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Exposición de Werner Corrales Leal en la Asamblea Nacional con motivo de la inauguración de la Consulta Nacional del País que queremos todos

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Palacio Federal; Caracas, 1 de Febrero de 2017

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Introito protocolar

Señor presidente y demás miembros de la directiva de la Asamblea Nacional;

Señores rectores y demás autoridades universitarias;

Señores directivos de las Academias Nacionales;

Señores diputados a la Asamblea Nacional;

Señores representantes de cámaras, gremios y asociaciones empresariales y profesionales;

Señores representantes de organizaciones                de la economía popular y de la economía solidaria;

Jóvenes venezolanos en quienes vive el germen de la Nueva República;

Señoras, señores.

Al dirigirme a Uds. en ocasión de dar comienzo a la Consulta Nacional del País que queremos todos, he querido dar una formalidad que no suelo comunicar a mis palabras en eventos públicos.

Y quiero hacerlo así debido a dos razones que atañen a un valor que considero fundamental, la República. En primer lugar porque se nos ha encargado facilitar discusiones que llevan a la construcción de una Visión Compartida de País, y esta es una tarea de enorme valor y trascendencia para la reconstrucción de la nación que tenemos pendiente, como veremos en mi mensaje. Y por la otra, porque el espacio en el que estamos reunidos integra un gran simbolismo republicano, es el espacio de reflexión de los representantes de la ciudadanía.

Por eso mis palabras están escritas y voy a darles lectura, acogiéndome al canon de solemnidad al que esas dos razones me obligan.


Es hora de cambiar…

Desde hace mucho tiempo, demasiados años ya, los jóvenes venezolanos se preguntan…

… ¿Será que veré el momento en que cambie esta situación y pueda  realizar mis proyectos?…

 Y conocemos la respuesta que  se han dado muchos muchachos; lamentablemente la  desesperanza los ha llevado a emigrar.

Por casi cuarenta años consecutivos Venezuela se ha venido deteriorando en todos los ámbitos, llegando en los últimos quince años a una profunda crisis de desarrollo y pérdida de libertades y a un caos de violencia y precariedad económica que raya en el desastre humanitario en los últimos tres. Este largo viaje a las profundidades del subdesarrollo no solo ha minimizado las oportunidades para nuestros jóvenes; ha elevado la pobreza a niveles nunca antes imaginados, ha generado una dramática pérdida de confianza de la gente en las instituciones y los liderazgos, ha erosionado la cohesión y ha extremado la confrontación social y la polarización política entre los venezolanos. … Es hora de cambiar, hace tiempo es hora de hacerlo.

Nos hace falta restablecer la confianza de nuestra sociedad en la construcción del futuro y robustecer nuestra cohesión. Ello es condición ineludible para que pongamos nuestros sueños y nuestros esfuerzos en una misma senda que nos permita lograr libertad creciente como individuos y convivir y progresar en paz como nación.

La razón por la que estamos aquí hoy, y veo con satisfacción que son jóvenes muchos de los presentes, tiene mucho que ver con superar las razones del desaliento. Respondiendo a la convocatoria que nos ha hecho la Asamblea Nacional para participar en  la “Consulta Nacional del País que queremos todos”, y aceptando con un profundo compromiso el honor que se me ha concedido al invitarme a coordinar la Consulta,  yo incito a quienes quieran participar, y en particular a los jóvenes, a que empecemos hoy mismo, intentando responder a una pregunta distinta a aquella pregunta de la desesperanza que muchos muchachos han contestado tomando la nada fácil decisión de irse, dejando atrás sus afectos.

¿Qué podemos hacer para asegurar a Venezuela un futuro de desarrollo?

