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Por: Juan Manuel Trak / Jueves, 27 de marzo de 2014
Venezuela vive una crisis sistémica, esto implica que el problema subyacente a la conflictividad social y política que vivimos al día de hoy va mucho más allá de políticas públicas para la resolución de problemas concretos, sino que deriva de la manera como están funcionando los diferentes elementos que conforman el sistema político.
David Easton señalaba en su momento que un sistema político “es un conjunto de interacciones por las que se asigna autoritativamente valores en una sociedad” (1992:224), es decir que aquello que distingue a este sistema de los demás (económico, cultural, educativo,…) es su capacidad de distribuir poder y recursos desde una posición de autoridad. Esta distribución la hace en función de los demandas y apoyos (inputs) provenientes de los otros sistemas y se materializan en políticas públicas (outputs) de diversa naturaleza y que son evaluadas, reacomodando sus apoyos y demandas al sistema.
En el caso venezolano existe una ruptura entre un sector importante de la sociedad venezolana y las autoridades que detentan el poder político. El sistema diseñado por el chavismo posterior a 2007 es incapaz de cumplir con sus funciones mínimas, siendo los indicadores más patentes la crisis económica que vivimos y la inseguridad que experimentamos en la actualidad. A esta incapacidad se le suma la pérdida de una parte importante de apoyo a este sistema, entre las elecciones de Chávez en octubre de 2012 y la de Maduro en 2013, el chavismo perdió un 5% de apoyo popular. Más allá de lo electoral, existe un descontento generalizado por la falta de respuestas efectivas por parte del gobierno para resolver los problemas de la cotidianidad, siendo las protestas de febrero una de sus expresiones, pero también tomando en consideración que durante 2013 hubo más de cinco mil protestas en todo el país.
Esta incapacidad no es un mero problema de incompetencia o falta de experticia técnica, sino de diseño institucional. Por un lado, el gobierno ha tomado las instituciones para sí, eliminando cualquier mecanismo de control horizontal entre los diferentes poderes e incluso colocándolos como guardianes de las élites gubernamentales. La Defensoría del Pueblo, la Fiscalía, los Tribunales, el Consejo Nacional Electoral, la Asamblea Nacional han sido cooptadas por el PSUV, no hay decisión que no favorezca al partido en el poder, no hay reclamo de la oposición o la sociedad civil que sea escuchado por ningún poder público nacional, dejando a la calle como la única posibilidad de los ciudadanos de alzar su voz. Por otro lado, el gobierno se ha empeñado en negar la representación de quienes piensan diferente, la destitución de diputados en la AN, la creación de organismos paralelos en los lugares donde miembros de la MUD ganaron alcaldías y gobernaciones, el encarcelamiento de líderes político y alcaldes son una muestra de que el sistema se cierra cada vez ante las demandas de una buena parte del país. En poco más de un mes de manifestaciones la respuesta de las autoridades ha sido la represión sistemática de quienes protestas con las fuerzas del Estado y grupos paramilitares, dejando el lamentable saldo de más de 30 muertos, más de 1500 personas procesadas y torturas verificadas de al menos 40 estudiantes universitarios.
La ruptura entre el sistema político y los demás sistemas está provocando mutaciones importantes en las características del primero, las nuevas interacciones que se han establecido entre quienes detentan el poder y el resto de la sociedad son ahora mucho más arbitrarias y represivas que en el pasado. Así, el régimen democrático consagrado en la constitución nacional no es otra cosa que letra muerta, los elementos propios de una república democrática: separación de poderes, igualdad ante la ley, derechos civiles y políticos; han sido suspendidos de facto sustituyendo la democracia por un régimen autoritario. Lo que reduce la posibilidad de que las demandas de los sectores sociales en lucha sean atendidas por medios institucionales y dejando como alternativas la sumisión o la protesta.
Así las cosas, Venezuela se encuentra en la etapa final de la transición de lo que muchos habían caracterizado como un régimen híbrido y ha migrado hacia un autoritarismo con pretensiones hegemónicas. Las perspectivas a corto plazo es la agudización del conflicto político y el incremento de la anomia social; solo la articulación de la sociedad venezolana en una protesta masiva de corte policlasista y multisectorial podría obligar al gobierno a reconsiderar el rumbo que ha tomado, pero para ello la oposición debe superar sus propias contradicciones internas y mostrar un mejor liderazgo colectivo en una situación excepcional como la actual. Por lo pronto, como en todo cambio sistémico, la incertidumbre es lo único cierto.
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA
EASTON, David. Categorías para el análisis sistémico de la política. En Albert BATLLE. Diez textos básicos de ciencia política. Barcelona: Editorial Ariel S.A., pp. 221-230, 1992.
Categorías:Opinión y análisis