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El retorno de Lula, consideraciones políticas

José G. Castrillo M. (*)

Luiz Inácio “Lula” Da Silva, logra llegar por tercera vez a la presidencia de Brasil, luego de estar imputado por corrupción, pasar por prisión y ser sentenciado a 12 años de cárcel por un tribunal en 2018. El Supremo Tribunal Federal en 2021, se avoca y revisa su caso, declarando que el juicio no fue imparcial y le concede su libertad.

Libre y habilitado para ejercer la política, Lula, comienza su recorrido por el Brasil, conflictivo y polarizado, desgarrado por la gestión del gobierno de Bolsonaro, quien, desde el poder, se dedicó a exacerbar las diferencias sociales y políticas en un Brasil socialmente complejo, diverso y plural.

Desde inicio de su gobierno en 2018, Jair Bolsonaro asume una postura política maximalista en términos conservadores, apoyado por la corriente evangélica radical, que conforma un tercio de la población de esa gran nación, atacando y estigmatizando a las minorías sociales, relajando el control de armas, manejando con desidia la crisis del covid 19, con más de 700 mil fallecidos, especialmente personas de bajos recursos; permitió la expansión de la frontera agrícola en el frágil y crucial sistema ecológico de la selva amazónica. A todo esto, se agrega, la deriva autoritaria del presidente quien atacaba despiadadamente las instituciones democráticas y planteó dudas sobre el sistema electoral.

Bolsonaro dedicó más esfuerzo político en dividir y estigmatizar a varios segmentos de la sociedad brasileña que a gobernar desde la complejidad, diversidad y pluralidad, condiciones que caracterizan a las sociedades actuales. Ello se tradujo en que perdiera el poder. La lección aprendida es que la política es sumar, no restar.

En un contexto político complejo, Lula, asume el compromiso de competir por la presidencia de Brasil y recorre el país por los cuatro extremos, vendiendo un mensaje de esperanza y cambio frente al orden dominante actual; sella apoyos y alianzas sectoriales y políticas para enfrentar con éxito la maquinaria política del gobierno de Bolsonaro. Designa como su candidato de fórmula para la vicepresidencia a un viejo opositor político, Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que cofundó en 1988 y que gobernó Brasil de 1995 a 2002, con Fernando Henrique Cardoso como presidente.

En la segunda vuelta de la elección presidencial, efectuada el 30 de octubre, Lula Da Silva se impone con el 50,9% de los votos válidos sobre el presidente Bolsonaro, quien alcanzó el 49,1%. Resultado estrecho que muestra el alto nivel de polarización existente en este gran país.

Lula, hombre de gran olfato político, sabe que tiene sobre sus hombros un extraordinario desafío para recuperar y sostener la gobernabilidad democrática. En tal sentido, podemos enumerar algunos de los retos que deberá confrontar en su próxima gestión como presidente de Brasil:

  • Desmontar la polarización política y social aupada por el bolsonarismo, porque puede significar una amenaza a la gobernabilidad democrática a corto y mediano plazo.
  • Gestionar la situación social como legado del gobierno derrotado, marcado por el aumento de la pobreza y la exclusión de importantes minorías, estigmatizadas desde el poder.
  • Revisar la política de expansión de la frontera agrícola en la selva amazónica brasileña, que durante el gobierno de Bolsonaro se aceleró.
  • Retomar la agenda de política exterior de Brasil como un actor clave en el concierto internacional que está reconfigurándose, al formar parte del G-20 y del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
  • Mantener el orden político buscando los equilibrios dinámicos entre las fuerzas políticas presentes en el Congreso, donde los factores de la derecha tienen la mayoría. En tal sentido, debe procurar ampliar su base de apoyo dentro del cuerpo legislativo para evitar la posibilidad de un juicio político (impeachment).
  • Gestionar el impacto de la recesión económica y la crisis energética generada por el conflicto en Ucrania, focalizando recursos orientados a las mayorías empobrecidas.
  • Ganarse la mente y los corazones de los brasileños evangélicos que Bolsonaro movilizó políticamente y fue una base política importante de su gestión.

Lula Da Silva, hombre político, sabe que su tarea no será fácil, y llega nuevamente al poder en un contexto político, económico y social diferente al momento pasado en el que gobernó (2002-2010). Ojalá haya aprendido de sus errores personales y políticos, y logre reconstruir la idea de comunidad política, donde los brasileños, con sus diferencias, se reconozcan como actores políticos y sociales legítimos.

La victoria electoral del fundador del Partido de los Trabajadores de Brasil (PT), significa  una inimaginable resurrección política, cual ave fénix que renace de sus cenizas.

(*) Politólogo/Magister en Planificación del Desarrollo Global.

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