El estado de la Nación
Daniel Fermín Álvarez – 13 de enero de 2017
2016 se ha ido, dejando un sabor amargo a los venezolanos. Fue un año tremendamente difícil. 2017 inicia sin mayores promesas de mejora. El país está hoy sumido en la miseria, con una comunidad política inoperante y un régimen para el cual gobernar se encuentra de último en las prioridades, en medio de un desesperado intento por conservar el poder y, con éste, los privilegios y el control de la sociedad.
La economía sigue asfixiando a la ciudadanía, con la guinda de que, desde diciembre, no hay dinero en efectivo, con el presidente prometiendo, rompiendo promesas y volviendo a prometer la aparición de un dinero que “no ha llegado”. Y es que hasta la plata la importamos y de nada vale la Casa de la Moneda. La soberanía solo queda para la tinta y el discurso.
En paralelo, avanza una evidente y acelerada autocratización del régimen de Nicolás Maduro. Abolieron las elecciones, suspendiendo los derechos políticos de los venezolanos. Han desconocido a la Asamblea Nacional, electa por 14 millones de venezolanos, y puesto al cooptado Tribunal Supremo de Justicia a usurpar funciones legislativas. Así, el presidente presentó el presupuesto nacional ante el TSJ y las informaciones indican que hará lo mismo con la Memoria y Cuenta, violando abiertamente la Constitución. Un Estado de Excepción le permite mandar por decreto, a la vez que arrecia la represión y la persecución. Se trata de una dictadura, cuyo sostén es, lamentablemente, una Fuerza Armada Nacional que se dice Bolivariana y que viola sistemáticamente el Artículo 328 de la Constitución Nacional.
En definitiva, Venezuela se encamina hacia un Estado Fallido, mientras los venezolanos buscan desesperadamente una salida, cualquier salida. Muchos la han encontrado en Maiquetía, otros adaptándose al mercado negro y a las técnicas de supervivencia. Otros no han podido seguir buscándola, interrumpida su faena por el barril humeante de una pistola, una de las tantas que mantiene a la ciudadanía en estado de sitio ante la mirada inerte de un Estado cuyos representantes, llenos de escoltas y vehículos blindados, se han insensibilizado a niveles grotescos…
Con dos trabajos de primera abrimos hoy la edición en la Mesa de Análisis. En primer lugar, Ángel Álvarez escribe “La economía política de la protesta social”, en la que analiza por qué los venezolanos, a pesar de estar abrumadoramente opuestos al régimen de Nicolás Maduro, aparentemente no salen a protestar. Por su parte, Miguel Martínez Meucci nos trae “2016, o la relación entre sinceridad, compromiso y capital político”, su balance del año que acaba de cerrar con respecto a los avances y retrocesos de la senda de la democratización, y su óptica sobre el papel del compromiso y el acompañamiento de las necesidades ciudadanas en la dinámica del liderazgo.
En Cable a Tierra, Guillermo Ramos Flamerich escribe “Gilber Caro”, y alza su voz de denuncia ante la detención del diputado a la Asamblea Nacional por parte del SEBIN. Ramos Flamerich culmina con un llamado a la organización ciudadana y democrática para el rescate de la democracia.
En Debate Ciudadano, Carlos Romero presenta “La obligación de rescatar el orden constitucional” y plantea que la ciudadanía debe acompañar los esfuerzos de la Asamblea Nacional en la tarea de recuperar la institucionalidad democrática.
En Bitácora del Poder, Fernando Arreaza escribe “¿Qué es la Unidad?”, una invitación a pensar distinto y cambiar de estrategia, sobre la base de la diversidad de acciones y el carácter impredecible del accionar político.
Finalmente, en el Espacio Plural, Danny Toro nos trae “¿Un desenlace final o una nueva frustración?”, un artículo en el que el autor plantea la necesidad de que la dirigencia política le hable claro al país sobre los pasos a seguir y los retos que conlleva las luchas que vienen.
Es un panorama sombrío el que atraviesa Venezuela. Negarlo no hace ningún bien a nadie. ¿Y la oposición? Sus errores, producto de sus contradicciones internas, de la mentalidad de la rosca pequeña y de la falta de objetivos claros, concretos y consensuados desde abajo, le cuestan caro, no sólo a los políticos, sino sobre todo al país. Hoy en “reestructuración”, la MUD tiene el reto de ampliarse, de escuchar a la gente y de hablar claro, en lugar de pretender que todo está bien y que las críticas son mezquinas. El precio final de los errores puede llevar la crisis de representación, evidente, por ejemplo, en la fría recepción popular a la declaratoria de abandono del cargo del presidente, a otros niveles, y la oposición oficial puede terminar viendo los toros desde la barrera.
Miseria, violencia, dictadura. Así arranca 2017. ¿Alentador? Para nada. ¿Queda algo por hacer? Siempre. Por Venezuela valen la pena todos los sacrificios y todas las diligencias. Es la hora de la gente. Sólo un pueblo organizado, con el norte claro de recuperar la democracia, la libertad y el bienestar puede derrotar las pretensiones de una dictadura impopular y catastrófica, cuyo desastre al frente de la cosa pública repercute de manera terrible cada día en la calidad de vida de los venezolanos.
El estado de la Nación es parco. Abrirse camino a la luz no será fácil, pero es posible si el más de 80% de venezolanos que hoy tiene razones para oponerse al régimen es convocado activamente a participar, como protagonista y no como actor de reparto, en un proyecto de futuro compartido en el que quepa también el otro 20%, en el que se discutan los problemas de la gente y las soluciones a esos problemas, no los problemas entre los políticos, y en el que se hable de los grandes temas del siglo XXI, sacándonos de esta cabalgata absurda que nos ha llevado, “a paso de vencedores”, rumbo al siglo XIX.
Desde este espacio apostamos a Venezuela y a los venezolanos. Que en 2017 encontremos el camino a la democracia, la armonía y el bienestar de todos, en paz. Solo en libertad y en democracia es posible el desarrollo y la salida de la crisis. Así, enfrentar la dictadura se vuelve un imperativo moral que apela no solamente a la ética democrática, sino también al reflote de un pueblo sumido en las condiciones más deplorables por culpa de una casta aferrada por motivos inconfesables a las mieles del poder. No será fácil, pero Venezuela bien vale la pena. Nosotros seguiremos aquí, aportando, como corresponde a la Academia comprometida, con nuestras propuestas, y también con nuestras críticas, a la construcción de la Venezuela democrática y próspera que, sabemos, podemos alcanzar más temprano que tarde.
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