regularizar un sistema bi-monetario que existe de facto y aprovechar la dolarización para promover el marcaje total de precios y salarios en dólares, una acción que, junto con el quiebre de expectativas, ayudará a parar los ajustes desincronizados de precios en seco. La desdolarización de la economía es un asunto que podrá proyectarse hacia futuro y queda atada al comportamiento de la demanda de dinero nacional.

Este es un programa que va al fondo del complejo problema inflacionario de Venezuela, que apuesta al reseteo de las expectativas, a una política fiscal activa (en la medida que el país consiga recursos externos), a la construcción de un mercado cambiario funcional y al rescate de la credibilidad de la autoridad monetaria y remonetización de la economía. 

No más sobrevaluación ni anclajes artificiales del tipo de cambio. No más política monetaria de estrangulamiento del crédito. No más represión salarial. Nos debemos la oportunidad de mostrarnos a nosotros mismos que si es posible detener el flagelo inflacionario y para eso no es necesario matar a nadie.

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