La pregunta que invito a todos a hacernos cambia la acción de VER ¿Veré el momento?,  por la acción de HACER, y cambia también la dimensión personal de “mis proyectos” por una plural que involucra a Venezuela. El cambio no es retórico ni pretende lanzar una frase altisonante en que aparece “La patria”… No, es que sólo haciendo, poniendo nuestras ideas y nuestros esfuerzos, cambiaremos el rumbo que llevamos; y solo si resolvemos trabas que tenemos en nuestra sociedad removeremos los obstáculos que hoy existen para tomar el nuevo rumbo, y entonces sí… Entonces veremos posible el éxito de nuestros proyectos personales.

La pregunta que propongo a todos, y a nuestros jóvenes en particular es… ¿Qué podemos hacer para asegurar a Venezuela un futuro de desarrollo?…

Intentando contestar a la pregunta, comienzo por afirmar  que salir de la larga crisis y tomar con seguridad una senda de desarrollo implica que construyamos una Visión Compartida de País  y que sumemos nuestras voluntades para hacerla realidad.

La nueva Visión de País de la que hablamos no es un programa de gobierno, ni es un “paquete de políticas públicas” ni mucho menos un discurso de campaña electoral; lo que requerimos es una Visión Compartida por muchos venezolanos de distintas perspectivas, que tome cuerpo en Proyectos Nacionales que definan objetivos relevantes y contengan estrategias para lograrlos, que motiven y comprometan a muchos ciudadanos en el esfuerzo por hacerlos realidad. Los eventuales programas de gobierno deberían, si, enmarcarse en esos Proyectos Nacionales, pero no confundamos las propuestas que un grupo político particular hace para un quinquenio, con aquello que nuestra sociedad toda tiene que contribuir a señalar, algo mucho más trascendente cuya construcción implica mucho más que un período presidencial.

Nuestra última Visión Compartida  y los veinte años más brillantes de nuestra historia

La última vez que compartimos una Visión de País fue en la construcción de la democracia moderna de Venezuela, en los años 60s y 70s del siglo XX, las dos décadas más brillantes de nuestra historia, cuando los jóvenes de entonces vibrábamos participando en la construcción de un futuro que veíamos en nuestras manos y que  asumíamos como reto propio, viviendo cada día más y mejores logros que en el día anterior.

… Entre 1958 y 1978, día tras día, año tras año, todo joven que se asomaba a la edad en que sueña independizarse y comienza a hacer planes con su pareja, veía un futuro brillante. Ninguno abrigaba preocupaciones por el mañana, ya que en su vida todo día de hoy había sido mejor que el día de ayer, y todo ayer mejor que anteayer. Era innecesario preguntarse si mañana sería mejor que hoy.

La experiencia de vivir como joven un país que se está desarrollando es brillante, enamora, llama a sumarse a los proyectos de todos. Eso nos tocó vivir  a todos los jóvenes de mi generación, nos sentíamos coautores de la industrialización, de la universalización de la educación y de la construcción de la democracia, tres de los grandes Proyectos Nacionales de aquella Visión Compartida de País que los muchachos de las generaciones de 1928 y 1936 concibieron y pudieron poner en marcha cuando les tocó asumir el liderazgo, al salir Venezuela de la penúltima dictadura que vivimos, la de Marcos Pérez Jiménez.

Sólo a título de ilustración consideremos algunos de los logros de todo tipo habidos en el desarrollo de Venezuela entre 1958 y 1978, mientras hacíamos realidad aquella Visión Compartida de País:

  • La tasa anual de mortalidad por cada 10.000 habitantes bajó de 78 a 55 y la esperanza de vida al nacer pasó de 57 a 67 años;
  • La proporción de la población activa que había completado educación primaria pasó de 11% a 68% y la de educación secundaria de 4% a 24%; el número de institutos de educación superior en funcionamiento pasó de 5 a 59 y su matrícula se sextuplicó;
  • El número de orquestas sinfónicas pasó de 5 a más de 60; los escritores venezolanos entraron por la puerta grande en el boom latinoamericano y en los premios de la literatura de habla hispana, mientras nuestros pintores se hacían protagonistas mundiales desde Europa;
  • El acervo de capital per cápita existente en la economía se elevó en más de un 60%; la producción manufacturera venezolana pasó a cubrir más del 65% de la demanda nacional, viniendo de un reducido 12%;
  • El porcentaje de la población activa que se encontraba en desempleo abierto o en la informalidad se redujo de un 66% a un 36%; la pobreza se redujo de más de 50% a menos de 25% y el salario real de los trabajadores casi se duplicó.

