Benigno Alarcón / 09 de abril de 2015
A todo evento, si la oposición logra superar la carrera de obstáculos que implicará llegar a las elecciones legislativas, las posibilidades de ganar la elección son muy altas gracias al cambio que se viene dando en el cuadro político del país. Las parlamentarias se dan en una coyuntura socio-política de cambios importantes de tendencia en lo político que si bien hasta ahora no perecieran estar siendo capitalizadas por la oposición, ya están teniendo un importante efecto sobre la abstención y disidencia oficialista. En otras palabras, el descontento chavista pareciera ser el factor clave que definirá los resultados de esta elección.
Para contestar a la pregunta sobre la posibilidad de ganar las próximas elecciones legislativas comencemos por revisar el escenario y las tendencias presentes en los ámbitos económico, internacional y político que tienen un peso específico en lo que será el resultado de esta elección.
En lo económico
La situación económica se sigue deteriorando a pasos agigantados sin dar señales, aunque sean lejanas, de una posible recuperación en el mediano plazo. Las medidas hasta ahora tomadas, lejos de revertir o estabilizar la situación financiera tienden a agravarla. En la medida que el tiempo avanza se complica la posibilidad para el gobierno de poder generar a tiempo una burbuja temporal de bienestar que permita al menos paliar la situación de cara a las próximas elecciones, mediante el uso de divisas provenientes de la venta de oro o algún nuevo endeudamiento.
Esta situación de atraso en la búsqueda de un paliativo elimina cualquier atractivo a un adelanto de elecciones, lo que en el pasado reciente era punto de debate, por lo pareciera que ante la actual situación lo racional es tratar de organizarlas para lo más tarde posible dando tiempo a conseguir recursos y a que estos entren el sistema a tiempo para generar al menos esa burbuja temporal de alivio a los efectos de la crisis financiera.
A todo evento, pareciera haber un problema de credibilidad en torno a la capacidad del gobierno para lidiar con la crisis. En las diferentes mediciones la gente culpa al gobierno de la situación actual y no cree que nada de lo anunciado contribuya a solucionar el problema, por lo que no existen expectativas positivas en el corto y mediano plazo y pareciera que se empieza a coincidir en que la solución de los problemas del país pasa por un cambio de gobierno, lo cual favorece a la oposición de cara al venidero proceso electoral.
En lo internacional
El gobierno norteamericano aumentara la presión sobre Venezuela para lograr un cambio, motivado por la oportunidad electoral y las debilidades presentes del gobierno venezolano. El conflicto se vuelve tema de la campaña norteamericana e incluso en otros países como España y Argentina. De la misma forma, el tema tampoco resulta ajeno en el tablero de la nueva geopolítica, en el que países como Rusia, China, así como los mismos Estados Unidos tienen intereses propios en el futuro de Venezuela y en la influencia que su desenlace podría tener en el resto de América Latina y el Caribe, tal como lo demuestra el discurso de Barack Obama del día de hoy ante los miembros del CARICOM en Jamaica, un día antes del inicio de la VII Cumbre de las Américas en Panamá.
Es justamente en este contexto de balances internos de poder cambiantes, que el gobierno norteamericano encuentra una oportunidad que pareciera tomarse muy en serio para iniciar la recuperación de su influencia en América Latina y el Caribe, y acusa de ilegítimos los intentos de usar el petróleo como arma geopolítica tanto en la región como en Europa del Este, relacionando el caso Venezuela con el de Rusia y Ucrania, y ofreciendo ayuda directa a América Latina y al Caribe en un intento por cercenar la dependencia energética y financiera de Venezuela en un momento en donde el país ha tenido que reducir de manera significativa sus aportes hacia otras naciones. Es en medio de este escenario, por demás desfavorable al país, que Maduro ha escogido La VII Cumbre de de las Américas como uno de los campos de batalla, aunque existe un evidente esfuerzo por no tratar de evitar que la confrontación Venezuela-EEUU empañe el encuentro. En este contexto resulta obligatorio prestar especial atención a la posición que adoptará Cuba, considerando lo incómodo de esta situación en un encuentro en el que el mandatario cubano está obligado a ir y sus implicaciones para un proceso de normalización de relaciones que interesa más a ellos que a los Estados Unidos. No es descartable que sea justamente Cuba quien podría convertirse en el mediador ideal para el gobierno venezolano, o al menos para el sector Madurista, ante el gobierno de Obama.
Pese a que se critica, incluso entre algunos actores de oposición, que la decisión del gobierno norteamericano de imponer sanciones a ciertos actores gubernamentales le ha dado armas políticas al gobierno nacional para hacer de ello el centro de su campaña política, la realidad es que la misma pareciera tener poca efectividad persuasiva, a un punto tal que toda la movilización y recolección de firmas ha tenido más que ver con la coerción que con una respuesta favorable a la mitología que trata de construirse desde el gobierno.
En sentido contrario, la política norteamericana hacia Venezuela tiende a agravar progresivamente la situación de alianzas internacionales de Venezuela, incluso con aliados tan importantes como Cuba e Irán. Las denuncias sobre corrupción, narcotráfico, terrorismo y DDHH hacen del gobierno de Maduro un socio incómodo y cada vez más difícil de defender por otros gobiernos de la región, al tiempo que las sanciones personalizadas, punto principal de preocupación para el gobierno nacional, tienen el efecto de imponer costos más elevados para ejercicio de la represión a quienes aún no forman parte de la lista de sancionados, a lo cual el gobierno trata de responder premiando la lealtad de los sancionados, tal como se hizo con el recién nombrado Ministro de Interior y Justicia y recientemente con la Fiscal Harrington.
