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Democracia y Tolerancia

Tomada de La Página Judía

Tulio Ramírez

La democracia y la tolerancia son dos conceptos estrechamente relacionados. La democracia se basa en el principio de la igualdad de todos los ciudadanos, independientemente de sus creencias, opiniones u orígenes. Puede haber diferencias individuales pero ante la Ley todos son iguales. La tolerancia, por su parte, es la capacidad de aceptar y respetar las diferencias de los demás, mientras no trasgredan las leyes que arropan a todos.

La tolerancia es esencial para la democracia porque permite que las personas con diferentes ideas y creencias puedan convivir en paz y armonía. En una sociedad democrática, las personas tienen derecho a expresar sus opiniones, incluso si son diferentes a las de la mayoría. La tolerancia permite que estas opiniones se expresen libremente, sin miedo a represalias.

La tolerancia también es importante para la democracia porque contribuye a la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. En una sociedad tolerante, las personas de todos los orígenes tienen las mismas oportunidades de participar en la vida política y social. Esto ayuda a garantizar que todos los ciudadanos tengan una voz en el gobierno y que sus intereses sean representados.

Por lo tanto, la democracia y la tolerancia son dos conceptos inseparables. La tolerancia es una condición necesaria para la democracia, y la democracia es un contexto favorable para el desarrollo de la tolerancia.

El caso contrario tiene que ver con la intolerancia y los gobiernos no democráticos. Por ejemplo, la intolerancia y la dictadura son dos conceptos estrechamente relacionados. La intolerancia es la falta de respeto, consideración o franca represalia hacia las opiniones o creencias de los demás, cuando no coinciden con el poder.

La intolerancia es un terreno fértil para la dictadura. Cuando las personas no respetan las diferencias de los demás, es más probable que se sientan amenazadas por ellas. Esto puede llevar a la violencia y la represión, que son características comunes de las dictaduras.

La intolerancia puede expresarse de muchas maneras. Puede manifestarse en forma de discriminación, odio o violencia. La intolerancia puede estar dirigida a personas de diferentes razas, religiones, etnias, orientaciones sexuales o ideologías políticas.

Las dictaduras suelen promover la intolerancia.  Los gobiernos autoritarios utilizan la intolerancia para controlar a la población y justificar la represión de los opositores políticos, la discriminación contra minorías o la violencia contra grupos sociales específicos. Cuando desde el discurso político todo se refiere a “batallas”, “venceremos”, “el enemigo”, “la lucha”, “la conquista”, “el opresor” y “rodilla en tierra”, hay poco margen para el encuentro entre los diferentes.

Estos binomios (tolerancia-democracia e intolerancia-autoritarismo) son útiles para entender, en parte, lo que está pasando en el mundo a propósito de las manifestaciones pro-Hamas que se han hecho sentir con particular vehemencia y hasta con violencia en varios países de Europa y en algunas ciudades de los Estados Unidos.

Por supuesto, es normal que la gente tienda a tomar partido por alguno de los actores en conflicto. Eso no está en cuestión. La libertad de expresión permite asumir públicamente partido sin miedo a las represalias, mientras que esas manifestaciones no sean violentas ni inciten al odio por motivos étnicos, políticos o religiosos.

 Lo que llama la atención es que en estos países democráticos, donde por efectos de la diáspora de los países del medio oriente, han ingresado no pocos simpatizantes de grupos islámicos radicales y fundamentalistas, respalden con vehemencia los exhortos de los Ayatolás y otros líderes religiosos, en cuanto a eliminar a los infieles y acabar con la cultura occidental.

Analistas políticos e intelectuales de todo el planeta han alertado sobre el peligro que corren los países que han recibido de manera solidaria, y en virtud de sus democracias, a cientos de miles de inmigrantes de las naciones islámicas, dando espacio con total libertad a su religión, sus costumbres, vestimentas, organización social, tradiciones y vocería ante la comunidad anfitriona.

Según estos analistas, la tolerancia ha sido tan benevolente y flexible, al punto de observarse con verdadero estupor como sectores radicalizados apoyan con manifestaciones violentas, a grupos fundamentalistas como Hamas o Isis que públicamente han manifestado que la Guerra Santa o Yihad es contra los infieles y la cultura occidental, es decir, contra la mayoría de ciudadanos y países que les han dado cobijo y espacio para que puedan manifestar su rabia.

Otro asunto, no menos paradójico que el anterior, es que ciudadanos no musulmanes, autodenominados revolucionarios, libertarios y progresistas manifiesten públicamente a favor de grupos y países donde la intolerancia y el autoritarismo han abortado la libre expresión, donde se castiga con la muerte el homosexualismo, donde impera la poligamia, la compra de niñas para casamientos, la mutilación genital femenina, el castigo corporal extremo a quien no use el hiyab o la burka, sin dejar de mencionar la prohibición a las mujeres a acceder a la educación. Hoy está en el tapete mundial esta discusión.

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