Y algunas cosas que los jóvenes de hoy, y aún algunos adultos en sus años cuarenta no conocen: Los militares venezolanos eran institucionalistas y leales a la Constitución y la administración pública era en general eficiente; los servicios públicos eran de calidad y no pocas agencias del Estado gozaban de prestigio internacional por sus capacidades técnicas, al punto de que el Banco Mundial y organismos de las Naciones Unidas solicitaban con frecuencia misiones de asistencia técnica internacional de equipos profesionales de EDELCA, el MOP, el INOS, la CVF, el MSAS, el MARNR y la CVG. No creamos que esas instituciones y organismos, o sus herederos en la estirpe socialista, siempre fueron como son hoy.

El gran secreto del éxito de esos veinte años, fue haber mantenido vigente y legítima una Visión Compartida de País que se planteó construir capacidades en los ciudadanos. Una gestión de continuidad en la Administración Pública, que cumplió con las propuestas de esa Visión haciendo accesibles a la gente las oportunidades de acumular capital humano a través de la educación y la salud; de acceder al capital económico a través del crédito para los emprendimientos y la construcción de infraestructuras; de beneficiarse del capital social relacional a través de consolidar instituciones republicanas y una cultura de solidaridad y cooperación; y de empoderar a los ciudadanos a través del capital político que con la democracia representativa se abrió por primera vez más allá de las élites.

En esos veinte años la renta petrolera se empleó fundamentalmente en crear capacidades, y sucede que cuando los hombres y las mujeres desarrollan capacidades se hacen agentes de sus propias vidas, pueden contribuir en mayor medida al progreso de la sociedad, se convierten en ciudadanos y logran ser más libres.

Por cierto, es justo reconocer que desde 1936 en adelante, el crecimiento económico apoyado en la renta, que se había iniciado a mediados de los años 1920s, también estuvo basado en una estrategia consciente de creación de capacidades sobre todo en salud y en infraestructuras. Desde 1936 crecimos con una estrategia de creación de capacidades, aunque esa estrategia no tuviese la amplitud comentada con respecto al capital social relacional y al capital político, ni fuesen tan intensos los esfuerzos y los logros en todos los ámbitos sociales y políticos del desarrollo como los fueron entre 1958 y 1978.

¿Qué nos pasó de 1979 hasta hoy?… ¿Por qué todo empeoró hasta llegar a esta profunda crisis?

El inmenso volumen de renta petrolera que ingresó entre 1973 y 1978 como consecuencia de situaciones internacionales en las que no tuvimos ninguna influencia, fue empleado entonces pretendiendo dar un enorme salto en nuestro desarrollo económico para el cual nuestras instituciones no estaban preparadas y aún no teníamos suficientes capacidades. Hubo quienes nos advirtieron de los riesgos que corríamos, Juan Pablo Pérez Alfonzo el más reconocido, pero también otros especialistas en desarrollo, jóvenes para la época advertimos de la “saturación de capitales”  y la inflación en que podíamos caer, y caímos.

Desde 1975 el Estado asumió roles protagónicos en la producción de los sectores petrolero, minero, metalúrgico, hotelero, comercializador y en muchas otras actividades económicas, descuidando la sana gestión fiscal y financiera que había mantenido desde los inicios de la era petrolera, cerrando además espacios que podría haber llenado más eficientemente la inversión privada, nacional o internacional.  La danza de millones de la época fue una burbuja causada por el  uso de la renta extraordinaria del petróleo en agigantar la inversión y el gasto corriente del Estado con la pretensión de dar un gran salto. Y si la disponibilidad de recursos no alcanzaba para sus proyectos faraónicos, el Estado se endeudaba pensando que el boom de los precios petroleros permanecería en el tiempo y habría como pagar las deudas. … Y no fue así.