En cuanto a las consecuencias electorales de la dinámica internacional, tenemos que mientras la crisis política venezolana se internacionaliza por acción del gobierno norteamericano, el lobbying de la sociedad civil, ahora re-potenciado por las esposas de los presos políticos y la acción de un grupo de ex-presidentes, se aumenta la visibilidad global de la situación venezolana y el costo interno de la cooperación o el silencio de los gobiernos foráneos. Hacia lo interno, el oficialismo responde tratando de explicar los problemas internos desde la óptica fabricada de un supuesto escenario de lucha contra una conspiración internacional tramada desde el imperio mismo (enemigo externo) con la ayuda de sus aliados nacionales (enemigo interno), a fin de reunificar a la base dura del chavismo y recuperar a algunos electores no alineados en torno al sentimiento nacionalista por la defensa de la Patria, con lo cual se busca dar a la elección legislativa contenidos plebiscitarios: Se está con o contra la Patria (que es distinto a estar con o contra el gobierno). En el ámbito de esta campaña, los medios oficialistas ponen su parte en la construcción de un paralelismo entre el bloqueo cubano y la crisis económica venezolana.
En este guión, un tanto anticuado para el siglo XXI, el próximo capítulo será la Batalla de Bahia Cochinos, perdón de Ciudad de Panamá, entre David y Goliat.
En lo político
En relación a la situación de gobernabilidad interna, las dos principales variables que la definen, liderazgo y gestión, se encuentran en un estado de real precariedad que parece marcar una tendencia irreversible que condena al actual gobierno.
En relación al liderazgo, continua manteniéndose un importante vacío político del lado del gobierno, en el que ningún actor pareciera ser capaz de calzar los zapatos de Chávez para avanzar como alternativa a un Maduro que ha venido perdiendo legitimidad de manera progresiva, en la medida que los problemas y las demandas se acumulan. Ante la orfandad del oficialismo, una parte del gobierno y de la oposición parecieran estar coincidiendo, de manera expresa o tácita, en la construcción de un tercer polo que podría operar como mecanismo para dividir al gobierno y/o a la oposición apuntando hacia un número creciente de electores defraudados con ambos polos, o para avanzar hacia un gobierno de transición, dependiendo de la evolución de la situación.
En lo inmediato, con relación a las elecciones legislativas, la posición del CNE de imponer los capta-huellas, mediante el argumento de que el sistema es indivisible, busca evitar posteriores demandas sobre la eliminación del mecanismo, así como garantizarse el acceso a la lista de votantes que la vez pasada no pudo obtener gracias a la valiente decisión de la Dra. Teresa Albanes de quemar los cuadernos de votación. El CNE incluso se niega a eliminar la memoria de las huellas de quien votan en las primarias porque ello equivaldría a permitir, una vez más, la quema de los cuadernos de votación. De realizarse las elecciones con el CNE, capta-huellas incluido, se reduciría de manera significativa, sin lugar a dudas, la participación en las primarias de la MUD, al tiempo que minarían las expectativas sobre las capacidades reales de una oposición que no puede organizar unas primarias por sus propios medios y se deja imponer una decisión a todas luces arbitraria del CNE. A esto se suma el potencial efecto que sobre el ánimo del elector opositor puede tener el contraste entre las primarias nacionales que celebrará el PSUV con un gran esfuerzo coercitivo de movilización, en donde se tratará de hacer una demostración masiva de fuerza, y las de una oposición que se reduce a la participación voluntaria de los más osados en 35 circuitos bajo la amenaza de poner al descubierto la identidad de los votantes. Ante esta situación, las alternativas para la oposición serían organizar una primaria sin el CNE, lo cual no pareciera técnicamente factible en el tiempo disponible para ello considerando que el proceso de inscripción de candidatos podría cerrar para el mes de Julio, o la suspensión de las primarias, a riesgo de generar un gran conflicto entre sus filas con la consecuente ruptura de la unidad de candidaturas de oposición.
A todo evento, si la oposición logra superar la carrera de obstáculos que implicará llegar a las elecciones legislativas, las posibilidades de ganar la elección son muy altas gracias al cambio que se viene dando en el cuadro político el país. Las parlamentarias se dan en una coyuntura socio-política de cambios importantes de tendencia en lo político que si bien hasta ahora no perecieran estar siendo capitalizadas por la oposición, ya están teniendo un importante efecto sobre la abstención y disidencia oficialista. En otras palabras, el descontento chavista pareciera ser el factor clave que definirá los resultados de esta elección.
Evidentemente, el gobierno sabe que al día de hoy la elección legislativa está perdida, por lo que cabe preguntarse cuál será su respuesta a ello. ¿Se permitirá avanzar hacia la elección confiando en su capacidad de movilización puesta a prueba durante sus propias primarias? Y si la movilización en sus primarias no da los números de participación esperados, ¿se continuará adelante dispuesto a tolerar la pérdida de la Asamblea confiando en que el dominio del resto de los Poderes Públicos, y sobre todo del Tribunal Supremo de Justicia, sería suficiente para hacer control de daños? ¿Se buscaría generar una situación que permitiera justificar la interrupción o postergación del calendario electoral, como Chávez hizo en el 2003 ante un referéndum revocatorio que estaba perdido? ¿Se estaría dispuesto a profundizar el ventajismo e incluso a considerar los riesgos de un fraude electoral que pondría a prueba la tolerancia del estamento militar como árbitro final del cumplimiento de la Constitución? Evidentemente, las alternativas planteadas representan un gran riesgo para el gobierno de cara al proceso electoral que deben estar siendo analizadas y sopesadas hora a hora y día a día.
Categorías:Opinión y análisis
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