La locura de aquellos años disparó la inflación, que siempre afecta más a quienes tienen menor capacidad para negociar sus ingresos, es decir a los pobres, y a partir de ese momento nunca nos abandonó ese mecanismo creador de pobreza. Y  los actores políticos que manejaron el Estado desde entonces, preocupados por la pobreza pero no enfocándose tanto en eliminar sus causas, entraron en la triple trampa del Rentismo que se exacerbó bajo el régimen del Siglo XXI. En lo económico el gigantismo del Estado y la incapacidad de diversificar la fuente de crecimiento siempre  expuesta a shocks internacionales de precios; en lo político, la más perversa de todas las trampas, el populismo clientelar que no usa la renta para crear capacidades sino para medio resolver situaciones perentorias y comprar lealtades; y por último la trampa cultural en la que cae corrompiéndose casi toda la sociedad venezolana, que busca oportunidades para capturar renta y opta por sumarse a cadenas clientelares y de negocios oscuros que se las proveen.

Así entramos en un proceso de deterioro y decadencia en que -al llegar al final del Siglo XX- casi todos los logros materiales anteriores se habían perdido, incluyendo el salario real de los trabajadores que se había reducido a menos del 40% de lo que había sido en 1978 y la población en situación de pobreza que superaba largamente el 60%. Muchos servicios públicos, entre ellos la atención hospitalaria eran precarios, ya se comenzaba a vivir una alta inseguridad ciudadana, había corrupción en el sistema de administración de justicia y en otros ámbitos públicos, y los partidos democráticos y sus liderazgos habían perdido la confianza de la gente.  No podía decirse en aquel momento que compartiésemos una Visión de País, ni había ningún Proyecto Nacional que nos uniese. “La Gran Venezuela” había sido un espejismo.

Y es que una Visión de País siempre es identificada por los ciudadanos con el liderazgo que la promueve y que conduce a la sociedad hacia la construcción de sus Proyectos Nacionales; además, una Visión de País es considerada valiosa y es compartida por la mayoría de la sociedad, contribuye a su cohesión y al compromiso común, en la medida en que la gente disfruta de los logros de su vigencia. En cambio, si por largo tiempo los frutos que percibe la sociedad son magros o implican retrocesos; si a la vez los liderazgos se olvidan de mantener vigente y renovada una Visión que implique desarrollo  y oportunidades para todos, y mucho peor, si la gente pierde la confianza en sus líderes, sucede lo que nos pasó a los venezolanos después del primer gran boom de los precios petroleros que sucedió entre 1973 y 1978.

Lo que nos ha pasado en el presente siglo es mucho más conocido por todos. Desde el Estado un grupo político ha pretendido imponernos un proyecto que lejos de promover la paz, el consenso y la concertación siembra el odio y promueve la confrontación social como medios para mantenerse en el poder. Los indicadores de desarrollo han seguido descendiendo en medio de campañas mediáticas que disfrazan las estadísticas para vender unos supuestos logros de la revolución que la gente no ve en la vida real. Somos el país con la más alta inflación del mundo; la pobreza en 2016, según la encuesta ENCOVI superó el 75% de la población y el salario real promedio del venezolano está por debajo del 25% de lo que fue en 1978.

La renta petrolera captada durante el reciente boom fue dilapidada, mermada por una corrupción que no tiene parangón en nuestra historia; no fue empleada para construir capacidades sino para comprar armas con las cuales reprimir a la ciudadanía, y para comprar lealtades, no sólo internamente sino también fuera de Venezuela, incluso entre las burocracias de algunos organismos de las Naciones Unidas que se han prestado para legitimar las cifras falsificadas que publica el gobierno sobre reducción de la pobreza y del hambre.

Si intentamos resumir lo que nos ha pasado, debemos decir que la crisis no es nueva, comenzó hace casi cuatro décadas y creó las condiciones para el advenimiento del régimen que la potenció hasta convertirla en un desastre humanitario y generar los demás indicadores que comento a continuación:

  • El Producto per cápita medido en términos reales ha retrocedido a los niveles que tenía a mediados de los años 1950s;
  • En términos relativos frente a los países desarrollados hemos retrocedido a los niveles que teníamos en los años 1920s, después de que nuestro PIB per cápita había sido por años superior al de ellos en promedio;
  • La pobreza ha llegado a niveles superiores al 75%;
  • Nuestras instituciones fueron demolidas; somos percibidos por el mundo como el país más corrupto del continente;
  • Somos el segundo país más inseguro de América; estamos en el 2% de los países peor percibidos por los inversionistas internacionales;
  • La cohesión y la calidad de nuestra democracia se han degradado como nunca antes;

En fin, la crisis es demasiado seria para que creamos que la superaremos en un corto plazo o que se resolverá simplemente saliendo de este régimen… No, ni tampoco lo lograremos si pretendemos hacerlo con estrategias o medidas que decida un solo grupo social o político.

¿Hay contradicción entre la urgencia de superar la crisis y construir una Visión Compartida de País?

Los venezolanos tenemos la urgencia de resolver el desastre humanitario, superar la crisis política que hoy vivimos e impedir que se eternice el régimen que hoy detenta el poder. A esta necesidad corresponde una estrategia política que confronte a la autocracia, que presione para que se dé lo más pronto posible el inicio de la transición a la democracia y que convoque a toda la sociedad a movilizarse con estos fines. Pero también tenemos que imaginar el país que queremos y acordar cómo construirlo, para que una vez iniciada la transición aseguremos una senda sin retorno, en la que nunca más volvamos a vivir lo que hemos sufrido en los últimos cuarenta años.

¿Cómo tendríamos que hacerlo?… La nueva Visión  Compartida de País tendría que ser construida a partir de consensos que se hayan logrado en las bases de la sociedad, los cuales se eleven a las élites y no al revés. Sólo si le damos especial consideración a ideas que hayan sido consensuadas de manera plural en las bases de la sociedad podremos rebasar tanto la polarización política que nos acompaña hace dieciocho años, como la segmentación socio-cultural entre “pobres y no-pobres” que sufrimos hace demasiado tiempo.

No basta tener propuestas de expertos que reúnan el mayor conocimiento disponible sobre materias económicas, sociales, institucionales o ambientales, aunque estén basadas en experiencias que hayan logrado éxito en otras partes, si la sociedad venezolana tan polarizada y desconfiada de las élites no las hace suyas.

No hay una contradicción entre lograr en las bases los consensos iniciales de la Visión Compartida de País y al mismo tiempo confrontar al presente régimen para lograr que la transición a la democracia se inicie muy pronto. No la hay por varias razones, siendo la principal que esos consensos iniciales hay que construirlos en las bases y no con las élites del régimen, y que  una enorme mayoría de la gente común está hoy abierta a cooperar sin cortapisas políticas y resiste las pretensiones de control del gobierno autocrático. La segunda es que en los medios académicos y de expertos hay disposición genuina a discutir sobre el país que queremos entre especialistas que comparten visiones políticas cercanas al proceso que inició el presidente Chávez y expertos del campo democrático.

¿Por dónde comenzaremos en la Consulta Nacional del País que queremos todos?

No partimos de cero en la Consulta Nacional del País que queremos todos; hay variadas iniciativas de grupos de la sociedad civil, a nivel nacional y de varias regiones, que tienen propuestas estructuradas sobre el futuro del país, algunas de ellas que cubren un tema, por ejemplo la nueva economía, y otras que cubren más de un área temática, por ejemplo propuestas para un acuerdo de gobernabilidad. También hay propuestas estructuradas en algunos de los partidos democráticos.

Y además existe la experiencia de consultas que nos tocó personalmente coordinar, hechas por seis ONGs de manera participativa y plural en las bases de la sociedad y en 22 estados del país, con partidarios del Proceso, de la Oposición Democrática y “No Alineados”, realizadas en talleres de día y medio de duración con más de 6.300 líderes comunitarios y en diálogos de tres o cuatro horas con más de 60.000 miembros de colectividades. Los resultados de esas consultas señalan cuales son los temas que más preocupan a nuestra gente, de todas las perspectivas políticas y extracciones sociales, y cuáles son los rasgos que ella considera fundamentales en la Venezuela futura.

Los venezolanos quieren reconciliarse, vivir en paz y tener acceso a la justicia; ambicionan superar la pobreza y la exclusión y le exigen a las dirigencias un pacto que las comprometa a asegurar progreso para todos; quisieran una economía que asegure prosperidad y que genere muchos empleos decentes; aspiran a que el Estado esté al servicio de los ciudadanos y no al revés y exigen una reforma institucional que profundice la descentralización y acerque a ellos las decisiones; anhelan disfrutar de un hábitat en el cual el ambiente natural y la ciudad construida les ofrezcan seguridad y calidad de vida; y quieren una educación de calidad que les sirva para realizarse y sea realmente accesible a todos. De las discusiones producidas en cinco simposios que fueron realizados en universidades con académicos y expertos, en los cuales esas primeras ideas fueron consideradas, surge un séptimo tema de la mayor importancia: Para atender cualquiera de las seis ideas anteriores y no repetir los errores y las crisis del pasado hay que erradicar el rentismo en sus dimensiones económica, política y cultural.

Tenemos la obligación de atender a esos temas en la Consulta Nacional del País que queremos todos que se llevará a cabo en los salones del Parlamento. Dichos temas, así como todo tema o propuesta relevante que sea planteada en las sesiones que tendremos semanalmente, recibirán la mayor atención y serán objeto de una discusión ordenada en la que participarán expertos, académicos, líderes políticos, jóvenes, trabajadores y todos los actores sociales que manifiesten su interés en construir la Visión Compartida de País.

La directiva de la Asamblea Nacional ha invitado a un grupo de venezolanos muy meritorios, quienes han tenido experiencias en la preparación de propuestas de país, a integrarse en un Consejo de Asesores que me honro en presidir, el cual convocará a sesiones de consultas de acuerdo con una agenda temática que anunciaremos en detalle en los próximos días, y con el apoyo de relatores ese Consejo producirá documentos tendentes a facilitar el logro de acuerdos sobre los temas. Todas las sesiones serán abiertas, debiendo los interesados inscribirse con anterioridad a cada una de ellas en la página web de la Asamblea.

La primera sesión temática tendrá lugar el miércoles 15 de Febrero a partir de las 9:00 de la mañana, con una agenda que daremos a conocer próximamente. Estamos a la orden para aclarar los procedimientos de la Consulta, para recibir sugerencias acerca de los mismos y para responder a cualquier duda que surja sobre los planteamientos hechos hoy.

Quiero concluir resaltando el valor que tendrá para la República que nuevamente compartamos una Visión de País que eventualmente dé origen a un Pacto Social para el Progreso de Todos… Y destaco el vocablo Pacto rescatando con legítimo orgullo lo que fue para los años 60s y 70s del Siglo XX el Pacto de Punto Fijo, en el cual los liderazgos de la época se comprometieron a hacer realidad la Visión Compartida de País que nos dio los años más brillantes de nuestra historia. Hago un llamado a que ningún demócrata asuma una actitud vergonzante frente a aquel Pacto para complacer o evitar la crítica de quienes han destruido la República.

Muchas gracias.

 

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